Una Vez Enterrado . Блейк Пирс

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Una Vez Enterrado  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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a darse cuenta de que había caído en una trampa, en un hoyo tapado con una manta cubierta de desechos.

      ¿Era una broma?

      Si era así, no le parecía nada graciosa.

      Y ¿cómo saldría de aquí?

      Las paredes del hoyo eran rectas, y no había puntos de apoyo ni asideros. Incapaz incluso de ponerse de pie, nunca sería capaz de salirse de aquí por su cuenta.

      Y era probable que nadie pasaría por este camino pronto, tal vez no en algunas horas.

      Entonces oyó una voz directamente sobre ella.

      “¡Oye! ¿Tuviste un accidente?”.

      Ella respiró de alivio a lo que oyó esa voz.

      Levantó la mirada y vio que un hombre estaba de pie sobre ella. Su figura se perfilaba contra la luz pálida, por lo que no podía distinguir su rostro.

      Aun así, apenas podía creer su suerte. Después de tantas mañanas no viendo a nadie en este camino, resultó que esta mañana alguien había pasado cuando necesitaba ayuda.

      “Creo que me fracturé el tobillo”, le dijo al hombre. “Y perdí mi teléfono”.

      “Qué mal”, dijo el hombre. “¿Cómo sucedió?”.

      “¿Qué pregunta es esa?”, se preguntó.

      Aunque parecía ser amigable, Courtney deseaba poder ver su rostro.

      Ella dijo: “Yo estaba trotando, y... había un hoyo, y...”.

      “¿Y qué?”.

      Courtney se estaba impacientando.

      Ella dijo: “Bueno, obviamente caí en el hoyo”.

      El hombre se quedó en silencio por un momento. Luego dijo: “Es un hoyo grande. ¿No lo viste?”.

      Courtney soltó un gemido de exasperación.

      “Mira, solo necesito ayuda para salir de aquí, ¿de acuerdo?”.

      El hombre negó con la cabeza.

      “No deberías trotar en lugares extraños donde no conoces el camino”.

      “¡Conozco este camino!”, gritó Courtney.

      “Entonces ¿cómo caíste en el hoyo?”.

      Courtney estaba estupefacta. O bien el hombre era un idiota o estaba jugando con ella.

      “¿Eres el idiota que cavó este hoyo?”, espetó ella. “Si es así, no es nada gracioso. ¡Sácame de aquí!”.

      Le sorprendió darse cuenta de que estaba llorando.

      “¿Cómo?”, preguntó el hombre.

      Courtney se estiró, extendiendo su brazo lo más que pudo.

      “Toma mi mano y jálame”.

      “No creo que pueda alcanzarte”.

      “Claro que sí puedes”.

      El hombre se echó a reír. Tenía una risa agradable y amable. Aun así, Courtney deseaba poder ver su rostro.

      “Yo me encargo de todo”, dijo él, alejándose del hoyo.

      Ya no podía verlo. Luego oyó metal y chirridos detrás, y sintió un gran peso sobre ella.

      Jadeó y escupió hasta que comprendió que el hombre había vertido tierra sobre ella.

      Sintió sus manos y piernas enfriarse, una señal de pánico.

      “No te asustes”, se dijo a sí misma.

      Aunque no entendía lo que estaba pasando, tenía que mantener la calma.

      Ella vio que el hombre estaba de pie con una carretilla inclinada sobre el hoyo. Un poco de tierra restante cayó de la carretilla sobre su cabeza.

      “¿Qué estás haciendo?”, gritó.

      “Relájate”, dijo el hombre. “Como dije, yo me encargo de todo”.

      Se llevó la carretilla. Entonces oyó un golpeteo sordo.

      Era el sonido del hombre echando más tierra en la carretilla.

      Ella cerró los ojos, respiró profundo, abrió la boca y dejó escapar un grito largo y agudo.

      “¡Ayuda!”.

      Entonces sintió un puñado de tierra pesado directamente en su cara. Un poco de tierra entró en su boca, y ella se atragantó y la escupió.

      Su voz aún amable, el hombre dijo...

      “Me temo que vas a tener que gritar mucho más fuerte que eso”.

      Luego, con una risita, agregó...

      “Apenas puedo oírte”.

      Ella soltó otro grito, sorprendida por la intensidad de su propia voz.

      Entonces el hombre vertió la nueva carretilla llena de tierra sobre ella.

      No pudo volver a gritar. Su garganta estaba obstruida por la tierra.

      Fue inundada por una sensación extraña de deja vu. Había experimentado esto antes, esta incapacidad para huir del peligro o incluso gritar.

      Pero esas experiencias solo habían sido pesadillas. Y siempre había despertado de ellas.

      Sin duda, esto no era más que otra pesadilla.

      “Despierta”, se dijo a sí misma una y otra vez. “Despierta, despierta, despierta...”.

      Pero no podía despertar.

      Esto no era un sueño.

      Esto era real.

      CAPÍTULO UNO

      La agente especial Riley Paige estaba trabajando en su escritorio en el edificio de la UAC en Quántico cuando un recuerdo no deseado le llegó de golpe...

      Un hombre de piel oscura estaba mirándola fijamente con ojos vidriosos.

      Tenía una herida de bala en el hombro, y una herida mucho más peligrosa en el abdomen.

      Con una voz débil y amarga, le dijo a Riley...

      “Te ordeno que me mates”.

      La mano de Riley estaba sobre su arma.

      Debería

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