La Ilíada. Homer

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La Ilíada - Homer страница 19

Автор:
Серия:
Издательство:
La Ilíada - Homer

Скачать книгу

asióle de un pie el rey Elefenor Calcodontíada, caudillo de los bravos abantes, y lo arrastraba para ponerlo fuera del alcance de los dardos y quitarle la armadura. Poco duró su intento. Le vió el magnánimo Agenor é hiriéndole con la broncínea lanza en el costado, que al bajarse quedara en descubierto junto al escudo, dejóle sin vigor los miembros. De este modo perdió Elefenor la vida y sobre su cuerpo trabaron enconada pelea teucros y aqueos: como lobos se acometían y unos á otros se mataban.

      473 Ayax Telamonio tiróle un bote de lanza á Simoísio, hijo de Antemión, que se hallaba en la flor de la juventud. Su madre habíale parido á orillas del Símois, cuando con los padres bajó del Ida para ver las ovejas: por esto le llamaron Simoísio. Mas no pudo pagar á sus progenitores la crianza ni fué larga su vida, porque sucumbió vencido por la lanza del magnánimo Ayax: acometía el teucro cuando Ayax le hirió en el pecho junto á la tetilla derecha, y la broncínea punta salió por la espalda. Cayó el guerrero en el polvo como el terso álamo nacido en la orilla de una espaciosa laguna y coronado de ramas que corta el carretero con el hierro reluciente para hacer las pinas de un hermoso carro, dejando que el tronco se seque en la ribera; de igual modo, Ayax, del linaje de Jove, despojó á Simoísio Antémida.—Ántifo Priámida, que de labrada coraza iba revestido, lanzó á través de la muchedumbre su agudo dardo contra Ayax y no le tocó; pero hirió en la ingle á Leuco, compañero valiente de Ulises, mientras arrastraba un cadáver: desprendióse éste y el guerrero cayó junto al mismo.—Ulises, muy irritado por tal muerte, atravesó las primeras filas cubierto de fulgente bronce, detúvose cerca del matador, y revolviendo el rostro á todas partes arrojó la reluciente lanza. Al verle, huyeron los teucros. No fué vano el tiro, pues la broncínea lanza perforó las sienes á Democoonte, hijo bastardo de Príamo, que había venido de Abido, país de corredoras yeguas: la obscuridad veló los ojos del guerrero, cayó éste con estrépito y sus armas resonaron.—Arredráronse los combatientes delanteros y el esclarecido Héctor; y los argivos dieron grandes voces, retiraron los muertos y avanzaron un buen trecho. Mas Apolo, que desde Pérgamo lo presenciaba, se indignó y con recios gritos exhortó á los teucros:

      509 «¡Acometed, teucros domadores de caballos! No cedáis en la batalla á los argivos, porque sus cuerpos no son de piedra ni de hierro para que puedan resistir, si los herís, el tajante bronce; ni pelea Aquiles, hijo de Tetis, la de hermosa cabellera, que se quedó en las naves y allí rumia la dolorosa cólera.»

      514 Así hablaba el terrible dios desde la ciudadela. Á su vez, la hija de Júpiter, la gloriosísima Tritogenia, recorría el ejército aqueo y animaba á los remisos.

      517 Fué entonces cuando el hado echó los lazos de la muerte á Diores Amarincida. Herido en el tobillo derecho por puntiaguda piedra que le tiró Píroo Imbrásida, caudillo de los tracios, que había llegado de Eno—la insolente piedra rompióle ambos tendones y el hueso,—cayó de espaldas en el polvo, y expirante tendía los brazos á sus camaradas cuando el mismo Píroo acudió presuroso y le envasó la lanza en el ombligo; derramáronse los intestinos y las tinieblas velaron los ojos del guerrero.

      527 Mientras Píroo arremetía, Toante el etolo alanceóle en el pecho, por cima de una tetilla, y el bronce atravesó el pulmón. Acercósele Toante, le arrancó del pecho la ingente lanza, y hundiéndole la aguda espada en medio del vientre, le quitó la vida. Mas no pudo despojarle de la armadura, porque se vió rodeado por los compañeros del muerto, los tracios que dejan crecer la cabellera en lo más alto de la cabeza, quienes le asestaban sus largas picas; y aunque era corpulento, vigoroso é ilustre, fué rechazado y hubo de retroceder. Así cayeron y se juntaron en el polvo el caudillo de los tracios y el de los epeos, de broncíneas lorigas, y á su alrededor murieron otros muchos.

