Una Vez Enterrado . Блейк Пирс

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Una Vez Enterrado  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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      La voz de una mujer sacó a Riley de su ensoñación.

      “Parece que tienes algo en mente”.

      Riley levantó la mirada de su escritorio y vio a una mujer afroamericana joven con cabello corto y lacio de pie en la puerta de su oficina.

      Era Jenn Roston, quien había sido la nueva compañera de Riley en su caso más reciente.

      Riley se sacudió un poco.

      “No es nada”, dijo.

      Los ojos de color marrón oscuro de Jenn estaban llenos de preocupación.

      Ella dijo: “Estoy bastante segura de que no es nada”.

      Cuando Riley no respondió, Jenn dijo: “Estás pensando en Shane Hatcher, ¿verdad?”.

      Riley asintió sin decir nada. Había tenido muchos recuerdos últimamente, recuerdos de su terrible enfrentamiento con el hombre herido en la cabaña de su padre muerto.

      La relación de Riley con el preso fugado se había arraigado en un vínculo extraño y retorcido de lealtad. Pasó cinco meses prófugo, y ella ni siquiera había tratado de restringir su libertad, no hasta que empezó a asesinar a personas inocentes.

      Ahora era difícil para Riley creer que ella lo había dejado en libertad durante tanto tiempo.

      Su relación había sido inquietante y muy oscura.

      De todas las personas que Riley conocía, Jenn era la que más sabía cuán oscura había sido.

      Finalmente, Riley dijo: “No dejo de pensar... que debí haberlo matado en ese mismo momento”.

      Jenn dijo: “Estaba herido, Riley. No supuso una amenaza para ti”.

      “Yo sé”, dijo Riley. “Pero no puedo sacarme de la cabeza que dejo que mi lealtad se interponga en el camino de mi juicio”.

      Jenn negó con la cabeza.

      “Riley, ya hemos hablado de esto. Ya sabes lo que pienso al respecto. Hiciste lo correcto. Y no tienes que creerme. Todos aquí también lo creen”.

      Riley sabía que eso era verdad. Sus colegas y superiores la habían felicitado por haber aprehendido a Hatcher vivo. Su benevolencia le parecía un buen cambio. Mientras que Riley fue la esclava de Hatcher, todo el mundo había sospechado de ella, y con razón. Ahora que todos confiaban en ella, las caras de sus colegas volvieron a ser amables, y era recibida con un respeto renovado.

      Riley verdaderamente se sentía a gusto aquí de nuevo.

      Entonces Jenn sonrió y agregó: “Demonios, incluso hiciste las cosas a rajatabla por primera vez en tu vida”.

      Riley se rio entre dientes. Ciertamente había seguido el procedimiento en la forma en que había aprehendido a Hatcher, totalmente opuesto a cómo había actuado en el caso que ella y Jenn acababan de resolver juntas.

      Riley dijo: “Sí, supongo que recibiste un curso intensivo sobre mis métodos no convencionales…”.

      “Ciertamente”.

      Riley soltó una risita incómoda. Había ignorado incluso más reglas de lo habitual. Jenn la había encubierto con lealtad, aun cuando irrumpió en la casa de un sospechoso sin orden judicial. Jenn pudo haberla denunciado si hubiera querido. Y Riley quizá hubiera sido despedida por eso.

      “Jenn, realmente agradezco…”.

      “Ni lo menciones”, dijo Jenn. “Todo eso quedó atrás. Lo único que importa es el presente y el futuro”.

      La sonrisa de Jenn se ensanchó cuando agregó: “Y no espero que te comportes como una mojigata. Y ni se te ocurra esperar lo mismo de mí tampoco”.

      Riley se echó a reír de nuevo, más cómoda esta vez.

      Le parecía difícil de creer que ella había desconfiado de Jenn hace poco, que hasta la había considerado una verdadera némesis.

      Después de todo, Jenn había hecho mucho, mucho más por Riley que ser discreta acerca de sus acciones.

      “¿Te he dado las gracias por haberme salvado la vida?”, preguntó Riley.

      Jenn sonrió.

      “Ya perdí la cuenta de todas las veces que lo has hecho”, dijo.

      “Bueno, gracias de nuevo”.

      Jenn se quedó callada. Su sonrisa se desvaneció. Una mirada lejana se apoderó de su rostro.

      “¿Necesitabas algo, Jenn?”, preguntó Riley. “Digo, ¿por qué viniste a mi oficina?”.

      Jenn siguió mirando hacia el pasillo por un momento.

      Finalmente dijo: “Riley, no sé si deba decirte…”. Su voz se quebró.

      Era muy evidente para Riley que algo la preocupaba. Ella quería tranquilizarla, decirle algo así como...

      “Puedes decirme lo que sea”.

      Pero eso podría ser impertinente.

      Finalmente Jenn pareció estremecerse un poco.

      “No tiene importancia”, dijo. “Nada de qué preocuparse”.

      “¿Estás segura?”.

      “Sí, estoy segura”.

      Sin decir una palabra, Jenn desapareció por el pasillo, dejando a Riley un poco inquieta. Hace mucho sospechaba que Jenn albergaba secretos propios, quizás unos muy oscuros.

      “¿Por qué no confía en mí?”, se preguntó Riley.

      Parecía que una de ellas siempre desconfiaba de la otra. Eso no era nada nuevo…

      Pero no había nada que Riley pudiera hacer al respecto, al menos no todavía.

      Miró su reloj. Estaba a punto de llegar tarde a una cita con su compañero de hace mucho tiempo, Bill Jeffreys.

      El pobre Bill estaba de licencia, sufriendo de TEPT después de un terrible incidente durante su último caso juntos. Riley sintió una punzada de tristeza al recordarlo.

      Ella y Bill habían estado trabajando junto con una agente joven prometedora llamada Lucy Vargas.

      Pero Lucy había muerto en el cumplimiento de su deber.

      La extrañaba todos los días.

      Pero al menos no se sentía culpable por su muerte, a diferencia de Bill.

      Esta mañana, Bill la había llamado para pedirle que se reuniera con él en la base de la Marina que componía la mayor parte de las instalaciones de Quántico.

      No le había dicho la razón por la cual quería que se reunieran,

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