Reproducción social y parentesco en el área maya de México. Georgina Sánchez Ramírez
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Por lo anterior, es pertinente una mirada más atenta a lo que sucede en el seno de los grupos domésticos rurales a fin de develar el destacado papel de las relaciones de parentesco en una variedad de arreglos, que, aunque relacionados con contextos específicos, su origen puede interpretarse en un sistema común al área mesoamericana (Robichaux, 1995). Lo que muestran los capítulos de esta obra son los procesos domésticos en constante evolución, incluyendo el análisis de los espacios, las relaciones y su proyección en el territorio para distinguir los procesos relacionados con la reproducción social.
Es relevante la diferente o divergente apropiación del patrimonio trasmitido de una generación a otra en relación con la propiedad y la organización de los espacios producidos por las relaciones de parentesco, en ella prevalece la residencia con contigüidad, lo cual implica configuraciones espaciales de las unidades de residencia con ausencia de límites físicos, un rasgo inherente a la propiedad colectiva de los pueblos originarios. La práctica de herencia de la tierra en un contexto de propiedad colectiva hace posible la relación orgánica entre usufructo y acceso a un recurso generado socialmente en las parcelas, donde además se favorece el intercambio de conocimiento. Como veremos, estas unidades de organización social campesina ordenan y norman el territorio en las comunidades indígenas de esta parte del país.
Es importante distinguir las especificidades de las unidades sociales, esto es: la familia, el grupo doméstico y el grupo local de parentesco. La primera se entiende como la unidad con lazos de afinidad y consanguinidad. El grupo doméstico, en cambio, se puede conformar por parientes primarios o por generaciones de padres e hijos con residencia común hasta el crecimiento de los segundos; también puede estar formado por varias familias nucleares, entre las que, además de la consanguinidad, comparten residencia y actividades conjuntas, y relaciones por afinidad y parentesco ritual, esenciales en la vida familiar y comunitaria (Bender, 1967).
Los grupos locales de parentesco, en palabras de Robichaux (2008, p. 85), consisten “en conjuntos de viviendas alrededor de un mismo patio, o en un mismo vecindario o barrio, o paraje donde por lo general, los hombres son emparentados por el vínculo agnaticio y sus esposas provienen de otros grupos similares”. Este mismo autor señala que es en el “contexto de esta unidad local de parentesco que se realizan algunas de las relaciones sociales más importantes que en economía agrícola puede ser la unidad productiva; es generalmente la unidad social entre cuyos miembros se coopera para llevar a cabo rituales diversos”. La composición y activación (en acción) dependerá de las relaciones de parentesco, solidaridad, cooperación, reciprocidad, de trabajo y de alianzas económicas, políticas y religiosas que están sujetas a cambios en el tiempo configurando dinámicamente la estructura del grupo, aunque su principio básico organizador son las relaciones de parentesco (Robichaux 1995, p. 406). No hay que olvidar, asimismo, que las condiciones productivas locales y comerciales, la política agropecuaria nacional, la dinámica macroeconómica nacional e internacional, los polos de trabajo de corte salarial, entre otros, son factores que inciden en diferentes planos y con diversos grados en la dinámica de los grupos domésticos (Netting, 1993).
Aquí reconocemos que dichas unidades sociales pueden ser un espacio de negociación con sus propios valores, comportamientos y acuerdos con una profundidad histórica específica, pero también de desacuerdos y tensiones. En efecto, se trata de espacios donde las relaciones se recrean constantemente, en los que se lleva a cabo la esencial transmisión de conocimientos agrícolas y del entorno natural del que forman parte, se aprenden y practican los valores compartidos o se realizan ceremonias y rituales de trascendencia familiar y comunitaria. También ahí se resienten las influencias, tendencias y presiones de las esferas económicas y sociales más amplias con efectos devastadores para los grupos domésticos cuya flexibilidad y adaptación se pone a prueba.
Es en tal marco de ideas que el propósito de este libro consiste en atender interrogantes básicas acerca de lo que hoy en día son las familias, los grupos domésticos y los grupos locales de parentesco en el área maya del sur de México; la intención es mirar de cerca las relaciones que les permiten a hombres y mujeres vivir y sobrevivir de manera conjunta sin olvidar que responden a contextos regionales que imponen transformaciones en sus modos de vida impactándolos en su producción y reproducción social.
Queremos llevar la mirada a los procesos domésticos, a su expresión actual que abre nuevos campos de análisis e interrogantes académicas que permiten escudriñar los papeles hegemónicos de los géneros, problematizar quiénes, cómo y en qué condiciones hombres y mujeres —en áreas rurales bajo un panorama generalizado de desprotección, violencia, opresión y degradación socioambiental— sobreviven en un mundo moderno capitalista, patriarcal y colonial (Martínez, 2019). Poner sobre la mesa interrogantes acerca de los arreglos sociales de las unidades sociales, de sus transformaciones, del tipo de articulaciones que tienen sobre el cuidado de la vida, cómo la valoran, cómo van construyendo sus estrategias y alternativas que sean justas, equitativas, comunitarias orientadas al mantenimiento, regeneración y reparación socioambiental para generar procesos amplios en que la sostenibilidad de la vida sea una responsabilidad colectiva (Vega et al., 2018).
El libro se organiza en ocho capítulos además de esta introducción. En el primero, desde un acercamiento histórico, se rastrean los principios organizativos de las unidades o arreglos sociales en la cultura maya, y se presenta la permanencia e importancia de una determinada unidad social: el grupo de parentesco local, que se conforma por familias extensas patrilocales que funcionaban como una unidad económica cooperante y de producción que continuó durante la época novohispana.
En el segundo capítulo, Edith Cervantes Trejo indaga en el proceso de reproducción social de los grupos tseltal y tsotsil, del grupo localizado de parentesco y de cómo él repercute en la organización del territorio de las comunidades y municipios del sur de México. La autora nos detalla un proceso donde son evidentes los principios patrilineales de herencia y en la propiedad colectiva, lo cual permite una socialización de conocimientos horizontal e intergeneracional.
En el tercer capítulo, Abraham Sántiz Gómez y sus colaboradores nos presentan los cambios ocurridos en las estrategias de vida rural de grupos familiares y sus ts’umbaletik en Oxchuc, para el periodo 1986-2018. Sus hallazgos señalan que los grupos familiares son sujetos sociales activos que transforman sus estrategias de vida rural y resignifican la visión de la lekil kuxlejal (vida buena) con un cambio sociocultural heterogéneo en el marco del sistema económico actual.
En el cuarto capítulo, Oseguera, Bello Baltazar y Estrada Lugo analizan en Tziscao, municipio de La Trinitaria, Chiapas, cómo el ecoturismo facilita y estimula diversos cambios en la reproducción social y la organización para el trabajo de los grupos domésticos de los chujes, lo que ha generado cambios en el sistema de herencia y residencia, y propiciado otros arreglos para afrontar una actividad económica nueva no agrícola.
En el quinto capítulo, Gloria M. Suárez y sus colaboradores, retomando el grupo maya lacandón, abordan la configuración de las relaciones entre hombres y mujeres a la luz de