Destinada . Морган Райс

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Destinada  - Морган Райс Diario de un Vampiro

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recordarlo todo, la falta de drenaje, la falta de baños-el hedor de los viejos tiempos. Eso lo enfermaba.

      Kyle sintió que lo empujaban en todas direcciones, mientras la multitud de todas las razas y clases crecía más y más mientras corrían de aquí para allá. Se maravilló ante los escaparates sencillos, que vendían  antiguos sombreros italianos. Se maravilló de los niños pequeños, vestidos con trapos que corrían hacia él para venderle piezas de fruta. Algunas cosas nunca cambian.

      Kyleobló en un callejón sórdido y estrecho que recordaba bien, con la esperanza de que todavía fuera como antes. Le encantó descubrir que aun lo era: delante de él había decenas de prostitutas apoyadas contra las paredes, lo llamaban mientras caminaba.

      Kyle sonrió con gusto.

      Cuando se acercaba a una de ellas -una mujer grande, pechugona con el pelo teñido de rojo y demasiado maquillaje-, ella extendió la mano y le acarició la cara con la mano.

      "Hey muchchote", dijo, "quieres pasar un buen momento? ¿Cuánto tienes? "

      Kyle sonrió, pasó su brazo alrededor de ella y la condujo por un callejón lateral.

      Aleremente, ella lo siguió.

      Tan pronto como doblaron la esquina, ella dijo: "No has respondido a mi pregunta. ¿Cuánto tienes… "

      Era una pregunta que ella nunca terminaría.

      Antes de que pudiera acabar de hablar, Kyle ya había hundido sus dientes profundamente en su cuello.

      Trató de gritar, pero él tapo su boca con la mano libre, y la atrajo hacia sí, bebiendo y bebiendo. Sintió la sangre humana fluir a través de sus venas y se sintió eufórico. Había estado reseco, deshidratado. El viaje en el tiempo lo había agotado y esto era exactamente lo que necesitaba para recuperar el ánimo.

      Cuando sintió que el cuerpo de la mujer se relajaba, chupó más y más, bebió más de lo que necesitaba. Por último, completamente saciado, dejó caer el cuerpo inerte al suelo.

      Cuando se volvió y se preparó para salir, un hombre enorme, sin afeitar, sin un diente, se le acercó. Él sacó un puñal de su cinturón.

      El hombre miró a la mujer muerta, luego a Kyle, e hizo una mueca.

      "Era de mi propiedad", dijo el hombre. "Espero que tengas dinero."

      El hombre dio dos pasos hacia Kyle y con la daga se abalanzó sobre él.

      Kyle, con sus reflejos de rayo, fácilmente lo eludió, agarró la muñeca del hombre, la jaló hacia atrás en un solo movimiento, y rompió su brazo por la mitad. El hombre gritó pero, antes de que pudiera terminar, Kyle le arrebató la daga de las manos y en el mismo movimiento le cortó la garganta. Dejó caer el cuerpo muerto sobre la calle.

      Kyle miró la daga, una pequeña cosa intrincada, con mango de marfil, y asintió con la cabeza. No era del todo malo. Se la metió en el cinturón y , con el dorso de la mano, se limpió la sangre de la boca. Respiró profundamente y por último caminó por el callejón hacia la calle.

      ¡Oh, cómo había extrañado a Roma.

      CAPÍTULO TERCERO

      Caitlin caminó con el sacerdote por el pasillo de la iglesia, después de bloquear la puerta principal y de sellar todas las demás entradas. El sol se había puesto y él encendía antorchas mientras caminaba, las enormes habitaciones se iban iluminando gradualmente.

      Caitlin miró hacia arriba y notó las cruces enormes y se preguntó por qué se sentía tan en paz allí. ¿No se supone que los vampiros temen a las iglesias? A las cruces? Recordó la casa de la Cofradía  Blanca en los Claustros de Nueva York, y las cruces que habían forrado las paredes. Caleb le había dicho que ciertas razas de vampiros aceptaban a las iglesias. Él se había enganchado en un largo monólogo sobre la historia de la raza de los vampiros y su relación con el cristianismo, pero ella no lo había escuchado con atención en aquel momento, estaba demasiado enamorada de él. Ahora, deseaba haberlo escuchado.

      El sacerdote vampiro condujo a Caitlin por una puerta lateral, y Caitlin descendió por una escalera de piedra. Caminaron por un pasadizo medieval arqueado, mientras él seguía encendiendo antorchas a su paso.

      "No creo que vayan a regresar", dijo, cerrando otra entrada a su paso. "Van a peinar el campo buscándote, y cuando no te encuentren, regresarán a sus hogares. Es lo que hacen siempre."

      Caitlin se sentía a salvo allí, y estaba muy agradecida por la ayuda de este hombre. Se preguntó por qué la había ayudado, por qué había puesto su vida en peligro para salvarla.

      "Porque soy de su tipo", dijo, volviéndose y mirándola directamente con sus ojos azules penetrantes.

      Caitlin siempre olvidaba con qué facilidad los vampiros podían leer la mente del otro. Pero, por un momento, había olvidado de que él era uno de los suyos.

      "No todos tememos a las iglesias", dijo, nuevamente respondiendo a sus pensamientos. "Sabes que nuestra raza se dividió. Nuestra especie -la benevolente- necesita las iglesias. Progresamos en su interior."

      Cuando doblaron por otro corredor y descendieron otro pequeño tramo de escaleras, Caitlin se preguntó a dónde la estaba conduciendo. Se agolpaban muchas preguntas en su mente y no sabía qué preguntarle primero.

      "¿Dónde estoy?" Preguntó ella, y se dio cuenta que era lo primero que le había dicho desde que se encontraron. Todas sus preguntas llegaban a raudales. "¿En qué país estoy? ¿Qué año es?"

      Él sonreía mientras caminaban, las líneas de la edad se amontonaban  en su rostro. Era un hombre bajo y frágil, con el pelo blanco, bien afeitado, con una cara de abuelo. Llevaba las elaboradas vestimentas de un sacerdote, incluso para un vampiro, se veía muy viejo. Caitlín se preguntó cuántos siglos habría estado en esta tierra. Sintió que él irradiaba amabilidad y calidez y se sintió muy en paz a su alrededor.

      "Son demasiadas preguntas," dijo finalmente con una sonrisa. "Entiendo. Es mucho para ti. Bueno, para empezar, estás en Umbría. En el pequeño pueblo de Asís ".

      Trato de pensar rápidamente, tratando de averiguar dónde estaba.

      "¿Es Italia?", preguntó.

      "En el futuro, sí, esta región será una parte de un país llamado Italia", dijo, "pero no ahora. Todavía somos independientes. Recuerda, "sonrió, “ya no estás en el siglo 21 -como habrás adivinado por el vestido y el comportamiento de los habitantes del pueblo. "

      "¿Qué año es?" Preguntó Caitlin en voz baja, casi con miedo de saber la respuesta. Su corazón latía más rápidamente.

      "Estás en el siglo 18", respondió. "Para ser más precisos: en el año 1790."

      1790. Asís. Umbría. Italia.

      La idea la abrumaba. Todo parecía irreal, como si estuviera en un sueño. No podía creer que le estuviera pasando, que ella estuviera realmente, realmente, allí, en ese tiempo y lugar. Ese viaje en el tiempo realmente funcionó.

      También se sintió un poco aliviada: de todos los tiempos y lugares en los que podría haber aterrizado, Italia, en 1790 no sonaba tan mal. No era como aterrizar en la prehistoria.

      "¿Por qué esas personas trataron de matarme? ¿Y quién es usted? "

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