El Tipo Perfecto . Блейк Пирс
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A medida que sus habilidades como criminóloga mejoran, la ahora embarazada Jessie descubre que el club de yates sirve como fachada para una red de prostitución de lujo. También desvela la verdad oculta sobre su marido: Kyle es un sociópata que ha matado a una empleada del club con la que se ha estado acostando y ha tratado de inculpar a Jessie por ello. Jessie pierde su bebé, como resultado de las drogas que le da Kyle sin su conocimiento. Gracias a la rapidez mental de Jessie, Kyle no consigue matarla ni a ella ni a sus dos vecinos. Resulta herida, pero arrestan a Kyle.
Jessie regresa a su viejo vecindario en el centro de Los Ángeles para reconstruir su vida. Poco tiempo después, la jefa de seguridad del hospital mental, Kat Gentry, visita a Jessie y le transmite un mensaje de Crutchfield: El Ejecutador de los Ozarks la está buscando. Jessie revela a Kat su secreto más guardado: la razón de que El Ejecutador de los Ozarks le esté buscando es porque es su padre.
Jessie Hunt es una aspirante a criminóloga a punto de divorciarse.
Kyle Voss es el que fuera su marido, y sociópata, ahora en la cárcel.
Bolton Crutchfield es un asesino en serie muy inteligente que idolatra al padre asesino de Jessie.
Kat Gentry es la jefa de seguridad del hospital mental donde está encarcelado Crutchfield.
La doctora Janice Lemmon es la psiquiatra de Jessie, también antigua criminóloga.
Lacy Cartwright es la compañera de universidad de Jessie, con quien está viviendo por el momento.
Ryan Hernández es el detective del L.A.P.D. que dio una clase a Jessie.
El Ejecutador de los Ozarks es un célebre asesino, al que no han atrapado jamás—y el padre de Jessie.
CONTENIDOS
CAPÍTULO UNO
Unas astillas procedentes de los reposabrazos de madera de la silla se le clavaban a Jessica Thurman en los antebrazos, que estaban atados a la silla con una soga áspera. La piel de sus brazos estaba al rojo vivo y le sangraba en algunos puntos debido a sus intentos constantes de librarse de sus ataduras.
Jessica era fuerte para ser una niña de seis años, pero no lo bastante como para liberarse de las sogas con las que le había maniatado su captor. No podía hacer otra cosa más que sentarse allí con los párpados abiertos a la fuerza con cinta adhesiva mientras observaba a su propia madre de pie delante de ella, con los brazos esposados a las vigas de madera de la aislada cabaña en los Ozarks donde las tenían a ambas en cautiverio.
Podía escuchar los susurros de su secuestrador, de pie detrás suyo, instruyéndola a que mirara, llamándole “bicho de verano” en voz bajita. Conocía muy bien esa voz.
Al fin y al cabo, pertenecía a su padre.