Cuerpo, emociones y sentido de vida. Carmen Lucía Díaz L
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Examinar el sufrimiento exige revisar la propia historia, compromete nuestros recuerdos, nuestros fantasmas, nuestras vivencias; demanda
la travesía de nuestras vidas con lo que ellas conllevan de trabajos, encierros, golpes y riesgos de muerte, injusticias y peligros incontables […] [lo vivido] deja trazas indelebles. Sin hablar del resto, de las preocupaciones de la vida cotidiana, de nuestra impotencia para aliviar las miserias, y la debilidad que nos habita. (Vasse, 1985, p. 11)
El sufrimiento emocional se vincula con un desgarramiento subjetivo, rasgadura que surge cuando llega un dolor inesperado, o cuando se instala uno paulatinamente, un dolor psíquico o moral, que necesariamente compromete el cuerpo o es derivado de un padecimiento físico; deviene también cuando se viven sucesos que contrarían lo deseado. La pérdida o descomposición de la imagen, de su valor, ante los otros o ante nosotros mismos, suman en sufrimiento y en angustia. La pérdida de un ser querido, una ruptura amorosa, el abandono, la soledad, el desamor, cambios repentinos e inesperados de la vida, el aislamiento social, la culpabilidad y, en general, toda vivencia desgarradora causa grandes heridas, dejando cicatrices subjetivas que marcan un antes y un después en quien las vive. Son experiencias generadoras de cortes que transforman el tiempo y el espacio de alguien, lo detienen en su penar, achican su horizonte y en muchas ocasiones lo llevan a aferrarse a su congoja, olvidándose de vivir y de los gozos que la vida trae.
Aunque tiene sus determinantes sociales y cada cultura y época tiene sus modos de vivir y de enfrentar el sufrimiento, este es ante todo subjetivo, así como la felicidad también lo es; ambos se viven subjetivamente y, por tanto, son hechos singulares. Un mismo suceso o vivencia es significada de modo diferente por personas distintas: mientras que para una puede ser algo banal, para otra es un signo o evento trágico. Es importante la lectura que se hace de la situación, y con esta, la interpretación y la significación puesta en la experiencia. La conciencia del sufrimiento convoca al sujeto, lo interroga, le pregunta por su deseo, situación que le exige su escucha.
Así, reconocer al sufrimiento causante de preguntas para algunos o algunas puede ser una ocasión de crecimiento, de construcción de fortalezas y de situarse de un modo distinto frente a la vida, de darle un nuevo sentido. Sin embargo, este modo señalado de relacionarse con el sufrimiento requiere del acompañamiento, del soporte y sostén de otros, que le permitan, a quien se siente perplejo y desgarrado, una travesía, aunque dolorosa, fructífera, y así encontrarle sentido a su sufrimiento para poder transformarlo.
Resaltar la subjetividad y singularidad del sufrimiento no impide también situar concepciones o explicaciones generales que se encuentran acerca de este. Su relación con sentimientos, emociones o afectos negativos lleva a que desde algunas perspectivas se le asocie con aspectos psicopatológicos y como deterioro de la salud mental. Por supuesto que el sufrimiento incide en la situación de la salud psíquica, pero al ser parte de la vida y al permitírsele su elaboración, su sentido y “sano” enfrentamiento, será aceptado como parte de los avatares que implica vivir y podrá ser tomado como una experiencia vivificante. Solo podrá vérselo como enfermizo cuando hay una detención en él, cuando al predominar este sobre todos los otros aspectos de la vida, esta se paraliza completamente y en periodos prolongados, recreándose el sujeto en su sufrimiento y, en ocasiones, regodeándose en él. Asimismo, la causa del sufrimiento, el tipo de acontecimiento y el grado de trauma vivido pueden generar un sufrimiento indecible que se vincula con la enfermedad.
