Una Vez Añorado . Блейк Пирс
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Riley se asomó por la ventana del pequeño jet de la UAC. El avión sobrevoló las nubes para volar al noroeste del Pacífico. El vuelo duraría unas seis horas. En pocos minutos, Riley pudo ver el paisaje debajo de ellos.
Bill estaba sentado a su lado.
Dijo: “Volar al otro lado del país siempre me hace pensar en el pasado, cuando la gente tenía que caminar o andar en caballos o carretas”.
Riley asintió y sonrió. Era como si Bill hubiera leído sus pensamientos. A menudo sentía eso con él.
“El país debió haber parecido enorme en ese entonces”, dijo. “Les llevaba a los colonos meses cruzar el país”.
Un silencio cómodo y familiar se estableció entre ellos. Con los años, ella y Bill habían tenido sus desacuerdos e incluso habían peleado, y a veces parecía que su relación había llegado a su fin. Pero ahora se sentía aún más cercana a él debido a esos momentos difíciles. Le confiaba su vida, y sabía que él le confiaba la suya.
En momentos como este, estaba feliz de que ella y Bill no se habían entregado a su atracción mutua. Se habían acercado a hacerlo bastantes veces.
“Hubiera arruinado todo”, pensó Riley.
Habían sido inteligentes en no hacerlo. Perder su amistad hubiera sido demasiado difícil, ni siquiera se lo podía imaginar. Él era su mejor amigo en el mundo.
Después de unos momentos, Bill dijo: “Gracias por venir, Riley. Realmente necesito tu ayuda esta vez. No creo que pudiera manejar este caso con cualquier otro compañero. Ni siquiera con Lucy”.
Riley lo miró y se quedó callada. No tenía que preguntarle lo que tenía en mente. Sabía que finalmente iba a decirle la verdad sobre lo que le había sucedido a su madre. Entonces entendería cuán importante e inquietante este caso realmente era para él.
Él miró hacia adelante, perdido en sus recuerdos.
“Te he hablado de mi familia”, dijo. “Te dije que mi papá fue profesor de matemáticas de la escuela secundaria, y que mi mamá trabajó como cajera de un banco. Con tres hijos, estábamos cómodos, aunque tampoco éramos ricos. Fue una vida muy feliz para todos nosotros. Hasta que...”.
Bill pausó por un momento.
“Sucedió cuando tenía nueve años”, continuó. “Justo antes de Navidad, el personal del banco en el que trabajaba mi mamá organizó su fiesta anual de Navidad, intercambiando regalos y comiendo torta y todo lo demás. Cuando mamá llegó a casa esa tarde, supimos que se había divertido bastante y que todo estaba bien. Pero comenzó a comportarse rara esa noche”.
Bill hizo una mueca ante la triste memoria.
“Se mareó, estaba confundida y estaba balbuceando. Era casi como si estuviera borracha. Pero mamá nunca bebía mucho y, además, no habían servido alcohol en la fiesta. Nosotros no teníamos ni la menor idea de lo que estaba sucediendo. Las cosas empeoraron rápidamente. Empezó a sentir náuseas y a vomitar. Papá la llevó rápidamente a la sala de emergencias. Nosotros fuimos con ellos”.
Bill se quedó en silencio de nuevo. Riley podía notar que se le estaba haciendo cada vez más difícil contar lo que había sucedido.
“Cuando llegamos al hospital, tenía taquicardia y estaba hiperventilando, y su presión sanguínea estaba muy elevada. Entonces cayó en coma. Sus riñones comenzaron a fallar, y tuvo insuficiencia cardíaca congestiva”.
Los ojos de Bill estaban cerrados y su rostro estaba anudado de dolor. Riley se preguntaba si tal vez sería mejor si no le contaba el resto de su historia. Pero sintió que interrumpirlo no sería lo correcto.
Bill dijo: “A la mañana siguiente, los médicos descifraron lo que estaba mal. Sufría de un envenenamiento severo con etilenglicol”.
Riley negó con la cabeza. La sustancia sonaba familiar, pero no podía recordar exactamente qué era.
Bill le explicó rápidamente: “Alguien le había agregado anticongelante al ponche de la fiesta”.
Riley jadeó.
“¡Dios mío!”, dijo. “¿Cómo es posible? Digo, el sabor no...”.
“Es que la mayoría de los anticongelantes son dulces”, explicó Bill. “Es fácil de mezclar con bebidas azucaradas sin que nadie lo note. Es terriblemente fácil de usar como veneno”.
Riley estaba luchando por entender lo que estaba oyendo.
“Pero si el ponche estaba contaminado, entonces las demás personas también fueron envenenadas, ¿cierto?”, dijo.
“Esa es la cosa”, dijo Bill. “Nadie más fue envenenado. No envenenaron todo el recipiente para ponche. El anticongelante solo fue añadido a las bebidas de mamá. Alguien específicamente quiso matarla a ella”.
Se quedó callado de nuevo por otro momento.
“Para ese entonces ya era demasiado tarde”, dijo. “Permaneció en coma y murió en Nochevieja. Estuvimos con ella hasta el final”.
Bill logró no romper en llanto. Riley supuso que ya había llorado bastante por eso a lo largo de los años.
“No tenía sentido”, dijo Bill. “Mamá le agradaba a todo el mundo. No tenía un enemigo en el mundo. La policía investigó y llegó a la conclusión que ninguno de los trabajadores del banco eran responsables. Pero varios compañeros recordaron a un hombre extraño en la fiesta. Parecía amable, y todo el mundo asumió que él era el invitado de alguien, un amigo o un pariente. Se fue antes de que se acabara la fiesta”.
Bill negó con la cabeza amargamente.
“El caso se enfrió. Sigue así. Supongo que siempre lo estará. Después de tantos años, nunca será resuelto. Fue terrible nunca descubrir quién lo hizo, nunca llevar a la persona ante la justicia. Pero lo peor fue jamás descubrir el por qué. Parecía tan cruel. ¿Por qué mamá? ¿Qué hizo para que alguien le hiciera algo tan horrible? O tal vez ella no hizo nada. Tal vez fue solo una especie de broma cruel. No saberlo fue una tortura. Lo sigue siendo. Y, por supuesto, esa es una de las razones por las que decidí...”.
No terminó su oración. No necesitaba hacerlo. Riley se había enterado hace mucho tiempo que el misterio no resuelto de la muerte de su madre era la razón por la cual Bill había decidido trabajar en esto.
“Lo siento mucho”, dijo Riley.
Bill se encogió de hombros débilmente, como si tuviera un peso enorme sobre sus hombros.
“Fue hace mucho tiempo”, dijo. “Además, tú bien sabes cómo se siente, creo que más que cualquiera”.
Las palabras de Bill conmocionaron a Riley. Sabía exactamente lo que quería decir con eso. Y tenía razón. Le había contado su historia hace mucho tiempo,