Asesinos Alienígenas. Stephen Goldin
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Se debe notificar a alguien. Ella miró alrededor de la sala escasamente amoblada para algunos dispositivos de comunicaciones. No parecía que hubiese alguien. El escritorio de Chalnas estaba vacío y sin cambio alguno. Algunos controles digitales estaban sobre la mesa de Levexitor, pero él se encontraba extendido sobre ellos y ella no podía moverlo. Incluso si pudiese, los controles no habrían sido intuitivos.
El cuerpo de Levexitor se sacudió de la mesa, repentinamente. No era un movimiento conscientemente controlado. Mientras Rabinowitz observaba, unas manos no visibles jugaban con el panel de control sobre el escritorio. Entonces, la oficina del alienígena desapareció repentinamente, y ella se encontró de vuelta en su propia sala de giro.
Cruzó sus brazos fuertemente, y se sentó sobre su silla de extensión, temblando como una hoja. Sus dientes realmente castañeaban; no podía recordar hacer eso desde cuando leyó “El Corazón Delator” por primera vez, a los catorce años. Cerró sus ojos e intentó regular sus repentinos jadeos para respirar.
Lentamente, muy lentamente, retomó el control. Forzó a sus temblorosos labios a decir, “Teléfono: San Francisco, Interpol, detective Hoy.” En unos instantes, el rostro sonriente del detective apareció ante ella.
“Qué placentera sorpresa, Srta. Rabinowitz,” dijo. “No creí que volvería a hablar con usted tan pronto.”
“No es placentera,” dijo. “Para nada. Tendrá que contactar a las autoridades en Jenithar. Acaba de sucederle algo a Levexitor. Creo que fue asesinado.”
***
“Me siento tan estúpida,” dijo Rabinowitz. “Me llené de pánico como una tonta adolescente. Yo no estaba en peligro. No pudo haberme tocado—”
“Usted estuvo presente cuando la vida de alguien terminó de forma violenta,” dijo Hoy cómodamente desde el otro lado del escritorio parlante. “O al menos, se encontraba telepresente. Creo que no sería natural que usted no hubiese entrado en shock.”
“Él estaba justo allí conmigo,” prosiguió Rabinowitz. “El asesino. No pude verlo, no pude escucharlo, pude tocarlo. Pero estuvo allí, sin embargo. Se encontraba en el mundo real y yo en el virtual, pero teníamos un enlace en común—Levexitor. ¿Cree usted que me vio?”
Hoy hizo una pausa. “Bien, pudo haber monitoreado el computador de Levexitor sin encontrarse en el espacio. ¿Su imagen proyectada es igual a la real?”
“Básicamente. Estoy bastante satisfecha con mi imagen.”
“Estoy totalmente de acuerdo con usted.” Dijo Hoy con una amplia sonrisa.
“Gracias, detective. Cada vez que pienso que usted tiene mucha determinación, me decepciona educadamente. Supongo que no importa si él me vio o no. Levexitor dijo mi nombre con suficiente frecuencia. El asesino debe haber estado allí todo ese tiempo. Eso explica las extrañas pausas de Levexitor. Por lo menos esto significa que estoy fuera de la lista de sospechosos.”
“Bien, lamento decepcionarle, pero no. Usted pudo haber asesinado a Levexitor para cubrir sus pistas al saber que yo sospechaba de usted.”
“Usted tiene una mente realmente paranóica.”
“Es mi trabajo. Aunque usted se ha movido más abajo en la lista.”
“Gracias.” Rabinowitz lo miró directamente hacia los ojos. “¿Quién más está en ese listado? ¿Qué clase de compañía estoy llevando?”
“No necesita preocupar su linda cabecita con eso.”
“Si uno de los sospechosos asesinó a Levexitor y sabe quién soy yo, puede intentar silenciarme. Debo protegerme. Sigo siendo un testigo, incluso si no vi nada.”
Hoy estaba pensativo. “Bien, si es culpable, esta no será ninguna gran sorpresa para usted. Jivin Rashtapurdi definitivamente se encuentra en alguna parte del plan.”
“¿El gángster?”
“No, el tendero. Y estamos buscando a otro agente llamado Peter Whitefish. ¿Lo conoce?”
“He hecho algunos negocios con él.”
“¿Y su opinión sobre él?”
“Él representa a sus clientes en el modo que él cree mejor para sus intereses.”
“¿Eso significa?”
“Significa que hay algo como cortesía profesional. ¿Alguien más en la lista?”
“También hay algunas cosas que prefiero no decir.”
“Es una lista corta.”
“Las mujeres siempre dicen que lo importante es la calidad, no la cantidad.”
“Sólo lo hacemos por lástima. ¿Algún nombre afuera de la Tierra?”
“No investigo afuera de la Tierra, sólo aquí. Soy de la Interpol, no de la CPI, ¿recuerda?”
Rabinowitz se puso de pie. “Bien, estuvo bien de su parte el darme una mano durante mi pequeño ataque de pánico—”
“Desearía realmente haber tomado su mano. Eso pudiera haber sido divertido.”
“—pero de verdad sólo tuve dos horas de sueño durante las cuarenta y dos horas anteriores. Mi alarma de enojo se encenderá dentro de unos siete minutos, y no querrá usted estar cerca cuando eso suceda. Hasta mi alarma pre-menstrual se queda corta en comparación.”
“Entonces intentaré atraparla cuando esté de un mejor humor. La puerta está por aquí, ¿verdad?”
“Está aprendiendo. Es una señal positiva.”
Esta vez, Rabinowitz tuvo seis horas de sueño antes de que un oficial de policía llamara.
***
“Sólo deseo alquilar un cuerpo,” dijo Rabinowitz de manera gruñona, “no estoy pidiendo un crédito bancario.”
“Hay normas estrictas,” dijo el alienígena. El jenitharpio no se acobardó, pero el gesto de su imagen virtual reflejaba vulnerabilidad frente a la burocracia. “Si por error yo le diese una talla corporal equivocada, perdería mi licencia. Y mi gobierno tiene leyes estrictas que prohíben a los criminales convictos telepresentarse en Jenithar. Por favor, responda todas las preguntas.”
“Su policía me pidió venir. Desean que yo inspeccione la escena de un homicidio.”
“Entonces es mejor que llene el formulario rápidamente.”
“Me alegra no tener que hacer esto cada vez que visito Jenithar,” murmuró Rabinowitz. “Girar es mucho más civilizado.”
Le entregó su registro biográfico estelar estándar al funcionario y se aseguró de que las respuestas que introdujo se encontraban en los campos adecuados. “Nombre completo: Deborah Esther Rabinowitz. Número de identificación: 5981–5523–5514–2769467–171723. Fecha de nacimiento: 17/46/3/22/54 interestelar. Educación: