Un Rastro de Crimen . Блейк Пирс
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Un Rastro de Crimen - Блейк Пирс страница 7
Llamó a los dos chicos con los que Jessica se había encaprichado en las últimas semanas y aunque ambos sabían quién era, ninguno parecía conocerla bien o siquiera estar al tanto de lo que ella sentía. Keri no se extrañó por eso. Recordaba cuando tenía esa edad, y llenaba cuadernos enteros con los nombres de los chicos que le gustaban, sin siquiera llegar a hablar con ellos.
Habló con, o dejó mensajes a todos los maestros de Jessica, su entrenador de softball, su tutor de matemáticas, e incluso el responsable del grupo de vigilancia nocturna del vecindario. Ninguno de los que contactó sabía algo.
Llamó a Ray, que contestó al primer repique.
—Sands.
—No tengo nada aquí —dijo, decidida a concentrarse en el asunto presente—. Nadie vio nada fuera de lo ordinario. Sus amigos dicen que todo parecía estar bien cuando dejó la escuela. Todavía estoy esperando algunas llamadas, pero no soy optimista. ¿Te está yendo mejor?
—Hasta ahora no. El alcance de la cámara de vídeo solo se extiende hasta el final de la cuadra donde está la escuela, en ambas direcciones. Puedo verla diciéndole adios a su amigos, como lo has descrito, y luego salir pedaleando. Nada sucede mientras está visible. Le he pedido al guardia que junte los vídeos de principios de semana para ver si hubo alguien merodeando en días previos. Podría llevar tiempo.
Implícita estaba en la última frase la presunción de que no regresaría pronto a la estación. Ella simuló no notarlo.
—Creo que debemos activar el Alerta Ámbar —dijo—. Son ahora las seis p.m. Han pasado tres horas desde que su mamá llamó al nueve-uno-uno. No tenemos evidencia alguna que sugiera que esto es otra cosa que no sea un secuestro. Si fue llevada justo después de la escuela, entre las dos cuarenta y cinco y las tres p.m., podría ahora estar tan lejos como Palm Springs o San Diego. Necesitamos conseguir tantos ojos sobre esto como sea posible.
—De acuerdo —dijo Ray—. ¿Puedes manejar eso para que yo pueda quedarme a revisar estos vídeos?
—Por supuesto. ¿Vuelves después a la estación?
—No lo sé —respondió sin ser terminante—. Depende de lo que averigüe.
—Okey, bueno, mantenme informada —dijo.
—Lo haré —replicó, y colgó sin decir adios.
Keri se ordenó a sí misma no ponerle atención a ese desaire, y se concentró en preparar el Alerta Ámbar y sacarlo. Cuando estaba terminando, vio a su jefe, el Teniente Cole Hillman, caminando hacia su oficina.
Vestía su acostumbrado uniforme de pantalones casuales, chaqueta deportiva, corbata floja, y camisa de manga corta que no podía mantener bajo la pretina debido a su amplia circunferencia. Tenía un poco más de cincuenta, pero el trabajo lo había avejentado tanto que había profundas líneas en su frente y en las esquinas de sus ojos. Su cabello entrecano lucía más blanco por estos días.
Pensó que iba a pasar por su escritorio para pedirle una actualización de estatus pero ni siquiera miró en su dirección. Eso estaba bien para ella, ya que quería verificar con la gente de Escena del Crimen para ver si habían encontrado huellas.
Luego de emitir el Alerta Ámbar, Keri caminó por la estación, inusualmente silenciosa a esa hora de la noche, y se fue por el corredor. Tocó la puerta de la Unidad de Escena del Crimen y asomó su cabeza sin esperar a que le dieran permiso.
—¿Algo de suerte con el caso de Jessica Rainey?
La secretaria, una veinteañera de cabello oscuro y gafas, alzó la mirada de la revista que estaba leyendo. Keri no la conocía. El empleo de secretaria en Escena del Crimen era de mucho desgaste y tenía una alta rotación. Tecleó el nombre en la base de datos.
