No Hagas Soñar A Tu Maestro. Stephen Goldin

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No Hagas Soñar A Tu Maestro - Stephen  Goldin

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vez más con la mano, y lo destornilló rápidamente. Veinte segundos. Usó sus largos y estrechos dedos con cuidado para fisgonear el temporizador y poder examinarlo. Solamente quedaban un grupo de cables.

      Diez segundos. No había tiempo para fallar. Wayne guardó su destornillador electrónico y saco su cortador de cables. Con un par de movimientos certeros, un par de cables fueron cortados. La pantalla del temporizador se detuvo cuando faltaban cinco segundos para la detonación.

      Se dejó caer junto al muro, soltando un gran suspiro de descanso. Janet se sentó junto a él, cuyo rostro también mostraba tranquilidad. Los abrazó y besó en los labios con delicadeza; la mirada en sus ojos prometían mayor recompensa más tarde.

      Entonces se levantó y lo ayudó a que se pusiera en pie. Él puso su brazo alrededor de los hombros de ella para que no tuviera que usar su pie “malherido”. Aquella posición forzó a su cuerpo a permanecer cerca del de ella, permitiendo a los telespectadores —y él mismo— disfrutar de aquella sensación.

      “Veamos lo que el Jefe dice ahora sobre si somos capaces de llevar una situación con explosivos” sonrió Janet, refiriéndose al inicio del Sueño. Wayne sonrió junto a ella mientras recorrían juntos el pasillo.

      Alrededor suyo, las paredes empezaron a oscurecerse. El Sueño había finalizado. Era hora de regresar a la vida real.

       Capítulo 3

      

      El Casco del Sueño parecía quemarse cuando aquel cubículo blanco se materializó de vuelta a la realidad. Wayne tenía que luchar contra el impulso de arrancárselo; en su lugar, se lo sacó con cuidado de su cabeza y lo colocó sobre el sofá junto a él. A veces me pregunto como puedo aguantarlo, pensó, sabiendo que a su vez no podría vivir sin ello. Como Soñador, era adicto al Casco del Sueño —emocional, no físicamente— tal como lo era un yonki a su heroína. Existía una sensación especial que conocían todos los Soñadores. Soñar era una parte de ellos, por eso se convirtieron en Soñadores.

      Su estómago estaba avisándole como de hambriento se sentía. Podía comer antes de empezar su Sueño, pero no copiosamente, pues lo distraería de su representación si su estómago estuviera demasiado lleno. Y Soñar en si mismo le cansaba mucho, y aunque la estación amplificaba sus señales para que pudieran llegar a miles de telespectadores que lo habían sintonizada, todavía tenía que proyectar una gran parte de si mismo en su papel. Cualquier buen actor conoce la sensación de entregarse a si mismo por completo a su trabajo convirtiéndose tal experiencia como la de un duro día de trabajo manual. Wayne solía terminar hambriento cuando terminaba un Sueño, y nunca dejada de preguntarse como sería Vince Rondel haciendo tal esfuerzo.

      Ernie White llamó a la puerta de su cubículo. “Ya está, Wayne”. El Sueño había terminado oficialmente, sin ningún tipo de problemas técnicos de los que preocuparse. Si hubiera alguno en la red, deberían empezar un Sueño nuevo tras los obligatorios catorce minutos de descanso, simplemente trayendo a un nuevo Soñador para empezar otra historia. Pero Sueños Dramáticos tan sólo era una cadena local de L.A. No tenían la infraestructura para estar toda la noche emitiendo. A veces tenían la suerte de poder apretar todos sus recursos para hacer algo toda la noche. Podían usar a Wayne y Janet primero uno y después otro en lugar de ambos en el mismo Sueño, pero eso supondría un decrecimiento de la audiencia por el factor de identificación de género. Bill DeLong, el coordinador del programa, jugó con las audiencias usando dos Soñadores juntos. Fue un juego que, aparentemente, podría haber perdido.

