Una Vez Abandonado . Блейк Пирс
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“Ni siquiera lo pienses”, gritó Peterson. “Si intentas algo, esto se acaba aquí”.
Riley estaba horrorizada. Si siquiera levantaba su escopeta, Peterson mataría a April antes de que pudiera disparar.
Puso la escopeta en el suelo.
El terror en el rostro de su hija la atormentaría para siempre...
Riley dejó de correr y se dobló, jadeando.
Era temprano por la mañana, y ella había salido a correr. Pero el horrible recuerdo la había dejado congelada a su lugar.
¿Jamás olvidaría ese terrible momento?
¿Jamás dejaría de sentirse culpable por haber puesto a April en peligro mortal?
“No”, pensó. “Y así debe ser. Jamás debo olvidarlo”.
Ella inhaló y exhaló el aire frío hasta que se sintió un poco mejor. Luego empezó a caminar por el sendero arbolado familiar. Podía ver un poco de luz de sol por los árboles.
Este sendero quedaba cerca de su casa y era fácil llegar a él. Riley corría aquí a menudo por las mañanas. El ejercicio usualmente la ayudaba a sacar a los fantasmas y demonios de su pasado de su mente. Pero hoy estaba teniendo el efecto contrario.
Todo lo que había sucedido ayer, la visita a los Pennington, la ojeada en el garaje y la ira de April había traído todos esos recuerdos feos a flote.
“Y todo es por mí”, pensó Riley, acelerando su paso a un trote.
Pero luego recordó lo que había sucedido luego en ese río.
La pistola de Peterson se atascó, y Riley lo apuñaló entre sus costillas antes de tambalearse y caer al agua fría. Aunque estaba herido, Peterson se las arregló para mantener a Riley bajo el agua.
Luego vio a April, quien aún tenía las muñecas y los pies atados, levantar la escopeta que Riley había dejado caer. Ella la oyó estrellarla contra la cabeza de Peterson.
Pero el monstruo se volvió y se abalanzó sobre April. Él empujó su rostro bajo el agua.
Su hija se iba a ahogar.
Riley encontró una roca afilada.
Se abalanzó sobre Peterson y la estrelló contra su cabeza.
Él se cayó y ella saltó encima de él.
Golpeó el rostro de Peterson con la roca una y otra vez.
El río se volvió rojo de la sangre.
Agitada por el recuerdo, Riley comenzó a correr más rápido.
Ella estaba orgullosa de su hija. April había demostrado valentía e ingenio ese terrible día. También había sido valiente en otras situaciones peligrosas.
Pero ahora April estaba enojada con Riley.
Y Riley no pudo evitar preguntarse si tenía razón.
*
Riley se sentía muy fuera de lugar en el servicio fúnebre de Lois Pennington esa tarde.
Por un lado, casi nunca iba a la iglesia. Su padre fue un ex infante de marina endurecido que no creyó ni en nada ni en nadie, sino solo en sí mismo. Vivió con unos tíos durante parte de su infancia y adolescencia, y ellos intentaron hacerla ir a la iglesia, pero Riley fue muy rebelde.
En cuanto a funerales, Riley simplemente los odiaba. Había visto demasiado de la realidad brutal de la muerte durante sus dos décadas siendo agente, así que los funerales le parecían falsos. Siempre hacían que la muerte pareciera tan limpia y pacífica.
“Todo es engañoso”, pensó. Esta chica murió violentamente, bien sea porque se suicidó o porque alguien la asesinó.
Pero April había insistido en venir, y Riley no podía dejarla enfrentar esto por sí sola. Eso parecía irónico, porque en estos momentos Riley era la que se sentía sola. Estaba sentada en la última fila del santuario lleno de gente. April estaba adelante, sentada en la fila justo detrás de la familia, lo más cercana a Tiffany posible. Pero a Riley le alegraba que April estaba cerca de su amiga, y a ella no le importaba sentarse sola.
La luz del sol iluminaba las vidrieras, y el ataúd en el frente estaba abarrotado de flores y coronas funerarias. El servicio fue digno y el coro cantó bien.
El predicador estaba hablando de la fe y la salvación, asegurándoles a todos que Lois ahora estaba en un lugar mejor. Riley no estaba prestándole atención. Estaba buscando pistas que indicaran por qué Lois Pennington había muerto.
Ayer notó que los padres de Lois se habían sentado un poco separados en el sofá. No había estado segura de cómo leer su lenguaje corporal. Pero ahora el brazo de Lester Pennington estaba alrededor del hombro de Eunice en un cálido gesto de consuelo. Los dos parecían ser unos padres afligidos perfectamente ordinarios.
Si algo andaba mal en la familia Pennington, Riley no podía verlo.
Y, curiosamente, eso hizo a Riley sentirse intranquila.
Consideraba que era una observadora aguda de la naturaleza humana. Si Lois realmente se había suicidado, su vida familiar probablemente era problemática. Pero nada se veía mal, nada más que el duelo normal.
El predicador logró terminar su sermón sin mencionar ni una vez la supuesta causa de la muerte de Lois.
Luego vino una serie de testimonios cortos y tristes de amigos y familiares. Hablaban de dolor y tiempos más felices, a veces relacionados con eventos humorísticos que evocaron risas tristes en la congregación.
“Pero nada de suicidio”, pensó Riley.
Algo parecía extraño.
¿Alguien cercano a Lois no querría reconocer algo oscuro sobre sus últimos días, una lucha contra la depresión, una batalla contra sus demonios internos, una llamada de auxilio no respondida? ¿Alguien no debería sugerir que su trágica muerte debería ser una lección para los demás en que deben obtener ayuda y apoyo en vez de quitarse la vida?
Pero nadie dijo nada al respecto.
Nadie quería hablar de ello.
Parecían estar avergonzados o desconcertados, o tal vez ambos.
Tal vez ni siquiera lo podían creer.
Los testimonios terminaron, y luego llegó el momento de ver el cuerpo. Riley se quedó sentada. Estaba segura de que el empleado de funeraria había hecho un buen trabajo y que lo que quedó de la pobre Lois no se veía nada en absoluto como se había visto cuando la encontraron colgando. Riley sabía por experiencia como se veía un cadáver estrangulado.
Finalmente, el predicador ofreció la bendición final y el ataúd fue sacado. La familia salió junta, y todos quedaron libres para irse.
Cuando