El Despertar de los Dragones . Морган Райс

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El Despertar de los Dragones  - Морган Райс Reyes y Hechiceros

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se quedó mudo, paralizado por el miedo.

      Kyra estaba a punto de dar otro paso y tomar el brazo de Aidan cuando se oyó un ajetreo en el claro. Miró al jabalí acercándose, un paso a la vez, amenazante.

      “No atacará si no lo provocan,” dijo Kyra a sus hermanos. “Déjenlo ir.”

      Pero sus hermanos la ignoraron, ambos volteándose y levantando sus lanzas. Caminaron hacia adelante, hacia el claro, como si quisieran probar lo valientes que eran.

      “Yo apuntaré a su cabeza,” dijo Brandon.

      “Y yo a su garganta,” acordó Braxton.

      El jabalí gruñó más fuerte, abriendo su boca más y dejando caer su saliva mientras daba otro paso.

      “¡Retrocedan!” gritó Kyra desesperada.

      Pero Brandon y Braxton se acercaron más, levantaron sus lanzas y las arrojaron repentinamente.

      Kyra miró en suspenso mientras las lanzas volaban en el aire, preparándose para lo peor. Para su consternación, miró como la lanza de Brandon rozó su oreja, lo suficiente para hacerlo sangrar—y provocarlo—mientras que la lanza de Braxton pasó por un lado, pasando muy lejos de la cabeza.

      Por primera vez, Brandon y Braxton se miraron asustados. Se quedaron ahí, con la boca abierta y una mirada tonta en sus rostros, con el brillo de la bebida rápidamente convirtiéndose en miedo.

      El jabalí, enfurecido, bajó su cabeza y gruñó con un sonido horrible mientras se abalanzaba.

      Kyra miró con horror como se lanzaba contra sus hermanos. Era lo más rápido que había visto para su tamaño, saltando en la hierba como si fuera un ciervo.

      Mientras se acercaba, Brandon y Braxton corrieron por sus vidas, saltando en direcciones opuestas.

      Esto dejó a Aidan sólo, petrificado, sin poder moverse por el miedo. Abrió su boca y dejó caer su lanza en el piso. Kyra sabía que no haría mucha diferencia; Aidan no habría podido defenderse aunque hubiera tratado. Ni un hombre adulto hubiera podido. Y el jabalí, casi dándose cuenta de esto, apuntó hacia Aidan y se lanzó sobre él.

      Kyra, con su corazón retumbando, se lanzó hacia la acción sabiendo que sólo tendría una oportunidad. Sin pensarlo se lanzó hacia adelante esquivando los árboles, con su arco ya en las manos sabiendo que sólo podría disparar una vez y que tendría que ser un disparo perfecto. Iba a ser un disparo difícil, pues además de que el jabalí estaba moviéndose, ella estaba en estado de pánico—pero aun así tendría que ser un disparo perfecto si querían sobrevivir.

      “AIDAN, ¡AGÁCHATE!” gritó.

      Primero no se movió. Aidan bloqueaba el camino previniendo un disparo limpio, y mientras Kyra levantaba su arco y corría hacia adelante se dio cuenta de que si Aidan no se movía, su único disparo se perdería. Lanzándose por el bosque, con sus pies resbalándose en la nieve y tierra húmeda, por un momento sintió que todo estaba perdido.

      “¡AIDAN!” gritó de nuevo, desesperada.

      Por un milagro esta vez la escucho, arrojándose a la tierra en el último segundo y dejando el campo libre para el disparo de Kyra.

      Mientras el jabalí se lanzaba hacia Aidan, el tiempo repentinamente se hizo lento para Kyra. Sintió como entraba en una zona extraña, cómo algo se elevaba dentro de ella que no había experimentado antes y que no pudo entender por completo. El mundo se achicó y pudo enfocar. Podía escuchar el sonido de su propio corazón latiendo, su respirar, las hojas crujiendo, un cuervo que volaba por encima. Se sintió más en sincronía con el universo de lo que nunca se había sentido, como si hubiera entrado en un reino en el que ella y el universo eran uno.

