Sin ti no sé vivir. Angy Skay
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Читать онлайн книгу Sin ti no sé vivir - Angy Skay страница 13
Miro mi reloj y me cabreo aún más.
—¿A las diez de la noche?
—Sí.
El que esté tan tajante me pone enferma y no hace más que enervarme. No sé qué demonios le pasa, pero lleva unos meses que está para darle de hostias.
—A ver si lo he entendido: me rechazas, ¿y ahora dices que te vas?
—Chica lista.
Lo observo boquiabierta. Esto es surrealista; a quien se lo cuente, no se lo cree. Pasa por mi lado y se encierra en el cuarto de baño. Voy detrás, pero antes de que me dé tiempo a abrir la puerta, echa el pestillo. Pero ¿qué…? Me siento en el taburete de la moderna cocina americana de color plata que tenemos y espero pacientemente. A los diez minutos, sale vestido de manera elegante y listo para marcharse. Su olor tan característico inunda mis fosas nasales, haciendo que me tambalee.
—Joan…
—Katrina… —me imita con cierta desgana.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Acaso no es evidente? ¡Deja de hacer preguntas absurdas! —Resopla—. No me esperes, llegaré tarde. Y recuerda que mañana hemos quedado con mis padres y el imbécil de Kylian para comer. Así que te espero en mi casa a las doce.
Ahora sí que tengo que sostenerme a la barra para no caerme.
—¿No vienes hasta mañana? —le pregunto sorprendida.
—No. ¿Es que hablo en otro idioma? —me responde molesto.
Me levanto hecha un torrente de furia y me planto delante de él.
—¡Quieres dejar de tratarme como si fuese idiota! —Lo señalo con un dedo.
De un manotazo, me lo aparta y pega su frente a la mía.
—No me señales, que es de mala educación. No creo que deba enseñarte modales a estas alturas, ¿no?
Mis ojos echan chispas y a él parece darle igual. Lo observo atónita. Se da la vuelta y sale por la puerta sin decir ni media palabra más.
—¡Joan! —chillo con todas mis fuerzas, pero es en vano, porque ya nadie me oye.
Furiosa, decido rebelarme por todo lo alto y llamo a Dexter. En media hora lo tengo en mi casa con Ross, dispuestos a pegarnos la juerga del quince. Enma se encuentra mal y no ha podido venir, pero me ha pedido explícitamente que le cuente mañana, con todo detalle, qué ha pasado.
—¿Y se ha ido sin más? —me pregunta Dexter, todavía asombrado.
—Sí, ni me ha dirigido la palabra cuando ha salido por la puerta —le contesto molesta mientras le doy tirones a mi largo pelo para conseguir peinarlo en condiciones.
—¡Trae, trae! —Ross me quita el cepillo—. Vas a arrancarte hasta el último pelo.
Me desespero y comienzo a llorar como una niña pequeña. Siempre termino llorando.
—¡Es que no sé qué demonios quiere! Le di la oportunidad de volver y que pudiéramos arreglar las cosas. Y todo iba bien, hasta hace unos meses, que está hecho un completo ¡gilipollas! ¡¡Ya no sé qué más hacer!!
La rabia me atraviesa por completo. Tiro otro cepillo que hay en el mueble con demasiada fuerza contra el cristal del baño, haciéndolo añicos.
—¡Eh! Katrina, cálmate —me pide Ross mientras me abraza.
—No sé qué más hacer… —Sollozo.
Dexter, que se ha mantenido callado, se acerca a mí y coge mi cara con ambas manos. No sé cómo no está enfadado. No lo he llamado desde el día que me fui y lo dejé en el pub, después de haberse peleado con Joan.
—Dale un escarmiento a ese cabrón, y si no, déjalo. Sabes que mañana tengo que marcharme, pero si me necesitas, o incluso si quieres venirte unos días conmigo, nos apañaremos.
Lo miro sin entender muy bien a qué se refiere con lo primero. Después sopeso la idea de marcharme unos días, aunque sea sola para dejar de pensar.
—No puedo dejarlo, lo necesito en mi vida… —susurro.
—No, nena, te equivocas. Nadie es imprescindible en esta vida.
—Pero…
—Ni peros ni nada, Katrina. No puedes estar así —comenta Ross—. No te das cuenta, pero poco a poco está consumiéndote.
Sé que llevan razón. Joan no es el mismo, y las cosas van empeorando por días. Creo que estoy aguantando demasiado con él por el simple hecho de no verme capaz de dejarlo.
—No pienses ahora. Termina de vestirte, que esta noche vamos a pillar una buena —añade Dexter con una sonrisa pícara.
Termino de arreglarme y me pongo el vestido más corto y provocativo que tengo en el armario. Me calzo unos tacones de diez centímetros y salimos dispuestos a pegarnos la juerga de nuestra vida.
A las cinco y media de la mañana no tengo ni la más mínima noticia de Joan, ni una llamada ni un wasap. Mi estado, ahora mismo, está algo perjudicado. Dexter pega un chillido que me hace entrecerrar los ojos un poco y me planta el décimo chupito en la mesa. Al hacerlo, parte del contenido cae sobre ella, y le doy gracias al cielo por no tener que digerir el líquido al completo.
—Dexter… —se me traba la lengua—, creo que no puedo más.
—¿Vas borracha?
—No…, voy muuuy borracha —le aseguro.
—¡Vamos a bailar! —grita Ross, que está igual que todos.
—Lo siento, pero creo que si me levanto…, voy a… matarme —tartamudeo.
Ambos se van a la pista y yo me quedo sentada en el cómodo sofá redondo donde llevamos toda la noche. Miro el móvil mientras bebo un sorbo de la copa que tengo en la mesa y me entra un wasap.
Kylian:
¿No crees que deberías dejar de beber? (05:40)
Arrugo un poco el entrecejo, puesto que ya me cuesta hasta ver. Aun así, consigo teclear un mensaje.
Katrina:
¿Estás espiándome? (05.41)
Kylian:
… (05:42)
Katrina:
¿Perdona? (05.42)
No entiendo sus puntos suspensivos, pero tampoco puedo pararme a pensar. Tengo las neuronas borrachas también.
Kylian: