El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Y el zorro, sin vacilar, se arrodilló y adoró al lobo, diciéndo. le: "¡Alah te haga triunfar y consolide tu dominio!" Entonces el lobo dijo:
"Bueno está. Ahora marcha delante de mí y sírveme de batidor. Y si ves algo de caza, ven a advertírmelo enseguida". El zorro respondió oyendo y obedeciendo, y se apresuró a marchar delante.
Pero al llegar a un terreno plantado de viñas, no tardó en observar algo que le pareció sospechoso, pues tenía todo el aspecto de una trampa, y para evitarlo dió una gran vuelta, diciendo para sí:
"¡El que anda sin mirar los agujeros que hay a su paso, está destinado a caer en ellos!
Además, mi experiencia de las asechanzas de Ibn-Adán ha de ponerme siempre en guardia.
Por ejemplo, si viera una figura de zorro en una viña, en vez de acercarme echaría a correr, ¡pues sería seguramente un cebo puesto allí por la perfidia de Ibn-Adán! ¡Y ahora me sorprende en este viñedo algo que no me parece de buena ley! ¡Veamos lo qué es, pero con prudencia, porque la prudencia es la mitad de la valentía!"
Y después de razonar así, el zorro empezó a avanzar poco a poco, retrocediendo de cuando en cuando y olfateando a cada paso.
Se arrastraba y aguzaba las orejas, avanzaba y retrocedía cautelosamente, y así acabó por llegar hasta el mismo límite de aquel lugar tan sospechoso. Y bien hizo, pues pudo ver que era un hoyo hondo, cubierto de débiles ramajes disimulados con tierra. Al verlo, exclamó: "¡Loor a Alah, que me ha dotado de la admirable virtud de la prudencia y de estos buenos ojos que me permiten ver tan claramente!"
Después, pensando que el lobo caería allí de cabeza, se puso a bailar de alegría, como si se hubiera emborrachado con todas las uvas de la viña. Y entonó este canto: ¡Lobo! ¡Lobo feroz! ¡Tu fosa está abierta, y la tierra dispuesta a cegarla! ¡Lobo maldito! ¡Rondador de mozas, tragón de muchachos: adelante te comerás los excrementos que mi culo hará llover dentro del hoyo, encima de tus hocicos!
Y enseguida desanduvo lo andado, y fué a buscar al lobo, al cual dijo: "¡Te anuncio una buena nueva! ¡Tu fortuna es grande, y las dichas llueven sobre ti, sin que se cansen! ¡Sea continua la alegría en tu casa, y también los goces!"
El lobo exclamó: "¿Qué me anuncias? ¿Y a qué vienen esas exageraciones?" El zorro dijo: "La viña está hermosa hoy. ¡Todo es júbilo, pues el amo del viñedo ha fallecido, y está tendido en medio del campo, debajo de unas ramas que lo cubren!" El lobo gritó: "¿A qué aguardas entonces, alcahuete vil, para llevarme allí? ¡Anda!"
Y el zorro se apresuró a guiarle hasta el centro del viñedo, y mostrándole el sitio consabido, le dijo: "¡Allí es!" Entonces el lobo lanzó un aullido, y de un brinco saltó hacia las ramas, que cedieron a su peso. Y el lobo rodó hasta el fondo del hoyo. Cuando el zorro vio caer a su enemigo, se sintió tan alegre, que antes de correr al hoyo para deleitarse con su triunfo, se puso a brincar, y en el límite de la alegría, recitó para sí estas estrofas: ¡Alégrate, alma mía! ¡Todos mis deseos se han cuplido; el Destino me sonríe! ¡La arrogancia, la supremacía y toda la gloria de la autoridad, serán mías en el bosque!
Y dando brincos llegó al borde del hoyo, palpitante el corazón ¡Y cuál no sería su júbilo al ver al lobo llorando por su caída y lamentándose de su perdición irremediable!
Entonces el zorro se puso también a llorar y gemir, y el lobo levantó la cabeza y le vió llorar, y le dijo: "¡Oh compañero zorro, qué bueno eres al llorar así conmigo! IYa sé que algunas veces fui injusto contigo! Pero por favor, déjate ahora de lágrimas, y corre a avisar a mi esposa y a mis hijos enterándoles del peligro en que estoy y de la muerte que me amenaza".
