Antes de que Mate . Блейк Пирс
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Mackenzie entró primero a la sala de conferencias. Había varios agentes sentados a una mesa alargada, algunos en uniforme y otros en ropa de paisano. Dada su presencia y la repentina aparición de las furgonetas de la prensa, Mackenzie imaginó que la historia se había filtrado en todo tipo de direcciones durante las dos horas y media que habían pasado desde que salió de la oficina, fue al maizal y regresó. Era algo más que un espeluznante asesinato al azar; ahora se había convertido en un espectáculo.
Mackenzie agarró una taza de café y tomó asiento. Alguien había colocado carpetas alrededor de la mesa con la poca información que ya se había reunido sobre el caso. Mientras la ojeaba, empezó a llegar más gente a la sala. En cierto momento entró Porter, tomando asiento al otro extremo.
Mackenzie tomó un momento para mirar su teléfono y vio que tenía ocho llamadas perdidas, cinco mensajes en el buzón de voz, y una docena de mensajes en su cuenta de correo electrónico. Era un duro recordatorio de que ya tenía suficientes casos antes de que la enviaran al maizal esta mañana. La triste ironía era que, aunque sus compañeros más mayores se pasaran mucho tiempo degradándola y lanzándole sutiles insultos, también se daban cuenta de que tenía talento. A consecuencia de ello, llevaba una de las carpetas de casos más grandes del cuerpo. Hasta la fecha, sin embargo, nunca se había quedado atrás y tenía un porcentaje estelar de casos cerrados.
Pensó en responder algunos de sus correos electrónicos mientras esperaba, pero el Jefe Nelson entró antes de que tuviera oportunidad y cerró rápidamente la puerta de la sala de conferencias detrás de sí.
“No sé cómo se ha enterado tan rápido la prensa de esto,” gruñó, “pero si descubro que alguien en esta sala es el responsable, va a tener mucho por lo que responder.”
La sala enmudeció. Unos cuantos agentes y personal relacionado comenzaron a mirar nerviosamente el contenido de las carpetas que tenían delante de ellos. Aunque Nelson no le caía demasiado bien a Mackenzie, nadie podía negar que la presencia y la voz del hombre se hacían con el mando de una sala sin apenas ningún esfuerzo.
“Esto es lo que sabemos,” dijo Nelson. “La víctima es Hailey Lizbrook, una bailarina de striptease de Omaha. Treinta y cuatro años, dos hijos, de nueve y quince años. Por lo que hemos averiguado, fue secuestrada antes de fichar en el trabajo, ya que su jefe dice que no apareció la noche previa en absoluto. El video de seguridad del Runway, su lugar de trabajo, no muestra nada. Por tanto, estamos operando con la suposición de que se la llevaron en algún lugar entre su apartamento y el Runway. Eso es una zona de siete millas y media—una zona en la que en este momento tenemos unos cuantos agentes investigando con el departamento de policía de Omaha.”
Entonces miró a Porter como si fuera su alumno preferido y dijo:
“Porter, ¿por qué no describes la escena del crimen?”
Por supuesto, tenía que elegir a Porter.
Porter se puso en pie y oteó la sala como para asegurarse de que todo el mundo estaba prestando la máxima atención.
“La víctima estaba amarrada a un poste de madera con las manos atadas por detrás. El avistamiento de su muerte tuvo lugar en un claro de un maizal, a poco menos de una milla de la autopista. Tenía la espalda cubierta de lo que parecían ser marcas de latigazos, realizados por algún tipo de látigo. Notamos huellas en la tierra que eran de la misma forma y tamaño que los latigazos. Aunque no lo sabremos con certeza hasta después del informe del forense, estamos bastante seguros de que esto no fue un ataque sexual, a pesar de que habían desnudado a la víctima hasta dejarla en paños menores y el resto de su ropa no estaba por ningún lado.”
“Gracias, Porter,” dijo Nelson. “Hablando del forense, estuve hablando con él por teléfono hace unos veinte minutos. Dice que, aunque no lo sabrá con seguridad hasta que realice la autopsia, probablemente la causa de la muerte va a ser pérdida de sangre o algún tipo de trauma—posiblemente en la cabeza o el corazón.”
Sus ojos se volvieron a Mackenzie y había muy poco interés en ellos cuando le preguntó: “¿Alguna otra cosa que añadir, White?”
“Los números,” dijo ella.
Nelson volteó los ojos delante de toda la sala. Su falta de respeto era obvia, pero ella la pasó por alto, decidida a contárselo a todos los presentes antes de que le pudieran interrumpir.
“Descubrí lo que parecían ser dos números, separados por una barra, tallados en la parte inferior del poste.”
“¿Qué números eran?” preguntó uno de los agentes más jóvenes sentado a la mesa.
“Números y letras en realidad,” dijo Mackenzie. “N 511 y J 202. Tengo una fotografía en mi teléfono.”
“Habrá más fotografías aquí enseguida, en cuanto Nancy las imprima,” dijo Nelson. Habló rápida y contundentemente, dejando saber a la sala que la cuestión de estos números estaba cerrada.
Mackenzie escuchó a Nelson mientras hablaba de las tareas que había que llevar a cabo para cubrir la zona de siete millas y media entre la casa de Hailey Lizbrook y el Runway. Aunque solo estaba escuchando a medias, realmente. Su mente no dejaba de regresar a la forma en que el cuerpo de la mujer había sido atado. Algo relativo a la exhibición del cuerpo entero le había resultado familiar casi de inmediato, y todavía continuaba con ella cuando se sentó en la sala de conferencias.
Repasó las notas del informe en la carpeta, esperando que algún detalle menor pudiera despertar algo en su memoria. Repasó las cuatro páginas del informe, esperando que revelaran algo. Ya sabía todo lo que había en la carpeta, pero escaneó los detalles de todos modos.
Mujer de treinta y cuatro años, presuntamente asesinada la noche anterior. Latigazos, cortes, varias laceraciones en su espalda, atada a un viejo poste de madera. Se asume que la causa de la muerte sea pérdida de sangre o posible trauma al corazón. El método empleado para atarla sugiere posibles connotaciones religiosas mientras que el tipo de cuerpo de la mujer apunta a una motivación sexual.
Mientras lo leía, algo encajó. Se distrajo por un momento, dejando que su mente fuera donde tenía que ir sin ninguna interferencia de su entorno.
Al tiempo que ella enlazaba los hechos, y se le ocurría una conexión que esperaba fuera equivocada, Nelson comenzó a relajarse.
“… y como es demasiado tarde para que los controles de carreteras sean eficaces, vamos a tener que apoyarnos principalmente en el testimonio de los testigos, hasta en los detalles más minúsculos y aparentemente inútiles. Bueno, ¿alguien tiene algo que añadir?”
“Una cosa, señor,” dijo Mackenzie.
Podía darse cuenta de que Nelson estaba conteniendo un suspiro. Desde el otro extremo de la mesa, oyó como Porter hacía un leve sonido medio riéndose. Ignoró todo ello y esperó a ver cómo le replicaba Nelson.
“¿Sí, White?” preguntó él.
“Me estoy acordando de un caso de 1987 que era similar a este. Estoy bastante segura de que fue justo a las afueras de Roseland. Las ataduras eran las mismas, el tipo de mujer era el mismo. Estoy bastante segura de que el método de la paliza fue el mismo.”