      Kyra sintió en sus manos un hormigueo con una energía cálida y pulsante que no podía entender, como si algo extraño estuviera invadiendo su cuerpo. Fue como si, por un instante, se hubiera convertido en alguien mucho más grande que ella, alguien mucho más poderoso.

      Kyra entró en un estado de inconsciencia, y se dejó llevar por el puro instinto y por esta nueva energía que fluía dentro de ella. Plantó sus pies en el suelo, levantó el arco, colocó una flecha y la dejó volar.

      Supo en el momento en que la soltó que este era un disparo especial. No tuvo que mirar el camino de la flecha para saber que iba exactamente a donde ella quería: el ojo derecho de la bestia. Disparó con tal fuerza que penetró casi un pie antes de detenerse.

      La bestia gruñó de repente mientras sus patas se desplomaban debajo de esta y cayó de cara en la nieve. Se deslizó a través de lo que quedaba del claro, retorciéndose aún con vida hasta que llegó a Aidan. Finalmente se detuvo delante de él, tan cerca que prácticamente se estaban tocando.

      Se retorció en el piso y Kyra, ya con otra flecha en su arco, caminó hacia adelante, se paró al lado del jabalí y puso otra flecha directo en la cabeza. Finalmente dejó de moverse.

      Kyra se quedó en el claro en silencio, su corazón latiendo, el hormigueo en las manos deteniéndose lentamente, la energía desvaneciéndose, y se preguntaba qué había pasado. ¿Realmente fue ella quien disparó?

      Inmediatamente se acordó de Aidan, y mientras se apuró y lo tomó él la miró como si mirara a su madre, con sus ojos llenos de miedo pero intacto. Ella sintió un momento de alivio al darse cuenta que estaba bien.

      Kyra se volteó y miró a sus dos hermanos mayores aún yaciendo en el claro, mirándola con asombro y admiración. Pero había algo más en sus miradas, algo que la molestó: sospecha. Como si ella fuera diferente a ellos. Un forastero. Era una mirada que Kyra ya había visto en unas escasas ocasiones, pero las veces suficientes como para reconocerla. Se dio vuelta y miró abajo a la enorme bestia monstruosa yaciendo en el suelo y se preguntó como ella, de apenas quince años, pudo hacerlo. Sabía que esto iba más allá de la habilidad. Se requería más que un tiro de suerte.

      Siempre había habido algo sobre ella que era diferente a los demás. Se quedó allí, entumecida, queriendo moverse pero sin poder lograrlo. Ella sabía que lo que la había sacudido hoy no era la bestia, sino la forma en que la miraron sus hermanos. Y no podía dejar de preguntarse, por la millonésima vez, la pregunta a la que había temido enfrentarse toda su vida:

      ¿Quién era ella?

      CAPÍTULO TRES

      Kyra caminó detrás de sus hermanos mientras seguían su camino de vuelta a la fortaleza, viéndolos resistiendo el peso del jabalí, con Aidan a su lado y Leo en sus tobillos una vez que regresó de su propia cacería. Brandon y Braxton batallaron mientras cargaban a la bestia muerta entre los dos, atada a las dos lanzas y colocada en sus hombros. Su aspecto sombrío había cambiado drásticamente desde que habían salido del bosque hacia el cielo abierto, especialmente ahora con la fortaleza de su padre a la vista. Con cada paso, Brandon y Braxton recobraron la confianza casi hasta su usual arrogancia y al punto de la risa, admirándose a sí mismo jactándose de su presa.

      “Fue mi lanza la que lo rozó,” Brandon le dijo a Braxton.

      “Pero,” replicó Braxton, “fue mi lanza la que lo hizo moverse hacia la flecha de Kyra.”

      Kyra escuchaba sus mentiras enrojeciendo su rostro; sus brutos hermanos ya estaban convenciéndose de su propia historia, y ahora parecía que de verdad la creían. Ella ya anticipaba su jactancia en la sala de su padre, contándoles a

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