El Capitán Veneno. Pedro Antonio de Alarcón

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El Capitán Veneno - Pedro Antonio de Alarcón

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lo sabes, no tenemos recursos suficientes para cuidar y atender a una persona como ésta, del modo que lo harían Condesas y Generalas de verdad.

      – ¿Qué quiere decir de verdad? – exclamó vivamente la guipuzcoana. – ¿También tú vas a poner en duda mi categoría? ¡Yo soy tan Condesa como la del Montijo, y tan Generala como la de Espartero!

      – Tienes razón; pero hasta que el Gobierno resuelva en este sentido el expediente de tu viudedad, seguiremos siendo muy pobres…

      – ¡No tan pobres! Todavía me quedan mil reales de los pendientes de esmeraldas, y tengo una gargantilla de perlas con broches de brillantes, regalo de mi abuelo, que vale más de quinientos duros, con los cuales nos sobra para vivir hasta que se resuelva mi expediente, que será antes de un mes, y para cuidar a este hombre como Dios manda, aunque la rotura de la pierna le obligue a estar acá dos o tres meses… Ya sabes que el Oficial del Consejo opina que me alcanzan los beneficios del artículo 10 del Convenio de Vergara;89 pues, aunque tu padre murió con anterioridad, consta que ya estaba de acuerdo con Maroto…

      – Santurce… Santurce… Tampoco figura este condado en la Guía de Forasteros– murmuró borrosamente el Capitán, sin abrir los ojos.

      Y luego, sacudiendo de pronto su letargo, y llegando hasta incorporarse en la cama, dijo con voz entera y vibrante, como si ya estuviese bueno:

      – ¡Vamos claros, señora! Yo necesito saber dónde estoy y quiénes son ustedes… ¡A mí no me gobierna ni me engaña nadie! ¡Diablo, y cómo me duele esta pierna!

      – Señor Capitán, ¡usted nos insulta! – exclamó la Generala destempladamente.

      – ¡Vaya, Capitán! Estese usted quieto y calle… – dijo al mismo tiempo Angustias con suavidad, aunque con enojo. – Su vida correrá mucho peligro si no guarda usted silencio o si no permanece inmóvil. Tiene90 usted rota la pierna derecha, y una herida en la frente, que le ha privado a usted de sentido más de diez horas…

      – ¡Es verdad! – exclamó el raro personaje, llevándose las manos a la cabeza y tentando las vendas que le había puesto el médico. – ¡Esos pícaros me han herido! – Pero, ¿quién ha sido el imprudente que me ha traído a una casa ajena, teniendo91 yo la mía, y habiendo hospitales militares y civiles? – ¡A mí no me gusta incomodar a nadie, ni deber favores, que maldito92 si merezco ni quiero merecer! – Yo estaba en la calle de Preciados…

      – Y en la calle de Preciados está usted número 14, cuarto bajo… – interrumpió la guipuzcoana, desentendiéndose de las señas que le hacía su hija para que callase. ¡Nosotras no necesitamos que nos agradezca93 usted cosa alguna, pues no hemos hecho ni haremos más que lo que manda Dios y la caridad ordena! – Por lo demás, está usted en una casa decente. Yo soy doña Teresa Carrillo de Albornoz y Azpeitia, viuda del general carlista D. Luis Gonzaga de Barbastro, convenido en Vergara94 (¿Entiende usted? Convenido en Vergara, aunque fuese de un modo virtual, retrospectivo e implícito, como en mis instancias se dice.) El cual debió su título de Conde de Santurce a un real nombramiento de don Carlos V, que tiene que revalidar doña Isabel II, al tenor del artículo 10 del Convenio de Vergara. ¡Yo no miento nunca, ni uso nombres supuestos, ni me propongo con usted otra cosa que cuidarlo y salvar su vida, ya que la Providencia me ha confiado este encargo!..

      – Mamá, no le des cuerda… – observó95 Angustias. – Ya ves que, en lugar de aplacarse, se dispone a contestarte con mayor ímpetu…

      – ¡Y es que el pobre está malo… y tiene la cabeza débil! ¡Vamos, señor Capitán! Tranquilízese usted y mire por su vida…

      Tal dijo la noble doncella con su gravedad acostumbrada. Pero el Capitán no se amansó por ello, sino que la miró de hito en hito con mayor furia, como acosado jabalí a quien arremete nuevo y más temible adversario, y exclamó valerosísimamente:

      X

      EL CAPITÁN SE DEFINE A SÍ PROPIO

      – ¡Señorita!.. En primer lugar, yo no tengo la cabeza débil, ni la he tenido nunca, y prueba de ello es que no ha podido atravesármela una bala. En segundo lugar, siento muchísimo que me hable usted con tanta conmiseración y blandura, pues yo no entiendo de suavidades, zalamerías ni melindres. Perdone usted la rudeza de mis palabras, pero cada uno es como Dios lo ha criado, y a mí no me gusta engañar a nadie. ¡No sé por qué ley de mi naturaleza prefiero que me peguen un tiro a que me traten con bondad!96 Advierto a ustedes, por consiguiente, que no me cuiden con tanto mimo, pues me harán reventar en esta cama en que me ha atado mi mala ventura… Yo no he nacido para recibir favores, ni para agradecerlos o pagarlos; por lo cual he procurado siempre no tratar con mujeres, ni con niños, ni con santurrones, ni con ninguna otra gente pacífica y dulzona… Yo soy un hombre atroz, a quien nadie ha podido aguantar, ni de muchacho, ni de joven, ni de viejo, que principio a ser… ¡A mí me llaman en todo Madrid el Capitán Veneno! Conque pueden ustedes acostarse, y disponer, en cuanto sea de día, que me conduzcan en una camilla al Hospital general. He dicho.97

      – ¡Jesús,98 qué hombre! – exclamó la horrorizada Dª. Teresa.

