Una Vez Atraído . Блейк Пирс

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Una Vez Atraído  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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Se sentía como aquella vez en la que se había caído de un árbol de espalda y no había podido respirar por unos segundos.

      Sabía que debía alejarse. Pero se quedó congelada al lugar. Fue como si tuviera que decirle a su cuerpo cómo moverse.

      “Date la vuelta y corre”, pensó.

      Pero simplemente no pudo hacerlo por unos segundos terroríficos.

      Sus piernas parecieron comenzar a correr por sí solas, y se encontró corriendo hacia el borde del claro. Estaba aterrada de que algo realmente malo la jalara.

      Cuando llegó al borde del bosque, se inclinó, esforzándose para poder respirar. Ahora entendió que no había estado respirando todo este tiempo.

      “¿Qué pasa?”, preguntó Denise.

      “¡Un fantasma!”, dijo Libby entre jadeos. “¡Escuché a un fantasma!”.

      No esperó una respuesta. Se fue corriendo de regreso por el mismo camino por el que habían venido. Oyó a su hermano y a su prima corriendo detrás de ella.

      “¡Oye Libby, detente!”, gritó su hermano. “¡Espéranos!”.

      Pero no había forma de que dejara de correr hasta que estuviera a salvo en su casa.

      CAPÍTULO CUATRO

      Riley tocó la puerta del dormitorio de April. Era mediodía, y ya le parecía hora de que su hija se despertara. Pero la respuesta que obtuvo no era la que había estado esperando.

      “¿Qué quieres?”, fue la respuesta taciturna que recibió desde dentro de la habitación.

      “¿Dormirás todo el día?”, preguntó Riley.

      “Ya estoy despierta. Bajaré en un minuto”.

      Con un suspiro, Riley volvió a bajar las escaleras. Deseaba que Gabriela estuviera aquí, pero siempre tomaba tiempo libre los domingos.

      Riley se sentó en el sofá. April se había portado taciturna y distante todo el día de ayer. Riley no había sabido cómo aliviar la tensión no identificada entre ellas, y se había sentido aliviada cuando April había ido a una fiesta de Halloween en la noche. Como había sido en casa de una amiga a un par de cuadras, Riley no se había preocupado. Al menos no hasta que se hizo la una de la mañana y su hija aún no había llegado.

      Afortunadamente, April había llegado mientras Riley seguía indecisa sobre si actuar o no. Pero April había entrado e ido directo a la cama sin decirle dos palabras a su madre. Y, hasta el momento, no se veía más dispuesta a comunicarse esta mañana.

      Riley se sentía aliviada de que estaba en casa para lidiar con lo que sea que estaba pasando. Aún no se había comprometido con el nuevo caso, y seguía indecisa al respecto. Bill siguió manteniéndola al tanto, así que sabía que ayer él y Lucy Vargas habían ido a investigar la desaparición de Meara Keagan. Habían entrevistado a la familia para la que Meara había estado trabajando y también sus vecinos en su edificio de departamentos. No habían obtenido pistas.

      Hoy Lucy estaba haciéndose cargo de una búsqueda general, coordinando a varios agentes que estaban repartiendo volantes con la foto de Meara. Mientras tanto, Bill estaba esperando nada pacientemente para que Riley tomara una decisión.

      Pero no tenía que decidirlo de inmediato. Todos los de Quántico entendían que Riley no estaría disponible mañana. Uno de los primeros asesinos que había llevado ante la justicia ya podía optar por libertad condicional en Maryland. No testificar en esa audiencia simplemente era imposible.

      Mientras Riley reflexionaba sus opciones, April bajó por las escaleras completamente vestida. Entró en la cocina sin siquiera mirar a su madre. Riley se puso de pie y la siguió.

      “¿Qué tenemos para comer?”, le preguntó April, mirando dentro del refrigerador.

      “Puedo prepararte el desayuno”, dijo Riley.

      “No te preocupes, encontraré algo”.

      April sacó un trozo de queso y cerró la puerta del refrigerador. Se cortó una rodaja de queso en el mostrador de la cocina y se sirvió una taza de café. Le añadió crema y azúcar al café, se sentó en la mesa de la cocina y comenzó a mordisquear el queso.

      Riley se sentó con su hija.

      “¿Qué tal estuvo la fiesta?”, preguntó Riley.

      “Estuvo normal”.

      “Llegaste a casa un poco tarde”.

      “No, no fue así”.

      Riley decidió no discutir. Tal vez una de la madrugada realmente no era tarde para los chicos de quince años de edad que estaban de fiesta. ¿Cómo lo sabría?

      “Crystal me dijo que tienes un novio”, dijo Riley.

      “Sí”, dijo April, bebiéndose su café.

      “¿Cuál es su nombre?”.

      “Joel”.

      Después de unos momentos de silencio, Riley le preguntó: “¿Cuántos años tiene?”.

      “No lo sé”.

      Riley sintió un nudo de ansiedad y enojo en la garganta.

      “¿Cuántos años tiene?”, repitió Riley.

      “Tiene quince. Igual que yo”.

      Riley se sentía segura de que April estaba mintiendo.

      “Quisiera conocerlo”, dijo Riley.

      April puso los ojos en blanco. “Dios, Mamá. ¿Dónde creciste? ¿En los años cincuenta o algo?”.

      Riley se sintió incomodada.

      “No creo que eso sea irrazonable”, dijo Riley. “Haz que venga a la casa y preséntamelo”.

      April bajó su taza de café tan fuertemente que derramó un poco sobre la mesa.

      “¿Por qué tratas de controlarme todo el tiempo?”, espetó.

      “No estoy tratando de controlarte. Solo quiero conocer a tu novio”.

      Por unos momentos, April se quedó callada mirando su café fijamente con una expresión taciturna. Entonces se levantó de la mesa y salió enfadada de la cocina.

      “¡April!”, gritó Riley.

      Riley siguió a April. April fue a la puerta principal y agarró su cartera, que colgaba en el perchero.

      “¿Adónde vas?”, dijo Riley.

      April no respondió. Ella abrió la puerta y salió, cerrando la puerta de golpe.

      Riley se quedó atónita por unos momentos. Riley pensó que April regresaría

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