Soldado, Hermano, Hechicero . Морган Райс
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Recuperó la conciencia, y con ella todo el peso del dolor. Thanos sentía como si cada parte de él estuviera magullada hasta el hueso. Apenas podía levantar la cabeza, pues sentía que se le podía caer a trozos por el esfuerzo. Por la experiencia sabía cómo dolían las costillas rotas, y muchos más sitios le dolían casi igual.
Los guardias que lo habían golpeado no se habían contenido por quien era. Si acaso, parecía que lo habían golpeado más fuerte justo por eso, o bien escocidos por la magnitud de su supuesta traición, o queriendo demostrar que no estaban del lado de su príncipe rebelde.
Thanos consiguió incorporarse y mirar a su alrededor. El mundo que estaba cerca de él parecía cambiar. Por un instante, pensó que era un engaño causado por el dolor, el vértigo causado por los golpes en su cabeza. Entonces se dio cuenta de que se estaba moviendo de verdad, las barras de hierro verticales le proporcionaban un punto de referencia constante mientras su movimiento hacía que el resto del mundo se balanceara.
“Una horca”, murmuró Thanos, las palabras parecían sofocantes en su garganta. “Me han colgado en una horca”.
Al volver a mirarlo lo confirmó. Estaba dentro de una jaula que tenía la forma de las que una refinada mujer noble podría usar para meter en ella un pájaro, pero esta era lo suficientemente grande para un hombre. A durar penas. Las piernas de Thanos colgaban entre las barras, aunque todavía por encima del suelo, gracias a la cadena corta que sujetaba la jaula a un palo.
Más adelante había un pequeño patio cerrado. El tipo de lugar que los nobles podrían haber usado para sus deportes, o donde los sirvientes se podrían reunir para las tareas que podrían resultar desagradables. Los desagües en los adoquines mostraban por dónde la sangre o cosas peores podían desaparecer.
En un rincón, los guardias estaban levantando un patíbulo, sin ni siquiera molestarse en mirar a Thanos. Tampoco estaban montando un simple bloque de decapitación.
Thanos se agarró con fuerza a las barras con una furia repentina. No lo iban a enjaular como a una bestia a la espera de ser sacrificada. No se iba a quedar allí mientras unos hombres se preparaban para ejecutarlo por algo que él no había hecho.
Sacudió las barras para probarlas, pero eran fuertes. Había una puerta con una cerradura fijada con una cadena, en la que cada eslabón era tan grueso como el pulgar de Thanos. La probó, en busca de algún punto débil, algún modo de escapar de los límites de la horca que lo tenía atrapado.
“¡Eh! ¡Las manos fuera de allí!” exclamó uno de los guardias, y le golpeó con un palo que crujió contra los nudillos de Thanos, provocándole un grito ahogado de dolor mientras intentaba contener la necesidad de chillar.
“Sé todo lo duro que quieras”, dijo el guardia mirando a Thanos con evidente odio. “Cuando vayamos a por ti, chillarás”.
“Todavía soy un noble”, dijo Thanos. “Tengo derecho a un juicio ante los nobles del Imperio, y a elegir cómo ser ejecutado si se diera el caso”.
Esta vez, el palo golpeó las barras, a tan solo un palmo de su cara.
“Los asesinos de reyes reciben lo que se decide para ellos”, respondió bruscamente el guardia. “¡No habrá un golpe rápido de hacha para ti, traidor!”
Thanos notaba la rabia que había allí. Rabia de verdad y lo que parecía ser una sensación de traición personal. Thanos lo entendía. Quizás aquello incluso significaba que este hombre en un principio era un buen hombre.
“Pensabas que las cosas podían cambiar, ¿verdad?” supuso Thanos. Aquel era un gran peligro que corría, pero debía hacerlo, si tenía que encontrar el modo de demostrar su inocencia.
“Pensaba que tú podías ayudar a mejorar las cosas”, confesó el hombre. “¡Pero resultó que estabas trabajando con la rebelión para matar al rey!”
“Yo no lo maté”, dijo Thanos. “Pero sé quién lo hizo. Ayúdame a salir de aquí y…”
Aquel golpe de palo le dio fuerte en sus costillas heridas y, cuando el guardia lo retiró para golpear de nuevo, Thanos intentó encontrar un modo de protegerse. Pero no podía ir a ningún lugar.
Aún así, el golpe no llegó. Thanos vio que el guardia se detuvo en el último momento, bajaba el palo y hacía una gran reverencia. Thanos intentó girarse para ver lo que estaba sucediendo y aquello hizo que su horca empezara a girar.
Cuando terminó, la Reina Athena ya estaba delante de él, vestida de riguroso luto, que daba la sensación de que era ella el verdugo. Los guardias se amontonaron a su alrededor, como si tuvieran miedo de que Thanos pudiera encontrar el modo de matarla de la misma manera que ellos pensaban que había matado al rey, a pesar de las barras de la jaula.
“¿Por qué está aquí colgado?” exigió la Reina Athena. “Pensaba que os había dicho simplemente que lo ejecutarais”.
“Con el debido respeto, su majestad”, dijo uno de los guardias, “pero no estaba despierto y lleva un tiempo preparar la ejecución que merece un traidor como este”.
“¿Qué tenéis pensado?” preguntó la reina.
“Íbamos a colgarlo solo a medias, sacarle las entrañas y ponerlo en la rueda para acabar con él. No podíamos darle una muerte rápida después de todo lo que ha hecho”.
Thanos vio que la reina lo pensó por un instante y después asintió. “Puede que tengáis razón. ¿Ha confesado ya sus crímenes?”
“No, su majestad. Incluso asegura que no lo hizo”.
Thanos vio que la reina negaba con la cabeza. “Eso es ridículo. Lo encontraron encima del cuerpo de mi marido. Deseo hablar con él, a solas”.
“Su majestad, está completamente…”
“A solas, he dicho”. La mirada fulminante de la Reina Athena fue suficiente para que incluso Thanos sintiera un instante de pena por el hombre. “Está suficientemente seguro dentro de esta jaula. Apresuraos con el trabajo en el patíbulo. ¡Quiero al hombre que mató a mi marido muerto!”
Thanos observó que los guardias se retiraban, bien lejos de él y de la reina. Sin duda, lejos a una distancia en la que pudieran escuchar. Thanos no tenía ninguna duda de que era intencionado.
“Yo no maté al rey”, insistió Thanos, aunque imaginaba que aquello no cambiaría para nada su situación. Sin pruebas, ¿cómo iba alguien a creerle, mucho menos la reina, a la que nunca le había gustado?
Por un instante, el gesto de la reina se quedó fijo. Thanos vio que miraba a su alrededor, casi furtivamente, como preocupada por la posibilidad de que la escucharan. En aquel instante, Thanos lo comprendió.
“Ya lo sabe, ¿verdad?” dijo Thanos. “Sabe que yo no lo hice”.
“¿Cómo iba yo a saber una cosa así?” preguntó la Reina Athena, pero su voz tenía un tono nervioso. “Te atrapamos con la sangre de mi querido esposo en tus manos, encima de su cuerpo”.
“Querido”, repitió Thanos. “Solo se casó con el rey por un pacto político”.
Thanos vio que la reina apretaba