En vivo y en directo. Fernando Vivas Sabroso
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу En vivo y en directo - Fernando Vivas Sabroso страница 7
El canal 13, de la familia Delgado (hoy canal 5), quedó fuera del influjo de la RCA, pero fue equipado gracias a un contrato bastante generoso de la Philips, sin ataduras, por lo demás, a ninguna cadena televisiva. La relación del 13 con la CBS, que lo proveyó de sus primeros enlatados, tuvo un importante intermediario, el magnate de la televisión cubana Goar Mestre (Santiago de Cuba, 1912 - Buenos Aires, 1994).7 No son los del 13 ni del 4, ni siquiera del 9, que tuvo una gran cuota de original programación en vivo, casos de una televisión inducida a dar sus primeros pasos, pero sí de canales que nacieron en un momento oportuno para acogerse a ventajosas ofertas de equipamiento y programación.
Sin duda, el modelo totalizante de nuestra naciente televisión fue el norteamericano, que era también el de Cuba. Los criterios de programación horizontal y vertical, y sobre todo la práctica comercial, ha sido directamente adaptada del modelo con algunas variantes creativas (véase, en este capítulo, el acápite “Al mediodía todo vale”), pero en materia de producción preferimos verlo más como un muestrario de géneros y posibilidades que como simple objeto de copia. La presencia de varios creativos latinos con experiencia en otras televisoras de la región y la improvisación de muchos peruanos que no sabían nada de televisión cuando se lanzaron al ruedo nos obliga a pensar así. Finalmente, cuando en los primeros años el modelo era específicamente plagiado (véase, en el capítulo II, el acápite “Esta es tu vida”) mediaban entre el auspiciador extranjero y el canal, los creativos peruanos de las agencias de publicidad encargadas de diseñar el programa y la contundencia de la transmisión en vivo, donde todo podía pasar. Otro modelo, fundamental en la producción de telenovelas, fue el de las varias televisoras latinas. En estos casos se picó de aquí y de allá, y en Panamericana Televisión se llegó algunas veces a una producción modélica para otros. En el caso del humor, si algo se aprendió de algún modelo, fue que se podía ser localista.
Los pioneros
El optimismo era visible en los broadcasters, que con una inversión bastante mayor a la requerida por el negocio radial y sin anunciantes previamente comprometidos, se lanzaron a la aventura. En 1956, Genaro Delgado Parker (Lima, 9 de noviembre de 1929), entonces de 26 años, propuso a su padre Genaro Delgado Brandt y a su hermano Héctor que lo eximieran de obligaciones ejecutivas en las empresas radiales de la familia, las siete estaciones que constipan la Unión de Radiodifusoras del Perú, y lo mantuvieran a sueldo trabajando exclusivamente en la planificación de un canal de televisión.8 Consiguió un crédito de la Philips, a través del gerente Tesselin, para comprar el transmisor y un ventajoso contrato donde esta empresa le garantizaba 50 dólares por cada receptor vendido durante los cuatro años que duraría la deuda. Una visita a los estudios de la CMQ en La Habana, guiado por Goar Mestre, quien estuvo en Lima en 1955 en su calidad de directivo de la AIR, le confirmó cuál era el modelo que había que seguir y quién era el hombre capaz de introducirlo en sus laberintos.
Para empezar, Mestre puso al entusiasta Genaro en contacto con la CBS y le traspasó su know-how con una serie de técnicos cubanos que llegaron a Lima a formar cuadros para la naciente televisión peruana.9 El interés de una gran firma extranjera por abrir mercados a sus productos de punta, como la Philips, y la simpatía del primer magnate de la televisión latina apoyaron así el financiamiento de la más trascendente intentona televisiva; para su puesta en marcha inmediata una sociedad de Genaro papá, Genaro hijo, el hermano Héctor y Radio Tele (empresa de Genaro Delgado Brandt), con Isaac R. Lindley Stophanie y su hijo Isaac “Johnny” Lindley Taboada, empresarios de origen judío y dueños de la gaseosa nacional Inca Kola, aportó la liquidez.
