Una Carga De Valor . Морган Райс
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Читать онлайн книгу Una Carga De Valor - Морган Райс страница 5
Thor se quedó allí y se sintió hueco por dentro, aplastado por la culpa. Había cometido demasiados errores de juicio. Si él no hubiera liberado a Durs, Conval podría estar vivo ahora.
Estando de espaldas hacia el Imperio, les daba a los soldados una oportunidad. Todos se apresuraron a través del círculo abierto, y Thor sintió que un martillo le pegaba en la parte posterior del omóplato; la fuerza del golpe lo envió al suelo, boca abajo.
Antes de que pudiera levantarse, varios soldados se abalanzaron sobre él; sintió sus pies en la espalda, después un soldado bajó la mano, lo sujetó del cabello y se inclinó sobre él con un puñal.
"Despídete, jovencito", dijo el soldado.
Thor cerró los ojos, y al hacerlo, se sintió transportado a otro mundo.
Por favor Dios, dijo Thor para sí mismo. Permíteme vivir este día. Dame la fuerza para matar a estos soldados. Déjame morir otro día, en otro lugar, con honor. Vivir lo suficiente para vengar esas muertes. Para ver a Gwendolyn una última vez.
Mientras Thor estaba allí tumbado, viendo la daga bajar, sintió que el tiempo se detenía. Sintió un repentino torrente de calor subir por sus piernas y torso y brazos, hasta la palma de sus manos, hacia la punta de sus dedos, un cosquilleo tan intenso que no podía cerrar sus dedos. La increíble ola de calor y energía estaba lista para estallar a través de él.
Thor giró, sintiéndose cargado con una nueva fuerza y dirigió su mano hacia su atacante. Una esfera de luz blanca emanaba de la palma de su mano y envió a su atacante a volar por el campo de batalla, derribando a otros soldados junto con él.
Thor se quedó parado, desbordante de energía y dirigió las palmas de sus manos por todo el campo de batalla. Al hacerlo, las bolas blancas de luz fueron hacia todas partes, creando olas de destrucción, tan rápida e intensamente, que en pocos minutos, todos los soldados del Imperio se encontraban apilados en un gran montón, muertos.
Cuando se calmó el calor del momento, Thor hizo un recuento. Él, Reece, O'Connor, Elden y Conven estaban vivos. Cerca estaban Krohn e Indra, también vivos, Krohn jadeando. Todos los soldados del Imperio estaban muertos. Y a sus pies Conval, muerto.
Dross estaba muerto también, una espada de Imperio le atravesó el corazón.
El único sobreviviente era Drake. Estaba allí tirado, gimiendo en el suelo, con la herida de una daga del Imperio, en el estómago. Thor se acercó a él, mientras Reece, O'Connor y Elden lo arrastraban con fuerza de sus pies, quejándose de dolor.
Drake, gimiendo de dolor, se mofó insolentemente, semiconsciente.
"Debiste habernos matado desde el principio", dijo Drake, brotando sangre de su boca, irrumpiendo en una larga tos. "Siempre fuiste demasiado ingenuo. Demasiado estúpido".
Thor sintió que sus mejillas enrojecían, y estaba aún más furioso consigo mismo por creerles. Estaba furioso, sobre todo, porque su ingenuidad resultó en la muerte de Conval.
"Sólo voy a preguntate esto una vez", gruñó Thor. "Dime la verdad, y te dejaremos vivir. Miéntenos y seguirás el camino de tus dos hermanos. Tú decides".
Drake tosió varias veces.
"¿Dónde está la Espada?", preguntó Thor exigiendo. "Di la verdad esta vez".
Drake tosió repetidas veces, y luego levantó la cabeza. Miró hacia arriba y se encontró con los ojos de Thor, y su mirada estaba llena de odio.
"Neversink", dijo Drake finalmente.
Thor miró a los demás, quienes a su vez lo miraron, confundidos.
"¿Neversink?", preguntó Thor.
"Es un lago sin fondo", Indra intervino, avanzando. "Al otro extremo del Gran Desierto. Es un lago de lo más profundo".
Thor frunció el ceño hacia Drake.
"¿Por qué?", le preguntó.
Drake tosió, sintiéndose cada vez más débil.
"Fueron órdenes de Gareth", dijo Drake. "Quería arrojarte a un lugar del que nunca volvieras".
"Pero, ¿por qué?", dijo Thor presionando, confundido. "¿Por qué destruir la Espada?".
Drake miró hacia arriba y se encontró con sus ojos.
"Si él no podía blandirla", dijo Drake. "Entonces nadie podría".
Thor lo miró largamente y con severidad, y finalmente, se sintió satisfecho de que estaba diciendo la verdad.
"Entonces nuestro tiempo es corto", dijo Thor, preparándose para irse.
Drake movió la cabeza.
"Nunca llegarás allá a tiempo", dijo Drake. "Son muchos días por delante. La Espada ya está perdida para siempre. Renuncia y regresa al Anillo, y no se dañen a ustedes mismos".
Thor meneó la cabeza.
"No pensamos como ustedes", contestó. "No vivimos para salvar nuestras vidas. Vivimos para el valor, para nuestro código de conducta. Y vamos a ir hacia donde eso nos lleve”.
"¿Ves a dónde te ha llevado tu valor hasta ahora?", dijo Drake. "Incluso con tu valor, eres un tonto, al igual que el resto de ellos. El valor es no sirve de nada".
Thor lo miró mofándose de él. No podía creer que había sido criado en una casa, que había pasado toda su infancia, con este sujeto.
Los nudillos de Thor se pusieron blancos mientras apretaba la empuñadura de su espada, queriendo más que nunca matar a ese muchacho. Los ojos de Drake siguieron sus manos.
"Hazlo", dijo Drake. "Mátame. Hazlo de una vez por todas".
Thor lo miró larga y duramente, con ganas de hacerlo. Pero Drake había dado su palabra de que si decía la verdad, no lo mataría. Y Thor siempre cumplía su palabra.
"No lo haré", dijo finalmente Thor. "Aunque te lo merezcas. No vas a morir por mi mano, porque eso me haría rebajarme a tu nivel".
Thor comenzó a dar vuelta para alejarse, Conven corrió hacia adelante y gritó:
"¡Por mi hermano!".
Antes de que cualquiera de ellos pudiera reaccionar, Conven levantó su espada y la empujó hacia el corazón de Drake. Los ojos de Conven estaban iluminados por la locura, por el dolor, mientras sostenía a Drake en el abrazo de la muerte, y lo veía caer inerte en el suelo, muerto.
Thor miró hacia abajo y sabía que la muerte era poco consuelo por la pérdida de Conven. Por la pérdida de todos. Pero, al menos, era algo.
Thor miraba hacia el vasto tramo del desierto ante ellos y sabía que la Espada estaba en algún lugar más allá de sus fronteras. Parecía que estaba a un planeta de distancia. Cuando pensó que su viaje había terminado, se dio cuenta de que todavía no había siquiera comenzado.
CAPÍTULO TRES
Erec estaba sentado entre las decenas de caballeros en el Salón de Armas del Duque dentro de su castillo, seguro detrás de las puertas de Savaria, todos ellos