La fábrica mágica . Морган Райс

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La fábrica mágica  - Морган Райс Oliver Blue y la escuela de Videntes

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ellos también lo harían. Entonces se lanzarían a aporrearlo. Se mordió el labio preocupado, sin saber qué hacer a continuación. Si su capa de invisibilidad realmente existiera, ¡ahora sería el momento de usarla!

      Con un enorme chasquido, el cielo pareció abrirse. La lluvia caía en cascada y los rayos cubrían el cielo. Oliver pensó que era demasiado quedando una hora para que llegara. Ya tenían la tormenta encima.

      El autobús zigzagueaba peligrosamente por la calle. Oliver se agarraba a la barra de metal y chocaba con los hombros de los otros niños que había a su alrededor. Las cosas habían pasado de parecer amenazantes a parecer, de repente, bastante escalofriantes.

      Otro relámpago rasgó el cielo. Los chicos que había en el autobús gritaban de miedo.

      Entonces Oliver se dio cuenta de que tal vez podía usar la tormenta a su favor. Dado que bajar en su parada era imposible con los amigotes de Chris vigilando, tendría que bajar inesperadamente. Mezclarse con la multitud. Y con la fuerte lluvia y la desorientación general, eso podría ser posible.

      En ese momento exacto, el autobús fue frenando hasta detenerse. Un gran grupo de niños salió disparado hacia la puerta. Oliver miró a su alrededor y vio que estaban a las afueras del barrio bueno, que parecía ser donde la mayoría de alumnos del Campbell Junior High vivía. Oliver no conocía el barrio especialmente bien, pero tenía una ligera idea de dónde estaba en relación con el suyo.

      Así que siguió a la multitud y bajó en una parada desconocida. La lluvia torrencial caía sobre él y los demás. Intentaba pegarse a la multitud pero, para su desesperación, todo el mundo se dispersó en diferentes direcciones y rápido también para escapar del tiempo. Antes de que Oliver pudiera parpadear, se quedó solo en la acera completamente al descubierto.

      Ni un instante más tarde, el segundo autobús se detuvo en la parada. Oliver vio a Chris a través de la ventana empañada. Y obviamente Chris vio a Oliver, pues empezó a señalar nervioso y a gritar algo a sus amigos. Oliver no necesitó un intérprete para saber lo que significaban los gestos de Chris. Iba a por él.

      Oliver corrió.

      No tenía mucha idea de dónde estaba, pero corría de todas formas, en dirección a lo que él estaba seguro que era la dirección fácil hasta casa.

      Sin mirar hacia atrás, Oliver corría y corría. La lluvia y el viento lo azotaban, dificultándole avanzar, pero esta una de las pocas ocasiones en las que ser pequeño era una ventaja. Oliver sabía que a Chris le costaría arrastrar su torpe cuerpo, mientras que él era brioso.

      Pero Oliver se dio cuenta de que Chris no era su único problema. Todos sus amigos estaban con él. La chica en particular corría muy rápido. Oliver miró de reojo por encima del hombro y vio que lo estaba alcanzando.

      Oliver pasó por delante de algunas tiendas y después giró en un callejón que llevaba a las calles laterales. Esquivó y zigzagueó entre obstáculos como carros de compra abandonados y cajas vacías que habían sido barridas por el viento.

      Entonces giró en una esquina. Por un breve instante, estaba fuera de la vista de los abusones que se acercaban.

      Cuando una fuerte sacudida tumbó un cubo de la basura, Oliver tuvo un repentino golpe de inspiración. Sin dudarlo ni un momento, se metió dentro de un cubo de un salto, gateando por encima de comida podrida y envoltorios vacíos hasta que estuvo completamente fuera de la vista. Después se hizo una pelota y esperó.

      Los pies de la chica aparecieron en el trozo de acera que podía ver. Se paró y caminó haciendo un círculo entero, como si lo estuviera buscando a él. Entonces Oliver oyó más pasos fuertes y vio que se le habían unido Chris y los otros amigotes.

      —¿Adónde fue? —oyó que gritaba uno de ellos.

      —¿Cómo lo perdiste? —dijo claramente la voz de Chris.

      —¡Un segundo estaba aquí y al siguiente había desaparecido! —gritó la chica en respuesta.

      Oliver estaba muy quieto. El corazón le latía fuerte y las extremidades temblaban por todo el esfuerzo.

      —Ha hecho uno de sus hechizos —dijo Chris.

      Dentro de su apestoso y sombrío cubo de basura, Oliver frunció el ceño. ¿Qué quería decir Chris?

      —¡Qué miedo! —dijo la chica—. ¿Quieres decir que se hizo desaparecer?

      —¿No te lo dije? —respondió Chris—. Es un bicho raro.

      —Quizá esté poseído —dijo uno de los chicos.

      —No seas imbécil —replicó Chris—. No está poseído. Pero pasa algo raro con él. ¿Me creéis ahora?

      —Yo sí —dijo la chica, pero Oliver notó que su voz venía de más lejos.

      Miró donde antes estaban sus pies y vio que ahora habían desaparecido de su vista. Chris y sus compinches se iban.

      Oliver esperó. Incluso después de su despreciativa conversación sobre que él se había disipado en la nada, no quería dejar la seguridad del cubo de basura. Todavía existía una posibilidad de que uno de ellos estuviera esperando, por si acaso él estuviera a punto de descubrir su escondite.

      Pronto, la lluvia empezó a caer de verdad. Oliver oía cómo golpeaba con fuerza el cubo de basura de metal. Hasta entonces no aceptó que Chris decididamente se había ido. Aunque deseara pegar a Oliver, no iba a quedarse bajo la lluvia torrencial para hacerlo, y Oliver estaba bastante seguro de que no convencería a sus amigotes para que los hicieran.

      Finalmente convencido de que estaba a salvo, Oliver empezó a salir del cubo de basura. Pero justo cuando serpenteaba hacia la parte delantera, empezó una enorme ráfaga de viento. De un golpe lo metió de nuevo dentro. Entonces el viento debió cambiar de dirección, pues Oliver sintió que el cubo daba tumbos debajo de él de repente. ¡El viento era tan fuerte que le hacía dar vueltas!

      Oliver se agarraba al borde de su cárcel de metal. Llenó de terror, desorientado, empezó a dar vueltas y más vueltas. Tenía náuseas por el pánico y por el movimiento. Oliver deseaba que terminara pronto pero parecía que iba para largo.

      Daba vueltas y se movía bruscamente.

      De repente, se golpeó muy fuerte la cabeza con el lado del cubo. Aparecieron estrellas en sus ojos. Los cerró. Después todo se volvió oscuro.

      ***

      Oliver parpadeó hasta abrir los ojos y contempló la visión de la prisión esférica de metal que lo rodeaba. El movimiento giratorio había terminado pero aún oía el rugido de la tormenta a su alrededor. Parpadeó, desorientado, la cabeza golpeteaba por el golpe que lo había dejado sin sentido.

      No tenía ni idea de cuánto tiempo había estado inconsciente pero estaba cubierto de basura apestosa. Tenía el estómago revuelto por las náuseas.

      Rápidamente, Oliver se arrastró hasta la parte delantera del cubo y miró hacia fuera. El cielo estaba oscuro y la lluvia torrencial parecía una sábana gris.

      Oliver salió gateando del cubo de basura. Helaba y apenas en unos segundos estaba ya empapado. Se frotó los brazos para intentar calentarlos un poco. Temblando, Oliver miró a su alrededor,

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