Antes De Que Sienta . Блейк Пирс

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Antes De Que Sienta - Блейк Пирс страница 7

Antes De Que Sienta  - Блейк Пирс Un Misterio con Mackenzie White

Скачать книгу

      “El hombre está hasta arriba de trabajo”, dijo Mackenzie. “Ten compasión”.

      “A ti solo te cae bien porque te llama cielito”, dijo Ellington.

      “¿Y?”., dijo ella con una sonrisa.

      “Eh, yo también puedo empezar a llamarte cielito”.

      “No, te lo ruego”, le dijo ella mientras se montaban en el coche.

      Ellington condujo durante un kilómetro por la autopista 47 y después giró a la izquierda para meterse en una carretera secundaria. De inmediato, vieron el letrero de la Residencia Wakeman para Invidentes. A medida que se aproximaban a la propiedad, Mackenzie empezó a preguntarse por qué habría elegido alguien una ubicación tan arbitraria y aislada para una residencia para ciegos. Seguramente había algún tipo de significado psicológico en todo ello. Quizá lo de estar ubicados en medio de ninguna parte les ayudara a relajarse, al estar alejados de los constantes ruidos y zumbidos de una ciudad más grande.

      Lo único que sabía con certeza era que, a medida que se espesaba el bosque a su alrededor, se empezaba a sentir más separada del resto del mundo. Y por primera vez en largo tiempo, casi anheló las visiones familiares de esos maizales de su juventud.

      CAPÍTULO TRES

      La Residencia Wakeman para Invidentes no tenía el aspecto que Mackenzie había esperado. En contraste con el Departamento de Policía y la Penitenciaría de Stateton, la Residencia Wakeman para Invidentes parecía una maravilla del diseño y la edificación contemporáneos—y esa era una opinión a la que Mackenzie había llegado sin siquiera haber puesto el pie en su interior.

      La parte frontal del edificio consistía en ventanales enormes de cristal que parecían cubrir la mayoría de las paredes. A mitad de camino por la acera que llevaba hasta la puerta principal, Mackenzie ya podía ver el interior. Vio un amplio recibidor que parecía haber salido de alguna clase de balneario. Tenía un aspecto hospitalario y amigable.

      Era una sensación que no hizo sino intensificarse cuando pasaron al interior. Todo estaba pulcramente limpio y parecía nuevo. En la investigación que había llevado a cabo de camino a Stateton, había descubierto que la Residencia Wakeman para Invidentes había sido construida en el 2007. Cuando la construyeron, hubo un leve regocijo en el condado de Stateton, ya que vino a crear puestos de trabajo y más comercio. Ahora, sin embargo, a pesar de que todavía era uno de los edificios más prominentes del condado, la emoción se había extinguido y la residencia parecía haber sido devorada por su entorno rural.

      Había una joven sentada detrás de un mostrador curvado junto a la pared trasera. Les saludó con una sonrisa, aunque era evidente que estaba preocupada. Mackenzie y Ellington se acercaron a ella, se presentaron, y ella les pidió rápidamente que tomaran asiento en la sala de espera mientras Randall Jones salía a reunirse con ellos.

      Y, por lo visto, Randall Jones estaba realmente ansioso de conocerles. Mackenzie no lleva sentada ni diez segundos antes de que se abriera un par de puertas dobles que llevaban a la parte de atrás del edificio al otro lado de la sala de espera. Entró un hombre alto que llevaba una camisa abotonada y unos caquis. Trató de sonreír mientras se presentaba, pero, al igual que la recepcionista, no podía ocultar el hecho de que estaba exhausto y muy preocupado.

      “Me alegro de que hayan llegado tan rápido”, dijo Jones. “Cuanto antes podamos solucionar esto, mejor. El nivel de rumores en el pueblo está al rojo vivo”.

      “A nosotros también nos gustaría solventarlo cuando antes sea posible”, dijo Mackenzie. “¿Sabe con exactitud dónde hallaron el cadáver?”..

      “Sí. Es un jardín de rosas que hay como a un kilómetro de distancia. En principio, iba a ser el terreno para Wakeman, pero unas cuantas normativas del condado sobre sectorización le dieron la vuelta a todo”.

      “¿Podría llevarnos allí?”., preguntó Mackenzie.

      “Por supuesto, cualquier cosa que necesitéis. Venid conmigo”.

      Jones les llevó a través de las puertas dobles por las que había salido. Al otro lado, había una pequeña alcoba que daba directamente a la residencia. Las primeras puertas que pasaron de largo eran despachos y almacenes. Estaban separados de las habitaciones de los residentes por una zona de oficina abierta donde estaban sentados un hombre y una mujer detrás de un mostrador que se parecía mucho al de un pabellón de hospital.

      A medida que pasaban las habitaciones de largo, Mackenzie echó un vistazo a una que estaba abierta. Las habitaciones eran bastante amplias y estaban amuebladas con buen gusto. También vio unos ordenadores portátiles y unas tablets en unas cuantas habitaciones.

      A pesar de encontrarse en medio de ninguna parte, por lo visto no hay falta de fondos para mantener el lugar en funcionamiento, pensó Mackenzie.

      “¿Cuántos residentes viven aquí?”., preguntó Mackenzie.

      “Veintiséis”, dijo él. “Y provienen de todo el país. Tenemos a un hombre mayor que vino desde California debido al servicio y la calidad de vida excepcionales que ofrecemos”.

      “Perdone si es una pregunta de ignorante”, dijo Mackenzie, “pero ¿qué clase de cosas hacen?”..

      “Bueno, pues tenemos clases que abarcan una amplia variedad de intereses. La mayor parte tiene que ser adaptada a sus necesidades, por supuesto. Tenemos clases de cocina, programas de ejercicio, un club de juegos de mesa, clubs de Trivial, clases de jardinería, cosas así. Además, unas cuantas veces al año, organizamos excursiones para dejar que hagan senderismo o que naden. Hasta contamos con dos almas valientes que han empezado a pasear en canoa siempre que salimos”.

      Escuchar todo eso hizo que Mackenzie se sintiera insensible y contenta a la vez. No tenía ni idea de que las personas que son completamente ciegas pudieran aficionarse a cosas como los paseos en kayak o la natación.

      Casi al final del pasillo, Jones les llevó hasta un ascensor. Cuando pasaron a su interior y empezaron a descender, Jones se apoyó contra la pared, claramente exhausto.

      “Señor Jones”, dijo Mackenzie, “¿tiene alguna idea de cómo se han podido enterar tan rápidamente los periódicos del asesinato?”..

      “Ni idea”, dijo él. “Esa es una de las razones por las que estoy tan cansado. He estado interrogando a mi personal de manera exhaustiva, pero todos han pasado la prueba. Sin duda, tenemos una filtración, pero no tengo ni idea de dónde proviene”.

      Mackenzie asintió. No es que sea una gran preocupación, pensó. Una filtración en un pueblo como este está casi asegurada. No obstante, no debería interferir con la investigación.

      El ascensor se detuvo y salieron a una especie de pequeño sótano pulido. Había unas cuantas sillas diseminadas por aquí y por allá, pero Jones les dirigió a una puerta que había justo enfrente de ellos. Salieron afuera y Mackenzie se dio cuenta de que se encontraba en la parte trasera del edificio, delante de un aparcamiento para empleados.

      Randall les llevó hasta su coche y cuando se montaron, no perdieron ni un segundo para encender el aire acondicionado. El interior del coche era como una caldera, pero el aire comenzó a hacer su trabajo de inmediato.

      “¿Cómo llegó la señora Ridgeway hasta el jardín?”., preguntó

Скачать книгу