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La tradición rabínica y mística había estudiado ya los trece atributos divinos. La cábala (kabbalah: «tradición»), por su parte, incluye un conjunto de doctrinas de carácter esotérico, fruto de especulaciones sobre el sentido oculto de los textos sagrados y el simbolismo de los números que se le vinculan, pero también sobre visiones extáticas de connotación profundamente mística. El Sefer Yetzirá o Libro de la Creación constituye su primera enseñanza escrita y data aproximadamente del siglo III d. de C. En él se presenta un esquema cosmológico: diez sephiroth o diez cualidades o diez modalidades son dispuestas según tres columnas (que constituyen el «árbol cabalístico»), tres por tres (más una); las veintidós vías que las reúnen corresponden a las veintidós letras del alfabeto hebreo. La Creación, por tanto, se produce por medio de estos treinta y dos elementos primordiales inundados por la Luz divina, asimilables a las destacadas «treinta y dos vías de la Sabiduría».[4] Además, hay que considerar cuatro «mundos»: atsilut, beriyá, yetsirá y asiyá.
Es en la Edad Media, en Provenza, donde surge el Sefer ha-Bahir o Libro de la Claridad, en el que los sephiroth revisten el aspecto de modalidades o atributos divinos. El primer místico judío provenzal que conoció y practicó el Sefer ha-Bahir fue Isaac el Ciego (1160-1235), hijo del rabino Abraham ben David de Posquières (1120-1198). A partir de ahí, la cábala se propagó por Cataluña con los rabinos Ezra ben Solomon, Azriel y el famoso Moisés ben Nahman (1195-1279); luego, por Castilla, con los hermanos Jacob e Isaac Cohen. Fue en este momento cuando los cabalistas elaboraron sus sistemas de permutación y combinación de letras del alfabeto hebreo, así como su numeración de vocación mística: guematria, temurá y notarikon.
En el terreno de la cábala extática, en el siglo XIII, el gran místico judío Abraham ben Samuel Abulafia se planteó el devekut o unión mística con Dios. En esa misma época aparece otra obra clave de la cábala: el Sefer ha-Zohar o Libro del Esplendor, atribuido a Simeón bar Yohai y en realidad compilado por el castellano Moisés de León (1240-1305). Su contenido sigue siendo complejo y parece derivar de principios neoplatónicos, al igual que los sistemas de gematria, temurá y notarikon se asemejan a las técnicas helenistas (al poseer las letras griegas sus correspondencias numéricas). Isaac Luria proporcionará al Renacimiento una síntesis apreciable de la cábala.
El movimiento hasídico particular de Polonia
Fue en Polonia donde, en el siglo XVIII, el hasidismo, procedente de Alemania, realizó una de las más ricas síntesis del misticismo judío. Su fundador fue Israel ben Eliezer, más conocido con el nombre de Baal Shem Tov (Besht), acompañado del profeta Dov Baer.
El movimiento tomo rápido impulso, a pesar de la reacción de las autoridades judías establecidas. Aunque fue calificado con el mismo nombre, a diferencia de los judíos píos (hassidim) que practicaban una ascesis rigorista, este movimiento preconizaba vivir en la alegría de la omnipresencia de Dios, perdiéndose en la unión divina (devekut) por la ascensión del alma (aliyat haneshamah), bañada por la Luz eterna, sin fustigar en absoluto al mundo, la carne y los placeres naturales.
Muchas leyendas llenas de razón, que relatan sus tradiciones, siguen existiendo. Los hassidim más místicos utilizan la práctica de cantos y danzas extáticas en las que se pierden en el gozo de la contemplación divina, antes de «volver a descender» (yeridah le-tsorekh aliyah) para «levantar a la comunidad en su objetivo de la ascensión».
REFORMA DEL JUDAÍSMO EN OCCIDENTE
A finales del siglo XVIII, en el contexto de la filosofía de las Luces, el filósofo alemán Moisés Mendelssohn (1729-1786), aunque era profundamente religioso, propuso una adaptación de los valores cultuales judaicos a los valores culturales occidentales. Esta especie de compromiso recibió el nombre de Haskala.
Sus ideas, que abrían la vía a la emancipación, surcan su obra, como demuestra su introducción a la versión alemana de los Vindiciae Judeorum, del Rabí de Amsterdam, Manasse ben Israel. Esta sigue siendo considerada el texto fundador de la Haskala. Hace una distinción muy clara entre los ámbitos religioso y civil. El respeto de las leyes civiles en vigor entre los judíos, en los países occidentales en que viven, sigue siendo esencial, al igual que su participación efectiva en la cultura occidental.
Esto es así por un doble motivo: en primer lugar, como ostentación del antijudaísmo larvario y también ¡porque era conveniente ser «un buen judío en casa y un buen ciudadano en la calle»!
En seguida tomó un gran impulso todo un movimiento de reforma profunda del judaísmo, en sus ritos religiosos, con Abraham Geiger (1810-1874), con el objetivo de adaptarse a las reglas del modernismo occidental del siglo XIX. Este, si bien sedujo a los medios intelectuales alemanes y americanos, fue profundamente rechazado por las masas populares. Por tanto, no tardó mucho en suscitar una viva reacción por parte de la ortodoxia judía, con la pluma de Samson Raphael Hirsch (1808-1888), en Neunzehn Briefe über Judentum (Diecinueve cartas sobre el judaísmo), obra en la que se esfuerza por «re-hebraizar» el pensamiento judío y preconiza el seguimiento de la halakha. Los conservadores judíos, por su parte, se situaron a medio camino entre los ortodoxos y los reformadores moderados dentro de las ideas de las «Luces» (maskilim), representadas por Moisés Mendelssohn.
TEXTOS JUDAICOS (EXTRACTOS)
Libro de Isaías
• Sobre el «monoteísmo absoluto»
Así habla el Señor, rey de Israel, y su Redentor, el Señor de los ejércitos: Yo soy el primero, y el último, y fuera de mí no hay otro dios.
¿Quién como yo? Que se adelante, que hable, que lo diga y se compare conmigo.
¿Quién anuncia el futuro desde el principio? Que anuncie lo que ha de suceder.
No temáis ni os conturbéis: Yo he sido el que desde el principio te lo hice saber a ti, y te lo predije: vosotros sois mis testigos.
¿Hay por ventura otro dios fuera de mí, u otro hacedor de las cosas a quien yo no conozca?
• Sátira contra la idolatría
Todos son forjadores de ídolos; no son nada, y sus obras favoritas son inútiles. Sus siervos no ven nada ni comprenden nada. Por ello quedarán cubiertos de vergüenza.
¿Quién forja a un dios y funde una estatua para nada?
He aquí que los devotos de la estatua quedarán cubiertos de vergüenza, y sus artesanos se avergonzarán también. Que se junten y aparezcan todos: quedarán cubiertos de espanto y vergüenza.
Un herrero trabaja sus brasas y forja su obra con martillo. Trabaja con brazos vigorosos. Está hambriento y agotado. No bebe agua y se cansa.
El escultor de la madera toma medidas, dibuja la imagen con tiza, trabaja el cincel y sigue el dibujo con el compás. Hace la estatua con proporciones humanas, conforme al rostro de un hombre, para que habite en un templo. La madera procede del cedro, o bien ha sido tomada del ciprés o del roble, y se la ha adjudicado de entre los árboles del bosque, o bien ha plantado un cedro que la lluvia ha hecho crecer. Para la gente, son buenos para ofrecer fuego.
El hombre la toma para calentarse.
4
Véase la bibliografía, al final del libro, y consúltese también P. Rivière,