Manuel y Raquel, hermanos menores de Genaro, no participaban aún en la aventura sino a través de la empresa familiar Radio Tele (Manuel fue el fundador de Radioprogramas en 1963 y Raquel reemplazó a su padre en la dirección de la semiestatizada radio Panamericana en 1970). Como Héctor sí era cómplice empeñoso de su hermano mayor, convenció a su amigo y coetáneo Johnny Lindley de ir a pedir a don Isaac que invirtiera en la empresa pionera. Pero fue la vehemencia de Genaro al encarar la ilusión de la televisión la que convenció al industrial de arriesgar en efectivo; y fue esa misma vehemencia, ya curtida en las lides de la política y en los ásperos géneros populares, la que tres décadas más tarde disuadió a los Lindley de seguir respaldando a Genaro y los decidió a vender sus acciones al bloque de Héctor y Manuel Delgado Parker. Genaro Delgado Parker, futuro “Papá Upa”, así bautizado por sus rivales que quisieron parodiar sus afanes de mando, era suficientemente liberal y desprejuiciado como para empaparse de las claves y dramaturgias de la televisión populista que levantaba las cejas de su entorno. Se vio en relación a ella como un pionero de sus avances tecnológicos y, a la vez, como el dueño de un gran circo de varias pistas, con tradiciones arraigadas en el país remoto. De empresario de escritorio se hizo vigilante productor creativo de programas, experto en casting al ojo y eventual director desde el switcher. Descubrió a menos gente que Augusto Ferrando, pero protegió a sus engreídos y les dio luz verde para proyectos arriesgados, cuando no les compró derechos de copia o les sugirió ejecutar sus propias ideas de prematuro viejo teleasta. La política le fascinó porque descubrió en ella un género televisivo más que le permitía complementar su pequeño imperio con fama y poder aunque el prestigio del “noble pionero de las telecomunicaciones” pudiera salir algo maltrecho. Como implacable empresario del espectáculo más grande de todos se comió sus gustos y prejuicios, aunque bien se puede argumentar que estos se fueron convirtiendo en afecto por sus creaturas. También se supo mover dentro de los márgenes “culturosos” —este término se popularizó luego de que lo empleara al responder a un periodista del diario Expreso a inicios de 1990— del negocio, hablando de “ofensivas culturales” y “autorregulaciones”, jalando gente como Mario Vargas Llosa y los cineastas de la década de 1980, dando rienda suelta a las provocaciones de César Hildebrandt y de Jaime Bayly, al mismo tiempo que apañando a desfasados Ferrando o Gisela Valcárcel. Era y es un negociador astuto y un periodista político accidental antes que un mero explotador o un sumiso empresario nacional golpeado por gobiernos y recesiones.
Pero ni Genaro Delgado Parker ni sus socios fundaron la televisión comercial. Tampoco la fundó Alfonso Pereyra, pionero de la radio en el Perú, quien ya en su juventud, en los primeros años de la década de 1920, se dedicaba a pescar mensajes de onda corta con su equipo de radioaficionado. Hombre muy atento a la avanzada científica, al constituir la empresa que manejaría radio El Sol en 1949, había escogido una razón social anticipatoria: Compañía de Producciones Radiales y de Televisión S.A.10
Fueron Antonio Umbert Féllez y Nicanor González Vásquez, dueños de radio América y líderes de la Anrap (Asociación Nacional de Radiodifusores del Perú), quienes abrieron el primer canal privado. Enrolaron en la empresa a Avelino Aramburú y en menor cuantía accionaria a Iván Blume (también enrolado en el 9), Guillermo Ureta, José Bolívar, Jorge Carcovich y Jesús Antonio Umbert, pactando un contrato con la RCA Victor que los proveyó de infraestructura. El apuro deparó a los pioneros del canal 4 algunos meses de zozobra, con anunciantes renuentes y temores de cierre, pero poco después la intensa competencia de Panamericana Televisión, canal 13 y los errores del primer canal 9, les enseñaron a mantenerse en el aire.