El rostro de los diarios digitales en el Perú. María Mendoza Michilot
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Las reglas de juego han cambiado para el periodismo profesional porque, se dice, el ensayo y error ha sido incorporado a las rutinas laborales, las audiencias ganan terreno y los periodistas tratan de captar la atención de sus usuarios utilizando las mejores y más recientes técnicas infocomunicacionales para mantenerse en el mercado (Di Próspero y Maurello, 2010).
La pregunta que subyace es si esta forma de hacer periodismo perdurará, si será sostenible. No hay una sola respuesta, dice Silvia Cobo al recomendar que más allá de eso, tal vez, lo más importante sea arriesgar, abrazar la idea y entender las oportunidades que ofrece (2013).
El experto en proyectos digitales Quim Gil sostenía que el nuevo periodista debe tener algo que narrar, un convencimiento ético y sentirse responsable ante la sociedad (2004). Omar Rincón señala que lo que prevalecerá es el periodista DJ, es decir, el que se conecta con su contexto, busca y desea generar una experiencia, intenta una actuación colectiva, le gusta estar en acción colaborativa, produce ritmo y mensaje según vaya funcionando la sensibilidad de la comunidad a la cual se debe, no a su gusto, y celebra lo de todos; no ofrece un concepto como el curador, sino que invita a una experiencia (2013). Mientras que para José Luis Orihuela, el rol del periodista digital deberá hacer lo mismo de siempre: “aprender a leer la realidad (además de todo tipo de formatos y fuentes), aprender a pensar (más allá de los tópicos y los prejuicios) y aprender a contar (en clave transmedia y al servicio del público). El reto, especialmente después de Twitter y parafraseando a Bertalanffy, ya no es ver lo que nadie ha visto, sino más bien pensar lo que todavía nadie ha pensado sobre aquello que todos ven” (Pellicer, 2015).
Tal vez la clave esté en la formulación de una propuesta que combine estas posturas, ante las exigencias de la digitalización y la convergencia de plataformas. En los últimos años, los cibermedios han estado más preocupados en organizar sus redacciones y, al parecer, el reto futuro será organizar la información con un enfoque de profundidad (Bradshaw, 2012), para lo cual, necesitarán periodistas con menos tareas, pero más especializados en actividades en las que deberán demostrar excelencia.
Por otra parte, probablemente, ha llegado el momento de recuperar las enseñanzas de aquel debate, reconocido como uno de los más candentes e instructivos del siglo XX, que sostuvieran en la década de 1920 el periodista Walter Lippmann y el filósofo John Dewey, respecto al rol de prensa en la democracia, y que cobra particular relevancia con el periodismo digital (Bradshaw, 2012; Hermida et al., 2011).
Walter Lippmann escribió que la sociedad moderna se había vuelto demasiado compleja para que el público comprenda y sea capaz de tomar decisiones informadas; por ello, la prensa debía ser un puente entre las masas desinformadas y el poder, y evaluar las políticas de gobierno y presentar conclusiones bien informadas (Hermida et al., 2011). El problema, de acuerdo con Lippmann, era que las imágenes de la prensa estaban distorsionadas, incompletas y deformadas por sus propias debilidades (Kovach y Rosenstiel, 2012).
Dewey, en cambio, sostenía que el público no solo era capaz de tomar decisiones de manera razonada, sino participar activamente como ciudadanos en provecho de una democracia sana. En este contexto, el periodista debía actuar como un educador de las cuestiones clave de la política (Hermida et al., 2011). A juicio de Dewey, los problemas de la democracia se solucionarían mejorando la acción de la prensa y la educación del ciudadano (Kovach y Rosenstiel, 2012).
Entre ambas posturas es cada vez más claro que sin dejar de ser líder del debate público, se requiere un periodismo de servicio para y con la gente, que propugne su participación activa.
La presente investigación cuantitativa y cualitativa discurre en dos dimensiones: el análisis del emisor y el análisis del mensaje. Es producto de la aplicación de tres técnicas de recolección de datos: encuestas, que se aplicaron a los periodistas de las redacciones web; entrevistas en profundidad, a sus editores o subeditores responsables; y un análisis cualitativo del contenido de las versiones electrónicas, basado en tres matrices de indicadores, construidas según los modelos propuestos por diversos autores.
Las encuestas y las entrevistas a los redactores web (71) y editores (9) de los cibermedios, que se efectuaron en el 2013, en su mayoría, fueron útiles para determinar lo que José Carlos Lozano (2007) denomina las rutinas periodísticas y las condiciones de producción de los mensajes, así como para reconocer el perfil de los periodistas.
El análisis cualitativo del contenido permitió descubrir lo siguiente: a. la estructura del texto informativo de las portadas y b. los elementos de las secciones, para reconocer los criterios de hipertextualidad y multimedialidad, así como las temáticas y técnicas de redacción predominantes. También, reconocer los mecanismos aplicados para generar interactividad y las herramientas relacionadas con la usabilidad que ofrecían las webs. Esta evaluación se hizo en fechas diferentes según consta en el capítulo 3.
Antes, en los capítulos 1 y 2, se reflexiona sobre las premoniciones cumplidas en materia de internet, la sociedad de la información y el periodismo digital, muchas de las cuales no se han cumplido, como la desaparición de los periódicos convencionales; o han sido superadas por la realidad y la disrupción. Asimismo, se pasa revista a la evolución del periodismo digital y las herramientas del lenguaje que utiliza.
En el capítulo 3, se presenta el panorama de los ciberperiódicos analizados, su evolución y popularidad en la web; así como la metodología empleada en su análisis, cuyos resultados se muestran en los capítulos 4, 5, 6 y 7, en concordancia con los objetivos planteados.
Se incluyen los testimonios de varios jóvenes periodistas digitales, algunos de los cuales colaboraron en las entrevistas de campo desarrolladas, y a quienes se les solicitó una reflexión personal sobre lo vivido a partir del 2012, el presente y el futuro del modelo.
Hace más de veinte años, los medios tradicionales estadounidenses y europeos entraron al mundo de internet por necesidad. Bajo una perspectiva estratégica bien planteada consideraron que, ante la reducción de lectores y las presiones publicitarias, era pertinente sopesar las posibilidades que ofrecía experimentar con las plataformas electrónicas (Yezers’ka, 2008a).
Hoy no deja de ser irónico que muchos de esos medios se pregunten si valió la pena invertir cuantiosas sumas en equipos, procesos y recursos humanos que, si bien han contribuido a la modernización de sus versiones digitales, no generan los ingresos publicitarios esperados, sobre todo en estos días de millonarios ajustes empresariales.
Las investigaciones consultadas para esta publicación, que aparecen en libros y, sobre todo, en artículos académicos y documentos ubicados en sitios web, revelan que el periodismo electrónico, inmerso en una evolución tecnológica, económica y editorial (Salaverría, 2005), desde hace décadas, no se detendrá, pero sí exigirá definiciones sobre dónde está y a dónde quiere llegar. Qué clase de periodismo quiere desarrollar y a quién quiere servir.
El periodismo digital peruano es una realidad, al margen de su rentabilidad actual. Hay una hornada joven y empeñosa de comunicadores a los que llamamos ciberperiodistas, que cada día emplean los nuevos recursos de una tecnología que avanza de manera impresionante, de acuerdo con procesos y quehaceres reconocidos académicamente. Además, y lo más importante, quizá, crece la masa crítica de prosumidores, especialmente,