Una Razón Para Rescatar . Блейк Пирс
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Cuando tomó asiento se sintió como un niño que había sido enviado a la oficina del director.
“Gracias por venir tan rápido”, dijo Connelly. “Sé que estás pasando por algo muy terrible. Y créeme... solo te quiero aquí porque supuse que querrías estar involucrada en lo que está pasando”.
“¿Howard mató a alguien?”, preguntó. “¿Cómo lo saben? ¿Lo atraparon?”.
Los tres hombres compartieron una mirada incómoda. “No, no exactamente”, dijo Finley.
“Sucedió anoche”, dijo Connelly.
Avery suspiró. De hecho, había estado esperando escuchar algo como esto en las noticias o por medio de un mensaje de texto de la A1. Sin embargo... el hombre al que había llegado a conocer desde el otro lado de una mesa en la cárcel no parecía capaz de cometer asesinatos. Era extraño... ella lo conocía bien de su pasado como abogada y sabía que era capaz de asesinar. Lo había hecho en numerosas ocasiones; once asesinatos estuvieron conectados a su archivo cuando fue a la cárcel y se especuló que había muchos más que podrían atribuirse a él más adelante con más pruebas. Pero algo acerca de la noticia la sorprendió a pesar de que sonaba completamente normal.
“¿Estamos seguros de que es él?”, preguntó Avery.
Connelly se puso incómodo al instante. Dejó escapar un suspiro y se levantó de la silla, comenzando a caminar de un lado a otro.
“No tenemos pruebas contundentes. Pero era una chica universitaria y el asesinato fue lo suficientemente horrible como para hacernos pensar que fue Randall”.
“¿Ya armaron un archivo?”, preguntó.
“Estamos en eso ahora mismo y...”.
“¿Puedo verlo?”.
Connelly y O’Malley compartieron otra mirada. “No necesitamos que te adentres demasiado en el caso”, dijo Connelly. “Te consultamos porque conoces muy bien al desgraciado. Esta no es una invitación para que te metas a lleno en el caso. Estás lidiando con demasiado en este momento”.
“Aprecio eso. ¿Hay fotos de la escena del crimen?”.
“Sí”, dijo O’Malley. “Pero son bastante espantosas”.
Avery no dijo nada. Se sentía un poco molesta por el hecho de que la trataran así a pesar de haberla llamado con tanta urgencia.
“Finley, ¿podrías correr a mi oficina y agarrar el material que tenemos?”, preguntó Connelly.
Finley se levantó, tan obediente como siempre. Al verlo irse, Avery se dio cuenta de que las dos semanas que había pasado en un estado de duelo incierto parecían mucho más que eso. Amaba su trabajo y había extrañado mucho este lugar. Se sentía mejor solo por estar alrededor de la máquina bien engrasada, aunque fuera solo para ser un recurso para O’Malley y Connelly.
“¿Cómo está Ramírez?”, preguntó Connelly. “La última actualización que obtuve fue hace dos días, y que sigue igual”.
“Sigue igual”, dijo con una sonrisa cansada. “No hay malas noticias, no hay buenas noticias”.
Casi les contó sobre el anillo que las enfermeras habían encontrado en su bolsillo, el anillo de compromiso que Ramírez había estado preparado para ofrecerle. Tal vez eso los ayudaría a entender por qué había decidido quedarse a su lado todo este tiempo.
Antes de que la conversación pudiera avanzar, Finley volvió a entrar en la sala con una carpeta de archivos que no contenía mucho. La colocó frente a ella, obteniendo una señal de aprobación de Connelly.
Avery abrió las imágenes y las examinó. Había siete en total. O’Malley no había exagerado. Las imágenes eran bastante alarmantes.
Había sangre por todas partes. La niña había sido arrastrada a un callejón y despojada de su ropa. Su brazo derecho parecía estar roto. Tenía el cabello rubio, aunque la mayor parte estaba manchada de sangre. Avery buscó heridas de bala o de arma blanca, pero no vio ninguna. No fue hasta que llegó a la quinta imagen que un primer plano de la cara de la chica reveló el método de matar.
“¿Clavos?”, preguntó.
“Sí”, dijo O’Malley. “Y por lo que vemos, fueron colocados con tanta precisión y fuerza que el asesino tuvo que haberlo hecho con una de esas pistolas de clavos. El equipo de ciencias forenses está trabajando en ello, así que solo podemos especular por los momentos. Creemos que el primer disparo fue el que la alcanzó detrás de la oreja izquierda. Debió haber sido disparado desde lejos porque no perforó por completo. Perforó el cráneo, pero eso es lo único que sabemos hasta ahora”.
“Y si ese no fue el que la mató”, dijo Connelly, “el que entró por debajo de su mandíbula desde luego lo hizo. Desgarró la parte inferior de su boca, perforó su paladar y entró por su fosa nasal hasta llegar al cerebro”.
“Parece obra de Howard Randall”, pensó Avery. “Eso no se puede negar”.
Sin embargo, había otras cosas en la imagen que no se alineaban con lo que sabía sobre Howard Randall. Estudió las imágenes, descubriendo que, de todos los casos en los que había trabajado, estas imágenes estaban entre las más sangrientas e inquietantes.
“Entonces, ¿qué es exactamente lo que necesitan de mí?”.
“Como ya dije... conoces a este tipo bastante bien. Basándote en lo que sabes, yo quiero saber dónde podría estarse quedando. Me atrevo a decir que se quedó aquí en la ciudad basándome en este asesinato”.
“¿No es peligroso asumir que esta es la obra de Howard Randall?”.
“¿Dos semanas después de que se escapó de la cárcel?”, preguntó Connelly. “No. Más bien me dice a gritos que fue Howard Randall. ¿Necesitas volver a revisar las fotos de las escenas de los crímenes de sus casos?”.
“No”, dijo Avery enrabietada. “No es necesario”.
“¿Qué puedes decirnos entonces? Hemos estado buscándolo durante dos semanas y hasta los momentos no tenemos nada”.
“Pensé que no me querías en el caso”.
“Necesito tu consejo y ayuda”, dijo Connelly.
Le pareció un insulto, pero no quiso discutir. Además, le daría a su mente algo en qué centrarse aparte de la condición de Ramírez.
“Nunca me daba respuestas directas cuando hablaba con él. Siempre me hablaba en acertijos. Lo hizo para meterse conmigo, para hacerme trabajar por la respuesta. También lo hizo simplemente para divertirse. Creo que me consideraba una conocida. No una amiga, pero alguien con quien podía hablar de cosas intelectuales”.
“¿Y no estaba resentido por todo ese drama que vivió contigo?”.