      – ¡Así deben ser todos! – respondió el Capitán. – ¡Mejor andaría el mundo, o ya se habría parado hace mucho tiempo!

      Angustias volvió a sonreírse.

      – ¡No se sonría usted, señorita; que eso es burlarse de un pobre enfermo, incapacitado de huir para librarla a usted de su presencia! – continuó diciendo el herido con algún asomo de melancolía. – ¡Harto sé que les pareceré a ustedes muy mal criado; pero crean que no lo siento mucho! ¡Sentiría, por el contrario, que me estimasen ustedes digno de aprecio, y que luego me acusasen de haberlas tenido en un error! ¡Oh! Si yo cogiera al infame que me ha traído a esta casa, nada más que a fastidiar a ustedes y a deshonrarme…

      – Trajímosle en peso yo y la señora y la señorita… – pronunció la gallega, a quien habían despertado y atraído las voces de aquel energúmeno. – El señor estaba desangrándose a la puerta de casa, y entonces la señorita se ha condolido de él. Yo también me condolí algo. Y como también se había condolido99 la señora, cargamos entre las tres100 con el señor, que ¡vaya si pesa,101 tan cenceño como parece!

      El Capitán había vuelto a amostazarse102 al ver en escena a otra mujer; pero la relación de la gallega le impresionó tanto, que no pudo menos de exclamar:

      – ¡Lástima que no hayan ustedes hecho esta buena obra por un hombre mejor que yo! ¿Qué necesidad tenían de conocer al empecatado Capitán Veneno?

      Doña Teresa miró a su hija, como para significarle que aquel hombre era mucho menos malo y feroz de lo que él creía, y se halló con que Angustias seguía sonriéndose con exquisita gracia, en señal de que opinaba lo mismo.

      Entretanto, la elegíaca gallega decía

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<p>89</p>

Convenio de Vergara, Treaty of Vergara, i.e. the terms of agreement between General Espartero for the queen, and General Maroto for the Carlists.

<p>90</p>

Tiene and (21) ha in this same sentence: what is the difference?

<p>91</p>

teniendo… habiendo: let the student note the distinct meanings.

<p>92</p>

que maldito…, accursed, condemned: translate, and blamed if I deserve them.

<p>93</p>

nos agradezca cosa alguna, that you thank us for anything: the construction is nos dative, and cosa alguna accusative, and the subjunctive in a subordinate clause dependent upon necesitamos.

<p>94</p>

convenido , signer, party to: sense of convenirse, fall in with, adjust oneself.

<p>95</p>

des cuerda: the figure is of winding an old-style clock.

<p>96</p>

a que me traten con bondad, to their treating me with kindness: Alarcón admired the Spanish general O'Donnell greatly, and seems to have taken him as the prototype of Captain Veneno. Alarcón was with O'Donnell in Africa, and wrote, in the Diario de un testigo, in detail of O'Donnell's frank, abrupt, even harsh bearing. The wound in the head was possibly suggested also by a great scar on an Arab's head, of which Alarcón tells in the Diario.

<p>97</p>

He dicho, I have done, or I have spoken: at the end of a speech, like amen at the end of a prayer; it is the dixi of the Roman orators.

<p>98</p>

¡Jesús…! all the characters of this story use oaths and asseverations, except the servant girl. Translate here: Heavens!

<p>99</p>

condolido: this verb 'pity' repeated becomes comical; poor rhetoric. Like Ormulum's Alls iff þu drunnke waterrdrinnch, As if thou drankest a waterdrink.

<p>100</p>

entre las tres, we three, where entre is losing its prepositional force, as it has in entrambos, entre usted y yo. Rubén Darío says (Autobiografía, p. 61): Entre él y otros amigos me arreglaron mi viaje a Chile, He and other friends provided (money) for my trip to Chile. Entre ellos y los soldados… lo cogieron, they and the soldiers caught him.

<p>101</p>

¡vaya si pesa…! my but you are heavy! cf. ¡Vaya que susto me has dado! Oh, what a scare you gave me! Una carta de tu tío, y ¡vaya si es gorda! A letter from your uncle, and my but it's big! Alarcón in Moros y Cristianos. ¡Vaya si me lo llevaré! Surely I'll take it (the secret) to the grave with me! Moros y Cristianos. Novelas Cortas, Giese ed., p. 109.

<p>102</p>

amostazarse: from mostaza, mustard: cf. pepper, ginger, in familiar parlance.