Una Promesa de Hermanos . Морган Райс

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Una Promesa de Hermanos  - Морган Райс El Anillo del Hechicero

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Esperó y esperó, sabiendo que si no calculaba el tiempo a la perfección, sería pisoteado hasta la muerte.

      En el último segundo, Darius se apartó del camino rodando sobre sí mismo en el suelo y balanceó su espada, cortando las patas del zerta desde abajo.

      El zerta chilló y cayó de cabeza al suelo, su jinete salió volando y fue a parar al grupo de aldeanos.

      Un aldeano salió de entre la multitud y corrió hacia delante, sujetando una piedra grande por encima de su cabeza. Al darse la vuelta, Darius se sorprendió al ver que se trataba de Loti- la llevó en alto y, a continuación, la estampó contra el casco del soldado, matándolo.

      Darius escuchó el ruido de un galope y se dio la vuelta para descubrir a otro zerta que se le echaba encima. El soldado, a horcajadas encima de él, levantó su lanza y apuntó hacia él. No había tiempo para reaccionar.

      Un gruñido rasgó el aire y Darius se sorprendió al ver a Dray aparecer de repente, dando un salto alto en el aire hacia delante y morder el pie del soldado justo cuando arrojaba la lanza. El soldado se tambaleó hacia delante y la lanza fue directa hacia abajo, al barro. Se tambaleó y cayó del zerta de lado y, al golpear el suelo, varios aldeanos se abalanzaron sobre él.

      Darius miró a Dray, que fue corriendo a su lado, agradecido a él para siempre.

      Darius oyó otro grito de guerra y, al girarse, descubrió a otro oficial del Imperio cargando hacia él, levantando su espada y dirigiéndola hacia abajo, hacia él. Darius se dio la vuelta y lo esquivó, lanzando por los aires con un golpe de espada la otra espada antes de que pudiera alcanzarle el pecho. Entonces Darius giró y propinó una patada en los pies al soldado desde abajo. Este cayó al suelo y Darius le dio una patada en la mandíbula antes de que pudiera levantarse, dejándolo fuera de combate para siempre.

      Darius observó cómo Loti pasaba corriendo por su lado lanzándose de cabeza al grosor de la lucha mientras arrancaba una espada de la cintura de un soldado muerto. Dray se lanzó hacia delante para protegerla y a Darius le preocupó verla en medio de la lucha y deseaba proporcionarle seguridad.

      Loc, su hermano, se le adelantó. Corrió hacia delante y agarró a Loti por detrás, haciendo que soltara la lanza.

      “¡Debemos marcharnos de aquí!” dijo. “¡Este no es lugar para ti!”

      “¡Este es el único lugar para mí!” insistió ella.

      Sin embargo, Loc, incluso con una sola mano buena, era sorprendentemente fuerte y consiguió arrastrarla, protestando y dando patadas, lejos del grosor de la batalla. Darius le estaba más agradecido de lo que podía decir.

      Darius oyó el sonido del acero a su lado y, al darse la vuelta, vio a uno de sus hermanos de armas, Kaz, luchando contra un soldado del Imperio. Mientras Kaz una vez había sido un abusón y un dolor de muelas para Darius, ahora debía admitir que estaba feliz de tener a Kaz a su lado. Él veía cómo Kaz iba de un lado para el otro con el soldado, un guerrero formidable, golpe a golpe, hasta que al final el soldado, en un movimiento inesperado, venció a Kaz y tiró la espada de su mano.

      Kaz estaba allí, indefenso, con el miedo en el rostro por primera vez desde que Darius podía recordar. El soldado del Imperio, con sangre en sus ojos, dio un paso adelante para acabar con él.

      De repente, se oyó un ruido metálico y el soldado se congeló y cayó de cara al suelo. Muerto.

      Los dos echaron un vistazo y Darius se quedó perplejo al ver allí a Luzi, la mitad del tamaño de Kaz, sujetando una honda en su mando, vacía por haber disparado recientemente. Luzi sonrió satisfecho a Kaz.

      “¿Te arrepientes ahora de haber abusado de mí?” le dijo a Kaz.