—Nada en el morral ni en la bici —dijo la chica—. Todavía están verificando unas pocas huellas del teléfono, pero por la manera de hablar, no sonaba prometedor.
—¿Puedes por favor decirles que avisen a la Detective Keri Locke tan pronto hayan terminado, sin importar el resultado? Aunque no haya huellas de utilidad, necesito revisar ese teléfono.
—Lo haré, Detective —dijo, enterrando de nuevo su nariz en la revista, antes incluso de que Keri cerrara la puerta.
De pie, a solas en el silencioso corredor, Keri respiró hondo y se dio cuenta que no le quedaba nada más que hacer. Ray estaba revisando los vídeos de vigilancia de la escuela. Ella había sacado el Alerta Ámbar. El informe de los forenses estaba pendiente y ella no podía ver el teléfono de Jessica mientras ellos no hubieran terminado. Ya había hablado o estaba esperando la llamada de todos los que había llamado.
Se recostó de la pared y cerró sus ojos, permitiendo que su cerebro se relajara por primera vez en horas. Pero tan pronto lo hizo, pensamientos indeseables la inundaron.
Vio la imagen del rostro de Ray, herido y confundido. Vio una van negra con su hija adentro doblando una esquina para internarse en la oscuridad. Vio los ojos del Coleccionista mientras exprimía su cuello, mientras le arrancaba la vida al hombre que había secuestrado a su hija hacía más de cinco años, aun cuando agonizaba por una herida en la cabeza. Vio el borroso vídeo de un hombre conocido solamente como el Viudo Negro mientras disparaba a la cabeza a otro hombre, sacaba a Evie de la van de esa persona, y la introducía en la cajuela de su propio auto antes de desaparecer para siempre.
Sus ojos se abrieron y vio que se hallaba de cara a la sala de evidencias. Había estado allí muchas veces en las pasadas semanas, examinando fotos del apartamento de Brian “El Coleccionista” Wickwire.
La verdadera evidencia era retenida por la División Centro, pues el apartamento estaba en su jurisdicción. Habían consentido en dejar que el fotógrafo policial de Los Ángeles Oeste tomara fotos de todo, siempre y cuando estas permanecieran en la sala de evidencias. Habiendo matado al hombre, Keri no estaba en posición de discutir con ellos.
Pero no había repasado las fotos en varios días y ahora algo sobre ellas la estaba devorando. Era una comezón en el borde de su cerebro que no podía rascarse, alguna clase de conexión que ella sabía se ocultaba más allá de su consciencia. Entró a la sala.
Al secretario de evidencias no le sorprendió verla, y extendió la hoja para firmar hacia ella sin decir palabra. Ella se registró, luego fue derecho a la hilera con la caja de fotos. No necesitaba los datos de referencia porque sabía exactamente en qué hilera y anaquel estaba. Tomó la caja del anaquel y cargó con la misma hasta una de las mesas en la parte de atrás.
Se sentó, encendió la lámpara del escritorio, y desplegó todas las fotos delante de ella. Las había mirado con anterioridad docenas de veces. Cada libro propiedad de Wickwire fue catalogado y fotografiado, al igual que cada pieza de ropa, y cada objeto de los estantes de su cocina. Se creía que este hombre estaba implicado en el secuestro y venta de al menos cincuenta niños a lo largo de los años, y los detectives de la División Centro no habían dejado ninguna piedra sin voltear.
Pero Keri sentía que lo que estaba molestándola no estaba en ninguna de esas fotos que había estudiado previamente. Era algo que solo había registrado antes al pasar. Algo había estado rondando su mente cuando estuvo parada en el corredor minutos antes, dejando que todos esos recuerdos dolorosos la cubireran.
¿Qué es eso? ¿Cuál es la conexión que estás tratando de hacer?