El bosque. Харлан Кобен
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Читать онлайн книгу El bosque - Харлан Кобен страница 20
Volví a mirar a Chamique.
—La noche que la violaron no estaba haciendo estriptís, ¿verdad?
—¡Protesto!
—Presunta violación —corregí.
—No —dijo Chamique—. Me invitaron.
—¿La invitaron a una fiesta en la fraternidad donde viven el señor Marantz y el señor Jenrette?
—Sí.
—¿Le invitó el señor Marantz o el señor Jenrette?
—No.
—¿Quién la invitó?
—Otro chico que vivía allí.
—¿Cómo se llama?
—Jerry Flynn.
—Ya. ¿Cómo conoció al señor Flynn?
—La semana anterior había trabajado en la fraternidad.
—Cuando dice que trabajó en la fraternidad...
—Hice un estriptís para ellos —acabó Chamique.
Me gustó. Estábamos cogiendo el ritmo.
—¿Y el señor Flynn estaba allí?
—Estaban todos.
—Cuando dice «estaban todos»...
Señaló a los dos acusados.
—Ellos también estaban. Y un puñado de chicos.
—¿Cuántos calcula usted?
—Veinte, puede que veinticinco.
—De acuerdo, pero ¿fue el señor Flynn quien la invitó a la fiesta una semana después?
—Sí.
—¿Y usted aceptó la invitación?
Ya tenía los ojos húmedos, pero mantuvo la cabeza alta.
—Sí.
—¿Por qué decidió ir?
Chamique lo pensó un momento.
—Era como si un multimillonario te invitara a su yate.
—¿Estaba impresionada con ellos?
—Sí, claro.
—¿Y por su dinero?
—Eso también —dijo.
Me encantó esta respuesta.
—Y Jerry fue bueno conmigo cuando fui a hacer estriptís —continuó.
—¿El señor Flynn la trató bien?
—Sí.
Asentí. Me estaba adentrando en territorio muy peligroso, pero me lancé.
—Por cierto, Chamique, volviendo a la noche que la contrataron como estríper... —Noté que la voz se me volvía más profunda—. ¿Realizó otros servicios para alguno de los hombres del público?
La miré a los ojos. Tragó saliva, pero aguantó el tipo. Habló en voz baja, sin desafíos.
—Sí.
—¿Fueron favores de carácter sexual?
—Sí.
Bajó la cabeza.
—No se avergüence —dije—. Necesitaba el dinero. —Señalé la mesa de la defensa—. ¿Cuál es su excusa?
—¡Protesto!
—Aceptada.
Pero Mort Pubin no había terminado.
—Señoría, ¡esa afirmación ha sido una ofensa!
—Es una ofensa —acepté—. Debería castigar a sus clientes inmediatamente.
Mort Pubin se puso rojo. Su voz era un gimoteo.
—¡Señoría!
—Señor Copeland.
Levanté una mano hacia el juez en señal de reconocimiento y contrición. Soy un ferviente creyente en sacar a la luz todas las malas noticias durante mi interrogatorio, es decir a mi manera. Le quitas mucho hierro al asunto.
—¿Estaba interesada en el señor Flynn como posible novio?
Mort Pubin otra vez:
—¡Protesto! ¿Qué relevancia tiene?
—¿Señor Copeland?
—Sin duda es relevante. Ellos dirán que la señorita Johnson está inventando los cargos para aprovecharse económicamente de sus clientes. Intento establecer el estado de ánimo de la señorita Johnson aquella noche.
—Lo permitiré —dijo el juez Pierce.
Repetí la pregunta.
Chamique hizo una mueca y eso delató su edad.
—Jerry estaba fuera de mi alcance.
—¿Pero?
—Pero... no sé. Nunca había conocido a alguien como él. Me abrió una puerta para que pasara. Era tan amable. No estoy acostumbrada.
—Y es rico. Comparado con usted.
—Sí.
—¿Eso era importante para usted?
—Claro.
Me encantó su sinceridad.
Los ojos de Chamique fueron rápidamente hacia el jurado. La expresión desafiante había vuelto.
—Yo también tengo sueños.
Dejé que esto calara antes de continuar.
—¿Y qué sueños tenía esa noche, Chamique?
Mort estaba a punto de protestar otra vez, pero Flair Hickory le contuvo poniéndole una mano en el brazo.
Chamique se encogió de hombros.
—Es una tontería.
—Dígamelo de todos modos.