Las condiciones de una sociedad y el tipo de vínculos que en ella se establecen, también pueden acarrear más o menos psicopatología. Una sociedad como la nuestra, la colombiana, en la que pulula la violencia intrafamiliar y social, el abuso, el maltrato, la pérdida de seres queridos por la guerra o la delincuencia, la ruptura de vínculos por los grandes desplazamientos, los abandonos paternos, la inequidad, sumado a la inoperancia de la justicia y a la impunidad permanente, entre tantos males sociales que nos aquejan, no brinda condiciones para tramitar sanamente los sufrimientos, hace que el sufrimiento emocional sea más profundo e impide modos certeros de acompañamiento a quien lo padece, con el consiguiente resquebrajamiento de las condiciones de salud psíquica, emocional y mental de los pobladores.
Los discursos de la época también contribuyen con su cuota para hacer menos llevadero el sufrimiento e imposibilitar su elaboración. En la actualidad, el discurso o ideología que se privilegia, ante todo, para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, es el del placer sin límite, el de la búsqueda de felicidad a toda costa, el de las soluciones fáciles, de la imposibilidad de esperar, de la comodidad, negando con frecuencia y de diversas maneras la existencia del sufrimiento. Domina en este tiempo la imagen, se privilegia el parecer más que el ser, se le muestra al otro la mejor cara, el placer y la felicidad vivida, y se hace público todo lo privado con la ayuda de las redes sociales. Se asegura lo imposible de la armonía plena; el yo poderoso, completo, y el individuo es lo que cuenta. El sufrimiento se oculta, mostrándole al otro su inexistencia o también reprimiéndolo para sí; entonces, el sufrimiento se vive silenciosamente y en solitario. El refugio en las redes sociales intensifica el aislamiento y la ruptura con las redes de soporte. Y esa retirada y refugio en las redes sociales lleva a muchos a ampararse en grupos virtuales incitadores de salidas rápidas, de violencia al propio cuerpo o a otros, y, en su extremo, animando al suicidio.
Emociones, afectos y sentimientos
Al hablar de sufrimiento emocional profundo, las emociones entran en escena. ¿Qué decir de ellas? Estas se definen desde diferentes perspectivas como estados de ánimo surgidos a partir de la experiencia de vida, por asociaciones conscientes o inconscientes donde la historia o biografía del cuerpo tienen cabida; por percepciones, por impresiones de los sentidos, por ideas o recuerdos acompañados de expresiones corporales como gestos o actitudes. Desde una variedad de enfoques, se utiliza indistintamente el concepto emoción, con el de afecto y el de sentimiento. Sin embargo, cada uno tiene cierta especificidad, aunque están íntimamente relacionados. La emoción hace más referencia al modo de expresión en y con el cuerpo, a la afectación corporal; por eso, desde algunos abordajes, al estudiar las emociones, el énfasis o su explicación se hace desde la fisiología del cuerpo. En la actualidad, con la preponderancia de lo biológico y lo neurológico para el esclarecimiento de lo psíquico, este es el abordaje que prima cuando se habla de la emoción. El afecto remite a cierto impacto en la subjetividad, a partir de las emociones y de los sentimientos vividos, es un concepto más amplio al ligársele no solo a la reacción ante percepciones, sino también a las pasiones del ser humano y, en ese sentido, a los sentimientos de amor, odio, miedo, etc. Los tres conceptos implican impresiones en el ánimo, en el alma o espíritu (estos dos conceptos, en su acepción original, remiten a aquello que anima al ser humano, que lo alienta y le da vigor a sus actos, diferente de la fuerza y energía física, aunque necesario para que esta última se sostenga). El afecto y el sentimiento suponen, además, su vínculo con la significación, con lo más íntimo de la subjetividad, con el inconsciente.
En esta investigación se ha preferido hablar de emoción, y, más específicamente, de sufrimiento emocional profundo, para destacar el amarre de lo subjetivo con los sentimientos y su afectación corporal, en los y las estudiantes participantes en la investigación.
Así, al tomar las emociones vinculadas a los afectos, a las pasiones del ser y a los sentimientos, podemos indicar que no se están tomando solo como expresiones