Una Vez Atado . Блейк Пирс

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Una Vez Atado  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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      Se retorció un poco y sintió una rugosidad contra su espalda. Se sentía como roca triturada.

      Poco a poco comenzó a ver las líneas abstractas con nitidez y pudo descifrar lo que eran.

      A pesar del sol caliente, su cuerpo se congeló a lo que entendió.

      Estaba en unas vías férreas.

      Pero ¿cómo había llegado allí?

      ¿Y por qué no podía moverse?

      Mientras luchaba, se dio cuenta de que sí podía moverse, al menos un poco.

      Podía retorcerse, girar su torso y también sus piernas, aunque no podía separarlas por alguna razón.

      El hormigueo que no había podido sacudir ahora estaba convirtiéndose en oleadas de miedo.

      Estaba atada a las vías férreas, su cuello amarrado a la vía.

      «No —se dijo a sí misma—. Esto es imposible.»

      Tenía que ser uno de esos sueños en los que se encontraba inmovilizada e indefensa y en grave peligro.

      Ella cerró los ojos de nuevo, esperando despertarse de la pesadilla.

      Pero entonces sintió una vibración fuerte en su cuello y un estruendo en sus oídos.

      El estruendo estaba haciéndose más fuerte. La vibración se volvió penetrante y aguada, y sus ojos se abrieron de golpe.

      No podía ver muy lejos por la curvatura de las vías, pero sabía cuál era la fuente de esa vibración y ruido.

      Era un tren que se aproximaba.

      Su corazón latía con fuerza y sintió un terror que la inundó completa. Comenzó a retorcerse frenéticamente, pero fue completamente inútil.

      No podía liberar sus brazos y piernas, y no podía alejar su cuello de la vía.

      El estruendo era ahora un ruido ensordecedor, y de repente...

      ... entró a la vista la parte delantera color naranja rojiza de un motor diésel enorme.

      Soltó un grito, un grito que para ella fue demasiado fuerte.

      Pero entonces se dio cuenta de que no era su propio grito lo que había oído.

      Era el ruido ensordecedor del silbato del tren.

      Ahora sintió una oleada extraña de ira.

      El ingeniero había sonado el silbato...

      «¿Por qué demonios no se detiene?», pensó.

      Pero obviamente no podía hacerlo lo suficientemente rápido a la velocidad en que iba.

      Oyó un sonido chirriante cuando el ingeniero trató de detener la montaña de metal.

      El motor llenaba ahora todo su campo visual, y vio unos ojos mirando por el parabrisas...

      ... ojos que se veían tan aterrados como ella se sentía.

      Era como mirarse en un espejo... y no quería ver lo que estaba viendo.

      Reese Fisher cerró los ojos, sabiendo que esa sería la última vez que lo haría.

      CAPÍTULO UNO

      Cuando Riley oyó el auto detenerse frente a su casa urbana, se preguntó si realmente sería capaz de hacer esto.

      Estudió su rostro en el espejo de su baño, con la esperanza de que no pareciera demasiado obvio que había estado llorando. Luego bajó las escaleras, donde su familia ya se había reunido en la sala de estar: su ama de llaves, Gabriela, su hija de quince años de edad, April, y Jilly, la niña de trece años de edad que Riley estaba en trámites de adoptar.

      Y entre ellos, flanqueado por un par de maletas grandes, estaba el joven Liam de quince años de edad, sonriéndole tristemente a Riley.

      «Realmente está sucediendo —pensó— En este mismo momento.»

      Se recordó a sí misma que esto era lo mejor.

      Aun así, no pudo evitar sentirse triste.

      En ese momento se oyó el sonido del timbre y Jilly corrió a abrir la puerta principal.

      Un hombre y una mujer cincuentones entraron a la casa con grandes sonrisas en sus rostros. La mujer corrió a Liam, pero el hombre se acercó a Riley.

      —Usted debe ser la señora Paige —dijo.

      —Riley, por favor —dijo Riley, su voz un poco entrecortada.

      —Soy Scott Schweppe, tío de Liam. —Se volvió hacia su mujer, quien estaba dándole un gran abrazo a Liam, y agregó—: Y esta es mi esposa, Melinda. Pero supongo que ya lo sabe. De todos modos, estamos encantados de conocerla.

      Riley tomó la mano que le ofrecía y vio que su apretón de manos era cálido y fuerte.

      A diferencia de Riley, Melinda no se molestó en contener sus lágrimas. Mirando a su sobrino, le dijo: —¡Oh, Liam! ¡Teníamos tanto tiempo sin verte! Estabas tan pequeño la última vez que te vimos. ¡Te has convertido en un joven tan apuesto!

      Riley respiró profundo varias veces.

      «Esto es lo mejor», se repitió a sí misma.

      Sin embargo, hasta hace un par de días, era lo último que había esperado que sucediera.

      Parecía que fue ayer cuando Liam se mudó con Riley y su familia. De hecho, había estado aquí menos de dos meses, pero Liam había encajado a la perfección y todos estaban muy apegados a él.

      Pero se habían enterado que el chico tenía parientes que querían que él se fuera a vivir con ellos.

      Riley le dijo a la pareja: —Siéntense, por favor. Pónganse cómodos.

      Melinda se secó las lágrimas con un pañuelo y ella y Scott se sentaron en el sofá. Todos los demás encontraron lugares para sentarse excepto Gabriela, quien se fue a toda prisa a la cocina para buscar refrigerios.

      Riley se sintió un poco aliviada cuando April y Jilly comenzaron a charlar con Scott y Melinda sobre su viaje de dos días desde Omaha, preguntándoles dónde habían pasado la noche y cómo había estado el clima durante el viaje. Jilly parecía estar de buen humor, pero Riley detectó tristeza detrás de la actitud alegre de April. Después de todo, ella es la que más había estado apegada a Liam.

      Mientras Riley escuchó, observó a la pareja de cerca.

      Scott y su sobrino se parecían bastante. Igual de desgarbados, de pelo rojo brillante y tez pecosa. Melinda era robusta y parecía un ama de casa bondadosa perfectamente convencional.

      Gabriela regresó

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