      Los telespectadores en sus casas no tenían que levantarse y reajustar la configuración de sus Cascos del Sueño para poder cambiar las cadenas durante la noche. Cada cadena publicaba resúmenes y horarios de sus Sueños de la noche, tanto en formato diario en papel como en la Web; el telespectador podía planificar la selección sin tener que moverse. En ese momento, veintidós mil Cascos del Sueño en L.A estaban funcionando a la vez. Algunos de ellos se apagarían por completo, pero la mayoría cambiarían la emisión de una cadena a otra.

      Cuando Wayne salió de su cubículo, se encontró de frente con un hombre calvo con bastantes marcas en su frente. “¿Ha ido todo bien?” preguntó Mort Schulberg, el mánager de la cadena. “Ernie dijo que hubo un pequeño fallo en el penúltimo acto”.

      “Pequeño es la palabra” dijo Wayne algo irritado. Levantó la mirada para ver a White, pero el ingeniero hizo ver que no lo veía debido a lo ocupado que estaba en los controles. “No tienes que preocuparte por ello”.

      “Por supuesto, pero no es tan fácil como dices”. Schulberg se puso a caminar dentro de la oficina como un muñeco articulado. “Para ti, tan sólo es un trabajo. No tienes a ningún superior controlándote en todo momento, sobretodo los del FCC. Forsch, su hombre, estará pasado mañana aquí para comprobar el trabajo de Spiegelman. ¿Cuándo empezarás a preocuparte? ¿Después de que le quiten la licencia?

      “Solo fue un fallo tonto” repitió Wayne. Parece que, una vez más, se le esté comparando implícitamente con el perfecto Vince Rondel. Rondel era un Maestro de los sueños. Todo lo que Rondel hacía era perfecto. Rondel nunca cometía errores. Por supuesto —Rondel era bueno, y Wayne tan sólo un recién llegado a la cadena, pero eso no le daba derecho a criticar cada error que cometía.

      “Sé que no soy Vince Rondel, pero hago un buen trabajo en los Sueños” añadió mientras su voz empezaba a apagarse. “Janet y yo vamos perdiendo coordinación —y lo haríamos mejor si tuviésemos nuestros guiones un día o dos antes”.

      “Estamos trabajando bien juntos, Mort” dijo Janet mientras salía de su cubículo. Había estado escuchando la conversación, y sus palabras interrumpieron a Wayne. Se dio cuenta que ella estaba intentando calmar la situación, y le gustaba. “Este último acto funcionó como un reloj”.

      Schulberg estaba preparado para contestar a Wayne con alguna de sus típicas respuestas, pero no fue así pues le giró la cara. Janet sabía como jugar con él y ser femenina al mismo tiempo, pudiendo anticiparse a los instintos de Schulberg. “¿Estás segura?”.

      “Quizás querías que yo lo hubiera parado todo para preguntarle al público?” dijo Janet, imitando el acento de Schulberg.

      Wayne no podía ver como Ernie White reía en su despacho de ingeniero, a pesar de encontrarse de espaldas sin poder escuchar la conversación. Con la cara roja, Schulberg dijo sin rencor “Por supuesto, seguid con ello, reíros de mi. Es lo que soy, tan sólo un tipo gracioso que paga vuestras nóminas. Me gustaría veros reír cuando el FCC cierre la cadena y a vosotros no os lleguen más nóminas. Entonces sabréis de que va el desempleo.

      Abandonó la sala negando con la cabeza caminando desde la sala hasta la oficina murmurando algo tan bajo que no lo podían oír. “Si no estuviera al cargo de este lugar, otro gallo cantaría...”

      Wayne le devolvió una sonrisa a Jane. “Gracias por ayudarme. Empezaba a ser insoportable”.

      “Eso nos pasa a todos” contestó Janet. “En especial con los Sueños —estamos todos un poco sensibles. Pero no deberías dejar que Mort haga eso contigo. No se lo toma con algo personal, tan sólo es innato en él preocuparse por lo profesional.

      “Lo sé. Pero me siento como el nuevo”.

      “Mejor aléjate de Mort hasta que todo lo de FCC haya terminado. Realmente está pudiendo con él, y no me compadezco. Todos estaremos mejor cuando haya terminado”.

      Wayne

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