Reproducción social y parentesco en el área maya de México. Georgina Sánchez Ramírez
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En el capítulo sexto, Diana Trevilla y sus colaboradores se encargan de analizar el trabajo de cuidados en los grupos domésticos en Tenejapa, Chiapas. Desde la economía feminista y la teoría de género, cuestionan acerca de la importancia del estudio del trabajo de cuidados para la sostenibilidad de la vida. Para ello utilizan el abastecimiento de aspectos básicos en la vida cotidiana: alimentos, leña y agua, y concluyen que el proceso de la reproducción social recae sobre todo en las mujeres e invitan a seguir con esta línea de investigación para visibilizar y discutir las posibles transformaciones en las relaciones sociales para lograr una sociedad más justa e igualitaria.
En el séptimo capítulo, Ubaldo Bolom Gómez, junto con otros autores, estudian la transición de la alfarería al bordado en cuatro generaciones de mujeres en Amatenango del Valle, Chiapas, lo cual acometen revisando y analizando los roles de género y las genealogías, además de haber realizado entrevistas y trabajo etnográfico. Como principales hallazgos destacan que las mujeres encuentran dificultades para seguir trabajando en la alfarería, resultándoles más práctico dedicarse al bordado, lo que ha propiciado la transición de una actividad a otra en la que el papel de actores externos es clave para continuar con tales labores. También nos hace notar este grupo de autores que pasar de una actividad de producción y consumo doméstico a otra orientada al mercado ha provocado un cambio en los valores de colaboración y ha dado lugar a la competencia y la individualización.
En el octavo capítulo, José Alfonso López Gómez y sus colaboradores nos llevan al espacio de la cocina mam de cinco comunidades vecinas del volcán Tacaná para presentarnos cómo, a pesar de las políticas de modernización y efectos de la globalización, conservan su patrimonio etnogastronómico. Cómo es que en la unidad social de la familia se perpetúa, actualiza y resignifica un conocimiento etnogastronómico en la cocina. Con etnografía, entrevistas semiestructuradas y observación, se documentan los cambios en el espacio de la cocina en las dimensiones físico-arquitectónica, funcional-simbólica, social y cultural. Estos autores nos señalan que la estructura física de la cocina mam se ha modificado, y con ello el espacio social abierto y multifuncional ha mudado a uno privado, utilizado principalmente por mujeres, limitado a la preparación de alimentos. Ahora la comensalidad que antes se realizaba en la cocina se ha trasladado al comedor. Y que el fogón, elemento con carga simbólica, mantiene su papel en la elaboración de los guisos, aunque podría ser desplazado. Lo que persiste y se perpetúa es la función de este espacio en la transmisión del patrimonio etnogastronómico.
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Ahora bien, al registrar lo que la gente hace, como una forma de analizar las relaciones de parentesco, Estrada (2011) señala tres características para el grupo maya macehual de Quintana Roo: la forma de herencia, la organización del espacio doméstico (residencia) y productivo, y la organización de grupos de acción para las prácticas agrícolas y ceremoniales. Estas relaciones sociales, al ser proyectadas en el espacio local, dan cuenta de la forma de apropiación del territorio y de los cimientos sociales de la comunidad. En conjunto, son el fundamento de la reproducción social de los grupos domésticos.
Los estudios que reúne este libro parten de analizar lo que la gente hace. Los procesos de cambio en los distintos casos pueden interpretarse como aquellos que conectan los ámbitos domésticos o familiares con los que se generan en la interacción entre grupos domésticos y que resultan en la continua construcción del propio territorio (figura 1).
La reproducción social de los grupos domésticos rurales está condicionada por la intervención de políticas públicas y la demanda creciente del mercado de productos y, recientemente, del de servicios. Los efectos son evidentes en las diferentes esferas de la vida de los grupos domésticos, que son, concomitantemente, procesos de cambio: el territorio propio, el cambio sociotécnico y la resignificación de la vida. No se trata de esferas aisladas, pues en conjunto son la base de la reproducción social de los grupos domésticos (figura 1).
Figura 1. Reproducción social de los grupos domésticos
Fuente: Elaboración propia.
Los grupos locales de parentesco, los grupos domésticos rurales, y las familias —de los cuales se da cuenta en los diferentes capítulos— no responden al ideal de los antropólogos del siglo xx, se trata de unidades sociales sometidas a una fuerte presión de procesos que ocurren fuera de su control y que propician transformaciones y adaptaciones en varios aspectos, a saber:
1 La organización del trabajo exige a mujeres, jóvenes y ancianos mayor cantidad y calidad para resolver las necesidades económicas.
2 Por lo tanto, los papeles tradicionales en el seno doméstico han cambiado tanto en la esfera productiva como en la participación en el mercado de trabajo.
3 Dedicarse a la actividad agrícola y/o agropecuaria es una decisión condicionada por la necesidad del trabajo asalariado fuera de la comunidad de lo que un efecto es la disminución de la importancia relativa de la agricultura.
4 Un efecto similar ocurre cuando los grupos domésticos rurales hacen del turismo su principal actividad, llegando incluso a pagar jornaleros para la labor agrícola.
Por otro lado, a pesar de las transformaciones, los grupos locales de parentesco, los grupos domésticos rurales y sus familias constituyen aún un espacio eficiente en el que sus miembros hallan refugio ante fenómenos naturales como huracanes, plagas, el cierre del mercado de trabajo o las consecuencias de la pandemia de covid-19, lo cual muestra la alta flexibilidad de dichas unidades sociales y su capacidad de soportar esas eventualidades fortaleciendo sus vínculos primarios; aunque también es pertinente reconocer que pueden tener límites y que llegado esto podrían erosionarse las relaciones sociales del sistema de parentesco e incluso poner en riesgo su reproducción social.
Pero estas unidades sociales todavía son el espacio social creador y recreador de las relaciones sociales esenciales que sustentan los procesos domésticos, los cuales pueden nutrirse de otras influencias o ser desplazados y sustituidos por otras formas de relación, y aun así, será posible ser reconocido como parte del grupo local de parentesco, del grupo doméstico o de las familias.
En los casos que se analizan en este libro y en nuestros estudios recientes, se constata que la adaptación de dichas unidades sociales es flexible pero lenta, que muestran cambios sutiles respecto a procesos más amplios como en la demanda de mano de obra barata para el mercado de trabajo en centros urbanos, o en el mercado de productos por la alta fluctuación de precios, aunado a la voracidad de intermediarios e industrias cuyos impactos súbitos alteran directamente a sus diferentes miembros, por ejemplo, ante la migración prolongada de un familiar, su ausencia articula las dinámicas internas dirigidas a su reproducción social, lo que acarrea cambios e innovaciones en las relaciones intergeneracionales; sin embargo, ser parte de un grupo dentro de un sistema de parentesco les permite afrontar y garantizar su reproducción social, ya que el sistema de parentesco es central como eje organizador, estructurador y regulador de las relaciones sociales al interior de las unidades sociales en estas sociedades indígenas campesinas rurales.
Literatura citada
Bender, D. (1967).