Antes De Que Sienta . Блейк Пирс
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“¿También era la primera víctima miembro de una residencia?”., preguntó Mackenzie.
“Sí, aunque de una mucho más pequeña por lo que tengo entendido. Al principio se especuló con que el asesino era un pariente, pero tardaron menos de una semana en descartar a todos. Con un segundo cadáver y lo que parece ser un conjunto muy específico de víctimas, seguramente no se trata de una coincidencia. Por tanto, espero que podáis comprender lo urgente de la situación. Sinceramente, tengo una sensación terrible, como de pueblo pequeño. No hay mucha gente por allí, así que debería de ser más fácil encontrar un sospechoso con rapidez. Os estoy encargando el caso a vosotros dos porque espero con toda confianza que lo solucionéis en cuarenta y ocho horas. Si es menos que eso, todavía mejor”.
“¿No va a participar el agente Harrison en este caso?”., preguntó Mackenzie. Como llevaba sin hablar con él desde que murió su madre, se sentía casi culpable. A pesar de que nunca le hubiera parecido un compañero de verdad, sentía respeto por él.
“Al agente Harrison le han asignado a otro lado”, dijo McGrath. “En este caso, será un recurso para vosotros… investigación, información inmediata, y cosas por el estilo. ¿Estás incómoda trabajando con el Agente Ellington?”..
“Para nada, señor”, dijo Mackenzie, arrepintiéndose de haber dicho nada para empezar.
“Muy bien. Haré que los de recursos humanos reserven una habitación en Stateton para vosotros. No soy imbécil… así que solo he solicitado una habitación. Si no acaba saliendo nada de este pequeño romance entre vosotros dos, al menos le ahorrará dinero al Bureau en gastos de alojamiento”.
Mackenzie no estaba segura de si esto era un intento de McGrath de hacerse el gracioso. Era algo difícil de decir porque el hombre parecía no sonreír ni por equivocación.
Cuando se levantaron para salir en pos del caso, Mackenzie pensó en lo vaga que había sido la respuesta de McGrath al preguntarle sobre Harrison. Le han asignado a otro lado, pensó Mackenzie. ¿Qué se supone que significa eso?
No obstante, esa no era una preocupación legítima para Mackenzie. En vez de eso, le acababan de asignar un caso que McGrath esperaba que solucionaran con rapidez. Desde este preciso momento, ya podía sentir el reto surgiendo dentro de ella, empujándole a que se pusiera manos a la obra de inmediato.
CAPÍTULO DOS
Mackenzie sintió cómo le recorría el cuerpo un escalofrío mientras Ellington conducía por la ruta estatal 47, adentrándose en el corazón de la Virginia rural. Por aquí y por allá surgían unos cuantos maizales, que venían a romper la monotonía de los vastos campos y bosques. La cantidad de maizales no estaba a la altura de los que ella conocía tan bien en Nebraska, pero solo con verlos, le hacían sentir un poco incómoda.
Afortunadamente, cuanto más se acercaban a Stateton, menos maizales veían. Les reemplazaban hectáreas de terrenos donde una serie de empresas madereras locales acababan de talar todos los árboles.
En el curso de sus investigaciones sobre la zona durante el trayecto de cuatro horas y media para llegar hasta aquí, Mackenzie había visto que la localidad vecina contaba con una distribuidora de madera bastante grande. No obstante, en lo que se refería a la localidad de Stateton, solamente contaba con la Residencia Wakeman para Invidentes, unas cuantas tiendas de antigüedades y poco más.
“¿Te dicen esos archivos del caso alguna cosa de la que todavía no me he enterado? Es difícil leer el constante flujo de emails desde el asiento del conductor”.
“La verdad es que nada”, dijo ella. “Parece que vamos a tener que proceder como hacemos habitualmente. Visitar a las familias, la residencia para ciegos, cosas así”.
“Visitar a las familias… eso debería resultar sencillo en un pueblecito como este donde se casan entre parientes, ¿eh?”..
Mackenzie se sorprendió al principio, pero después lo dejó pasar. Durante las pocas semanas que habían pasado juntos como lo que suponía podía denominarse “una pareja”, ya se había dado cuenta de que Ellington tenía un sentido del humor relativamente activo; aunque, en ocasiones, podía ser bastante negro.
“¿Has pasado alguna vez mucho tiempo en un sitio como este?”., preguntó Mackenzie.
“En campamentos de verano”, dijo Ellington. “Es un periodo de mi adolescencia que prefiero olvidar. ¿Y tú? ¿Alguna vez fue así de malo en Nebraska?”..
“No como esto, pero a veces resultaba inhóspito. Hay veces que creo que prefiero la tranquilidad que hay aquí, en lugares como este, antes que el caos de tráfico y de gente en lugares como DC”.
“Claro, creo que puedo entender eso”.
A Mackenzie le resultaba divertido poder conocer mejor a Ellington sin las restricciones de una relación sexual tradicional. En vez de conocerse el uno al otro durante cenas en restaurantes de lujo o largos paseos por el parque, se habían conocido durante trayectos en coche y durante el tiempo que habían pasado en los despachos y las salas de conferencias del FBI. Y lo cierto es que había disfrutado cada minuto de todo ello. A veces se preguntaba si en algún momento se llegaría a cansar de conocerle cada vez más.
Por el momento, no estaba muy convencida de que eso fuera posible.
Por delante suyo, una pequeña señal a un lado de la carretera les dio la bienvenida a Stateton, Virginia. Un camino de dos carriles les llevó a través de otra arboleda. Había unas cuantas casas con sus jardines que rompían la monotonía del bosque durante una milla más o menos antes de que les sustituyera algún signo que indicara la presencia de un pueblo.
Pasaron junto a un restaurante de comidas económicas, una barbería, dos tiendas de antigüedades, una tienda de suministros para granjeros, dos tiendas de comestibles, una oficina de correos, y entonces, como a unas dos millas más allá de todo ello, un edificio perfectamente cuadrangular de ladrillo justo a la salida de la carretera principal. Una señal muy militar que había en la parte delantera leía Departamento de Policía y Penitenciaría de Stateton.
“¿Has visto algo como esto antes?”., preguntó Ellington. “¿Un departamento de policía y la cárcel del condado en el mismo edificio?”..
“Unas cuantas veces en Nebraska”, dijo Mackenzie. “Creo que es bastante habitual en lugares como este. La cárcel de verdad más cercana a Stateton está en Petersburg, y eso está como a unas ochenta millas, creo recordar”.
“Por Dios, este sitio es realmente pequeño. Deberíamos solucionar este asunto bastante rápido”.
Mackenzie asintió mientras Ellington se metía al aparcamiento del edificio grande de ladrillo que parecía estar plantado literalmente en medio de ninguna parte.
Y lo que le recorría la mente, aunque no lo dijera, era: Espero que no nos hayas acabado de gafar.
***
Mackenzie olió el aroma de café y de algo parecido al Febreeze cuando entraron a la pequeña recepción delante del edificio. Tenía