Entonces el zorro le dijo: "¡Ah, malvado! ¿Eres tan estúpido que supones que derramo estas lágrimas por ti? ¡Desengáñate, miserable! ¡Si lloro, es porque hasta ahora pudieras vivir sin contratiempo, y si me lamento tan amargamente es porque esta calamidad no te haya ocurrido antes! ¡Muere, pues, maldito! ¡Te prometo mearme en tu tumba, y bailar con todos los zorros sobre la tierra que te cubra!"
Oídas estas palabras, el lobo pensó: "¡No es ésta ocasión de amenazas, pues es el único que me puede sacar de aquí!" Y le dijo:
"¡Oh compañero! hace un instante me jurabas fidelidad y me dabas pruebas de mayor sumisión. ¿A qué viene este cambio?
Reconozco que te he tratado algo bruscamente; pero no me guardes rencor, y recuerda lo que dijo el poeta: ¡Siembra generosamente los granos de tu bondad, hasta en los terrenos que te parezcan estériles? ¡Tarde o temprano, el sembrador ogerá los frutos de su grano, superando a sus esperanzas!"
Pero el zorro le dijo bruscamente: "¡Oh el más insensato de todos los lobos y de todas las alimañas! ¿Has olvidado lo odioso de tu conducta? ¿Por qué no practicaste este consejo tan sabio del poeta?: ¡No oprimas, porque toda opresión produce la venganza, y toda injusticia la represalia! ¡Porque si duermes después de la injusticia, el oprimido no duerme más que con un ojo, y con el otro te acecha sin cesar! ¡Y el ojo de Alah no se cierra nunca!
"¡Y tú me has oprimido bastante tiempo para que ahora tenga derecho a regocijarme con tus desgracias, y me deleite con tu humillación!"
Entonces el lobo dijo: "¡Oh zorro prudente de ideas fértiles y de ingenio inventivo! Eres superior a tus palabras, y seguramente no las piensas, pues las dices en broma. ¡Y en verdad, el caso no es para ello! ¡Te ruego que cojas una soga cualquiera y trates de atar una punta a un árbol para alargarme la otra punta, y yo treparé por ese medio, y saldré de este hoyo!"
Pero el zorro se echó a reír, y le dijo:
"¡Poco a poco, ¡oh lobo! poco a poco! ¡Primero saldrá tu alma y después tu cuerpo! ¡Y las piedras y guijarros con que van a apedrearte realizarán perfectamente esa separación! ¡Oh animal grosero, de ideas premiosas y de escaso ingenio! comparo tu suerte con la del Halcón y la perdiz".
Al oír estas palabras, el lobo exclamó: "¡No entiendo muy bien lo que quieres decirme con eso!"
Entonces el zorro dijo al lobo:
"Sabe, ¡oh lobo! que un día fui a comer algunos granos de uva a una viña. Mientras estaba allí, a la sombra del follaje, vi precipitarse desde lo alto de los aires un gran halcón sobre una perdiz. Pero la perdiz logró librarse de las garras del halcón, y corrió rápidamente a meterse en su escondrijo.
Entonces el halcón, que la había perseguido sin poder alcanzarla, se detuvo delante del agujero que servía de entrada al albergue, y gritó a la perdiz: "¡Loquita que huyes de mí! ¿Ignoras lo mucho que te quiero? El único motivo que me impulsó a cogerte fué el saber que estás hambrienta, y quería darte el grano que he juntado para ti: ¡Ven, pues, perdicita gentil, sal de tu albergue sin temor y ven a comer el grano! ¡Y ojalá te sea muy gustoso, y se alivie tu corazón, perdiz de mis ojos y de mi alma".
Cuando la perdiz oyó este lenguaje, salió confiada de su escondite, pero en seguida el halcón se lanzó sobre ella, le clavó las terribles garras en las carnes, y de un picotazo la despanzurró. Y la perdiz, antes de morir, dijo: "¡Oh maldito traidor! ¡Permita Alah que mi carne se convierta en veneno dentro de tu vientre!"
Y murió. En cuanto al halcón, la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pero enseguida le vino el castigo por la voluntad de Alah; pues apenas llegó la perdiz al vientre del traidor, cuando éste vió que se le caían todas las plumas, como por efecto de una llama interior, y cayó inanimado al suelo".