      Kaz lo miró fijamente, sin habla.

      Darius estaba impresionado de que Luzi, después de la manera en que Kaz lo había atormentado durante todos sus días de entrenamiento, se había acercado a salvar su vida. Esto inspiraba a Darius a luchar con más fuerza.

      Darius, viendo al zerta abandonado pisoteando salvajemente a sus filas, se apresuró hacia delante, corrió a su lado y lo montó.

      El zerta daba salvajes sacudidas, pero Darius resistía, sujetándose fuerte, decidido. Finalmente, lo controló y consiguió darle la vuelta y dirigirlo hacia las filas del Imperio.

      Su zerta galopaba tan rápido que apenas podía controlarlo, llevándolo lejos de todos sus hombres, directo a embestir sin ayuda alguna el grosor de las filas del Imperio. El corazón de Darius latía con mucha fuerza en su pecho mientras se acercaba al muro de soldados. Parecía impenetrable desde aquí. Y aún así, no había vuelta atrás.

      Darius se obligó a que su valentía lo llevara. Cargó directo hacia ellos y, mientras lo hacía, daba golpes salvajemente con su espada.

      Desde esta ventajosa posición alta, Darius daba golpes con su espada a un lado y a otro, llevándose a docenas de sorprendidos soldados del Imperio, que no habían previsto que los atacara un zerta. Se abría camino entre las filas a una velocidad cegadora, separando el mar de soldados, llevado por el fragor del momento cuando, de repente, sintió un horrible dolor en el costado. Sintió como si las costillas se le hubieran partido en dos.

      Darius perdió el equilibrio y salió volando por los aires. Dio un fuerte golpe en el suelo, sintiendo un dolor punzante en el costado y se dio cuenta de que le habían golpeado con la bola de metal de un mayal. Estaba tumbado en el suelo, en el mar de soldados del Imperio, lejos de su gente.

      Mientras estaba allí tumbado, su cabeza resonaba y el mundo se le volvió borroso, miró a la distancia y vio que estaban rodeando a su gente. Ellos luchaban con valentía, pero estaban en clara desventaja numérica, demasiado descompensados. Estaban haciendo una carnicería con sus hombres, sus gritos llenaban el aire.

      La cabeza de Darius, demasiado pesada, cayó hacia el suelo y, allí tumbado, miró hacia arriba y vio a todos los soldados del Imperio acercándose a él. Estaba allí tumbado, agotado, y sabía que su vida pronto se acabaría.

      Al menos, pensó, moriría con honor.

      Al menos, finalmente, era libre.

      CAPÍTULO DOS

      Gwendolyn estaba en la cima de la colina, observando el amanecer en el cielo del desierto y su corazón palpitaba con expectación mientras se preparaba para atacar. Observando la confrontación del Imperio con los aldeanos desde lejos, había hecho marchar a sus hombres aquí, rodeando el campo de batalla desde lejos y posicionándolos detrás de las líneas del Imperio. El Imperio, demasiado concentrados en los aldeanos, en la batalla de allá abajo, no los habían visto venir. Y ahora, que los aldeanos empezaban a morir allá abajo, era el momento de hacérselo pagar.

      Desde que Gwendolyn había decidido que sus hombres dieran media vuelta para ayudar a los aldeanos, había sentido una abrumadora sensación de destino. Ganaran o perdieran, sabía que hacerlo era lo correcto. Había visto cómo se desplegaba la confrontación desde arriba de la sierra, había visto cómo los ejércitos del Imperio se aproximaban con sus zertas y sus soldados profesionales y esto le refrescó sus sentimientos, recordándole la invasión del Anillo de Andrónico y, después, de Rómulo. Había observado a Darius, dando un paso al frente él solo, para enfrentarse a ellos y su corazón se había llenado de esperanza al presenciar cómo mataba a aquel comandante. Era algo que Thor habría hecho. Que ella misma habría hecho.

      Gwen ahora estaba allí, Krohn gruñendo en voz baja a su lado, Kendrick, Steffen, Brandt, Atme, docenas

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