      539 Y quien, sin estar herido por flecha ó lanza, hubiera recorrido el campo llevado de la mano y protegido de las saetas por Palas Minerva, no habría reprochado los hechos de armas; pues aquel día gran número de teucros y de aqueos dieron, unos junto á otros, de bruces en el polvo.

Ilustración de cabeza de capítulo

      Oto y Efialtes guardan á Marte encadenado

       Índice

      PRINCIPALÍA DE DIOMEDES

      1 Entonces Palas Minerva infundió á Diomedes Tidida valor y audacia, para que brillara entre todos los argivos y alcanzase inmensa gloria, é hizo salir de su casco y de su escudo una incesante llama parecida al astro que en otoño luce y centellea después de bañarse en el Océano. Tal resplandor despedían la cabeza y los hombros del héroe, cuando Minerva le llevó al centro de la batalla, allí donde era mayor el número de guerreros que tumultuosamente se agitaban.

      9 Hubo en Troya un varón rico é irreprensible, sacerdote de Vulcano, llamado Dares; y de él eran hijos Fegeo é Ideo, ejercitados en toda especie de combates. Éstos iban en un mismo carro; y separándose de los suyos, cerraron con Diomedes, que desde tierra y en pie los aguardó. Cuando se hallaron frente á frente, Fegeo tiró el primero la luenga lanza, que pasó por cima del hombro izquierdo de Tideo sin herirle; arrojó éste la suya y no fué en vano, pues se la clavó á aquél en el pecho, entre las tetillas, y le derribó por tierra. Ideo saltó al suelo, abandonando el magnífico carro, sin que se atreviera á defender el cadáver—no se hubiese librado de la negra muerte,—y Vulcano le sacó salvo, envolviéndole en densa nube, á fin de que el anciano padre no se afligiera en demasía. El hijo del magnánimo Tideo se apoderó de los corceles y los entregó á sus compañeros para que los llevaran á las cóncavas naves. Cuando los altivos teucros vieron que uno de los hijos de Dares huía y el otro quedaba muerto entre los carros, á todos se les conmovió el corazón. Y Minerva, la de los brillantes ojos, tomó por la mano al furibundo Marte y hablóle diciendo:

      31 «¡Marte, Marte, funesto á los mortales, manchado de homicidios, demoledor de murallas! ¿No dejaremos que teucros y aquivos peleen solos—sean éstos ó aquéllos á quienes el padre Jove quiera dar gloria—y nos retiraremos, para librarnos de la cólera de Júpiter?»

      35 Dicho esto, sacó de la liza al furibundo Marte y le hizo sentar en la herbosa ribera del Escamandro. Los dánaos pusieron en fuga á los teucros, y cada uno de sus caudillos mató á un hombre. Empezó el rey de hombres Agamenón con derribar del carro al corpulento Odio, caudillo de los halizones: al volverse para huir, envasóle la pica en la espalda, entre los hombros, y la punta salió por el pecho. Cayó el guerrero con estrépito y sus armas resonaron.

      43 Idomeneo quitó la vida á Festo, hijo de Boro el meonio, que había llegado de la fértil Tarne, introduciéndole la formidable lanza en el hombro derecho, cuando subía al carro: desplomóse Festo, tinieblas horribles le envolvieron y los servidores de Idomeneo le despojaron de la armadura.

      49 El Atrida Menelao mató con la aguda pica á Escamandrio, hijo de Estrofio, ejercitado en la caza. Á tan excelente cazador, la misma Diana le había enseñado á tirar á cuantas fieras crían las selvas de los montes. Mas no le valió ni Diana, que se complace en tirar flechas, ni el arte de arrojarlas en que tanto descollaba: tuvo que huir, y el Atrida Menelao, famoso por su lanza, le dió un picazo en la espalda, entre los hombros, que le atravesó el pecho. Cayó de bruces y sus armas resonaron.

      59 Meriones dejó sin vida á Fereclo, hijo de Tectón Harmónida, que con las manos fabricaba toda clase de obras de ingenio porque era muy caro á Palas Minerva. Éste, no conociendo los oráculos de los dioses, construyó las naves bien proporcionadas de Alejandro, las cuales fueron la causa primera de todas las desgracias y un mal para los teucros y para él mismo. Meriones, cuando alcanzó á aquél, le hundió la pica en la nalga derecha; y la punta, pasando

Скачать книгу