Una Razón para Huir . Блейк Пирс

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Una Razón para Huir  - Блейк Пирс Un Misterio de Avery Black

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los otros aspectos, ¿por qué no limpiar el polvo de los lados de la alfombra?”, pensó Avery. “¿Por qué siquiera llevarse la alfombra? ¿Por qué no dejar todo en perfecto estado?”. Comenzó a reproducir todo en su mente. Le rompió el cuello, la desnudó, guardó la ropa y dejó todo en orden, pero luego la enrolló en una alfombra y la sacó como un salvaje.

      Se dirigió a la ventana y miró la calle. Había pocos lugares donde alguien podría esconderse y observar el apartamento sin que nadie lo notara. Un punto en particular le llamó la atención, un callejón estrecho y oscuro detrás de una valla. “¿Estuviste allí?”, se preguntó. “¿Acechando? ¿Esperando el momento perfecto?”.

      “¿Entonces?”, dijo O’Malley. “¿Qué piensas?”.

      “Tenemos un asesino en serie en nuestras manos”.

      CAPÍTULO CUATRO

      “El asesino es hombre, y es fuerte”, continuó Avery. “Obviamente superó a la víctima y luego la llevó al muelle. Parece que fue personal”.

      “¿Cómo sabes eso?”, preguntó Holt.

      “¿Por qué pasar por tantas cosas con una víctima al azar? Parece que nada fue robado, así que ese no fue el motivo. Fue preciso con todo excepto esa alfombra. Si pasas tanto tiempo planeando un asesinato, desnudando a la víctima y poniendo su ropa en la cesta de la ropa sucia, ¿por qué llevarte algo suyo? Parece que eso fue planeado. Quería llevarse algo. ¿Tal vez para demostrar que era poderoso? ¿Que podía hacerlo? No lo sé. ¿Y dejarla en un barco? ¿Desnuda y a la vista del puerto? Este tipo quiere ser visto. Quiere que todos sepan que él lo hizo. Es posible que tengas otro asesino en serie en tus manos. Lo mejor es que no tardes en tomar una decisión respecto a quién se encargará de este caso”, dijo.

      O’Malley se volvió a Holt.

      “¿Will?”.

      “Sabes lo que siento al respecto”, dijo con desprecio.

      “¿Pero lo harás?”.

      “Es un error”.

      “¿Pero...?”.

      “Que sea lo que quiera el alcalde”.

      O’Malley se volvió a Avery.

      “¿Estás preparada para esto?”, preguntó. “Sé honesta conmigo. Acabas de salir de un caso muy público. La prensa te crucificó en todo el camino. Todos los ojos estarán puestos en ti una vez más, pero esta vez el alcalde estará prestando más atención. Él te solicitó específicamente”.

      El corazón de Avery latía con más fuerza. Marcar una diferencia como oficial de policía era lo que realmente le gustaba de su trabajo, pero capturar a asesinos en serie y vengar a los muertos era lo que anhelaba.

      “Tenemos un montón de otros casos abiertos”, dijo. “Y un juicio”.

      “Puedo darle todo a Thompson y Jones. Puedes supervisar su trabajo. Si tomas el caso, será tu primera prioridad”.

      Avery se volvió a Ramírez.

      “¿Te anotas?”.

      “Me anoto”. Asintió con la cabeza.

      “Lo haremos”, dijo.

      “Excelente”. O’Malley suspiró. “Este es su caso. El capitán Holt y sus hombres se encargarán del cuerpo y el apartamento. Tendrán acceso completo a los archivos y su plena cooperación durante toda esta investigación. Will, ¿con quién deben comunicarse si necesitan información?”.

      “Con el detective Simms”, dijo.

      “Simms es el detective principal que viste esta mañana”, dijo O’Malley. “Pelo rubio, ojos oscuros, totalmente tenaz. El barco y el apartamento están siendo manejados por la A7. Simms se comunicará directamente si encuentran cualquier pista. Tal vez deberías hablar con la familia por ahora. Ve qué puedes descubrir. Si tienes razón, y esto es personal, podrían estar involucrados o tienen alguna información que pueda ayudar”.

      “Listo”, dijo Avery.

      *

      A lo que llamó al detective Simms, Avery se enteró de que los padres de la víctima vivían un poco más al norte, afuera de Boston en la ciudad de Chelsea.

      Darle la noticia a la familia era la segunda cosa que Avery más odiaba de su trabajo. A pesar de que era buena con las personas, hubo un momento, justo después de que se enteraban de la muerte de un ser querido, que las emociones complejas se apoderaban de todo. Los psiquiatras lo llaman las cinco etapas del duelo, pero a Avery le parecían una tortura. Primero era la negación. Los amigos y parientes querían saber todo sobre el cuerpo, información que solo los afligiría más. No importaba cuánta información les daba, siempre era imposible para los seres queridos imaginarse lo que había pasado. Después era ira: hacia la policía, el mundo, todas las demás personas. Ahora venía la negociación. “¿Estás segura de que está muerto? Tal vez todavía está vivo”. Estas etapas podían ocurrir a la vez, o podían tomar años, o ambas. Las dos últimas etapas por lo general ocurrían cuando Avery estaba en otra parte: depresión y aceptación.

      “No me gusta encontrar cadáveres, pero esto nos deja libres para investigar este caso”, dijo Ramírez. “No más juicio y no más papeleo. Se siente bien, ¿verdad? Tenemos la oportunidad de hacer lo que queremos hacer y no tener que estar empantanados en la burocracia”.

      Se inclinó para besarla en la mejilla.

      Avery se apartó.

      “Ahora no”, dijo.

      “No hay problema”, respondió con las manos en alto. “Solo pensé, ya sabes... Que éramos una pareja ahora”.

      “Mira”, dijo. Luego se detuvo por un momento para pensar bien lo que diría a continuación. “Me gustas. Realmente me gustas, pero todo esto está sucediendo demasiado rápido”.

      “¿Demasiado rápido?”, se quejó. “¡Solo nos hemos besado una vez en dos meses!”.

      “Eso no es lo que quiero decir”, dijo. “Lo siento. Lo que estoy tratando de decir es que no sé si estoy lista para una relación. Somos compañeros. Nos vemos todo el tiempo. Me encanta el coqueteo y verte en las mañanas. No sé si estoy lista para seguir avanzando”.

      “Ah”, dijo.

      “Dan...”.

      “No, no”. Levantó una mano. “Está bien. De verdad. Creo que esperaba eso”.

      “No estoy diciendo que quiero que esto termine”, le aseguró Avery.

      “¿Qué es esto?”, preguntó. “Digo, ¡ni yo lo sé! Cuando estamos trabajando, estás en modo de negocios, y cuando trato de verte después del trabajo, es casi imposible. Fuiste más amorosa conmigo cuando estabas en el hospital que en la vida real”.

      “Eso no es cierto”, dijo, pero una parte de ella sabía que tenía razón.

      “Me

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