Una Vez Añorado . Блейк Пирс
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Era demasiado tarde para eso.
La campana del microondas la sacó de su ensueño. Cody estaba mirándola con ojos bondadosos y expectantes.
Le dio unas palmaditas a su mano, se levantó y caminó al microondas. Sacó las tazas, que ahora estaban calientes al tacto.
Se recordó a sí misma una vez más.
“La amarilla para Cody, la azul para mí”.
Era importante no confundirlas.
Ambos tomaron su té sin decir mucho. Hallie consideraba que estos momentos eran de compañerismo. Le entristecía un poco el hecho de que estos momentos habían llegado a su fin. Después de unos días, este paciente ya no la necesitaría.
Cody estaba quedándose dormido. Había mezclado el polvo con somníferos para asegurarse de que lo hiciera.
Hallie se levantó y tomó sus pertenencias para irse.
Y luego empezó a cantar una canción que había conocido desde que tenía memoria:
“Lejos de casa,
Tan lejos de casa,
Este pequeño bebé está lejos de casa.
Te consumes cada vez más
Día tras día
Demasiado triste para reír, demasiado triste para jugar.
No hay porqué llorar,
Duerme profundamente.
Entrégate a los brazos de Morfeo.
No más suspiros,
Solo cierra tus ojos
Y te irás a casa en tus sueños”.
Cody tenía los ojos cerrados, y ella acarició su pelo amorosamente.
Luego, con un suave beso en la frente, se puso de pie y se fue.
CAPÍTULO UNO
La agente del FBI Riley Paige se encontraba preocupada mientras caminaba por la pasarela del Aeropuerto Internacional de Phoenix Sky Harbor. Había estado ansiosa durante el vuelo del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington. Había venido a toda prisa porque se había enterado de que la niña adolescente Jilly estaba desaparecida. Riley se sentía muy protectora hacia ella. Estaba decidida a ayudar a la niña e incluso estaba considerando adoptarla.
A lo que Riley atravesó la puerta de salida caminando apresuradamente, levantó la mirada y se sorprendió al ver a la chica parada junto con el agente del FBI Garrett Holbrook de la oficina de campo de Phoenix.
La chica de trece años Jilly Scarlatti estaba parada junto a Garrett, parpadeando, claramente esperándola.
Riley estaba confundida. Garrett era quien la había llamado para decirle que Jilly había huido y que no estaba por ninguna parte.
Antes de que Riley pudiera hacer cualquier pregunta, Jilly se le abalanzó y se echó en sus brazos, sollozando.
“Ay Riley, lo siento. Discúlpame. Jamás lo volveré a hacer”.
Riley abrazó a Jilly consoladoramente, mirando a Garrett como si estuviera pidiéndole una explicación. La hermana de Garrett, Bonnie Flaxman, había intentado adoptar a Jilly. Pero Jilly se había rebelado y había huido.
Garrett sonrió un poco, una expresión inusual en un hombre normalmente taciturno.
“Ella llamó a Bonnie poco después de que salieras de Fredericksburg”, dijo. “Dijo que solo quería despedirse de una vez por todas. Pero Bonnie le dijo que estabas en camino para llevártela a casa contigo. Se emocionó mucho y nos dijo dónde estaba”.
Miró a Riley.
“Tu venida la salvó”, concluyó.
Riley solo se quedó parada allí por un momento, sintiéndose extrañamente torpe e impotente. Jilly aún estaba sollozando en sus brazos.
Jilly susurró algo que Riley no pudo oír.
“¿Qué?”, preguntó Riley.
Jilly levantó la mirada hacia Riley, sus ojos marrones llenos de lágrimas.
“¿Mamá?”, dijo en una voz tímida y llena de emoción. “¿Puedo llamarte mamá?”.
Riley la abrazó de nuevo, abrumada por una avalancha de emociones confusas.
“Por supuesto”, dijo Riley.
Luego se volvió a Garrett. “Gracias por todo lo que has hecho”.
“Me alegra haber podido ayudar, al menos un poco”, contestó. “¿Necesitas un lugar para alojarte mientras estás aquí?”.
“Ya apareció Jilly, así que no hace falta. Tomaremos el siguiente vuelo a casa”.
Garrett estrechó su mano. “Espero que esto funcione para las dos”.
Luego se fue.
Riley miró a la adolescente que todavía estaba aferrada a ella. Sintió una mezcla extraña de alegría por haberla encontrado y preocupación por lo que podría depararles el futuro.
“Vamos a comernos una hamburguesa”, le dijo a Jilly.
*
Estaba nevando ligeramente durante el viaje a casa del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington. Jilly estaba sentada en silencio mirando por la ventana mientras Riley conducía. Su silencio era un gran cambio después del vuelo de más de cuatro horas de Phoenix. Jilly había pasado todo el vuelo hablando. Nunca había estado en un avión antes y sentía curiosidad por todo.
“¿Por qué está tan callada ahora?”, se preguntó Riley.
Se le ocurrió que la nieve debía ser una vista inusual para una chica que había vivido toda su vida en Arizona.
“¿Has visto la nieve antes?”, preguntó Riley.
“Solo en la televisión”.
“¿Te gusta?”, preguntó Riley.
Jilly no contestó, y esto hizo que Riley se sintiera intranquila. Recordó la primera vez que había visto a Jilly. La muchacha había huido de un padre abusivo. Había decidido convertirse en prostituta debido a su desesperación. Había ido a una parada de camiones que era conocida como un lugar de encuentro para prostitutas.
Riley había ido allí para investigar una serie de asesinatos de prostitutas. Encontró a Jilly escondida en la cabina de un camión, esperando venderse a sí misma al conductor cuando volviera.
Riley