Ecos del misterio. José Rivera Ramírez

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Ecos del misterio - José Rivera Ramírez Ensayo

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exactamente a los demás, sin haber conversado jamás con nadie, solamente pertrechado de las convenientes lecturas. Si es verdad que el sabio de gabinete tiene sus peligros, no menos cierto es que los tiene el ignorante que “vive” en el bullicio de la continua conversación, que ellos llaman “diálogo”, porque son impotentes para asimilar cuatro ideas, y tienen que restringirse a repetir las pocas palabras no entendidas, del mezquino caudal verbal de moda. De hecho, las lecturas han de completarse con el trato; pero pensar que charlar con unas cuantas personas, que se expresan deficientemente, va a saturarme de conocimiento mejor y más pronto, que el comercio con los grandes autores universales, que supieron profundizar en el misterio del hombre, es idea ridícula.

      Día 4 de junio de 1967

      Día apretadísimo, que, para colmo de urgencias, no he comenzado hasta las 5,40. Mañana viaje a Malagón, para la tanda de ejercicios de las religiosas.

      Termino de expresar la idea iniciada anoche: la lectura de suyo bastaría; sin embargo, dada la limitación de nuestras facultades, y su variedad, ha de completarse con la conversación, que, por su naturaleza más sensible, suele estimular nuestras facultades en direcciones, ordinariamente impasibles en el estudio privado. La capacidad de objetarse a sí mismo, aun de acoger las dificultades que nos presenta el libro, es muchas veces muy roma. Se aguza, en cambio, en la charla con un buen contradictor. No obstante, esto mismo no está exento de peligros, pues ante la objeción más llana y modestamente lanzada, el amor propio se excita, y la ira, o el mero afán de superación, entenebrecen el entendimiento en vez de agudizarlo. La charla, la observación, son tan sólo, por lo general, complementarias. Únicamente ciertas personas, muy especialmente, y muy ricamente dotadas, poseen la potencia de reflexionar por su cuenta, y alcanzar, por propia Minerva, las conclusiones rectas, que las obras de los buenos autores nos brindan, en forma inmediatamente asimilable.

      El tema de la muerte en Marcial.

      Antes de abandonar por el momento, los escritos del poeta hispano, quiero anotar sus pensamientos ante el magno y profundísimo problema de la muerte. Es uno de los negocios, acerca de los cuales la revelación nos ha traído solución más plena y más gozosa. Comparar las respuestas de los paganos con la de Cristo, puede resultar extremadamente aleccionador.

      Marcial toca el asunto nada menos que en 35 epigramas, espigados en la rauda relectura de ayer. Muy probablemente, habrá bastantes más. Y ya de antemano apunto, que en este número no entran todos los que se refieren, con guasa, a la herencia esperada.

      Aparte de la tristeza, y de la certidumbre de la muerte, que nos alcanza en cualquier lugar a que nos dirijamos, hay que señalar dos ideas:

      1ª: La supervivencia. Los epigramas aluden frecuentemente a ella. ¿Qué supervivencia en esa? Se supone que en alguna parte, el fenecido amigo recibe, como un incienso ofrecido desde lejos, el libro de Marcial (VI, 85) hay la supervivencia de la gloria: vive la mejor parte por ella (X, 2, expresamente; equivalentemente, explicado por el anterior, VI, 18); esto se refiere a la gloria alcanzada por uno mismo, pero también nos hace sobrevivir, la gloria que nos presta el poeta con sus cantos (X, 26). Hay indicaciones de otra inmortalidad: las sombras del Orco y sus negros caballos (V, 34; X, 50; en los epigramas a la niña Eroción y al auriga Escorpo); al Leteo (VII, 96) a los bosques del Elíseo (VII, 40); a los castigos del poeta maldiciente (X, 5); al posible rapto de la vida, llevado a cabo por la diosa Virgen, o la amante de Hermafrodito (VI, 68). No hay nunca la más discreta frase interpretable como insinuación de resurrección. Sí leves sugerencias a premios o castigos (VII, 40 - X, 5).

      2ª: Las consecuencias para la vida actual. En rigor, la única es que hay que emplear bien el tiempo (IV, 54). Pero semejante conclusión, que pudiera tomarse, en buena parte, juzgando por alguno de los epigramas, queda explícitamente declarada en su sentido más bajo, por una serie de expresiones absolutamente luminosas, y no significa sino que hay que disfrutar de la vida (I, 15; V, 65; VII, 43) y alcanzar la gloria pronto, pues llega tarde para las cenizas (I, 25). Es cierto que algunas veces se refiere a la vida honesta, que nos hace haber vivido plenamente (X, 23).

      Por lo demás, la muerte es dolorosa (passim) y hay que desear que tarde en llegar (VI, 28); pero los elegidos mueren pronto (VI, 29); y los mismos dioses están sujetos a la fatalidad (IX, 86). Hay que haber vivido desde ayer (V, 58). La muerte es descanso, noche eterna (X, 71).

      Otro aspecto interesante es la alabanza del suicidio, en tono estoico (todos los epigramas en que toca el tema).

      La postura del justo, del fuerte, es no temer la muerte ni desearla (X, 23).

      La muerte es asunto burlescamente enfocado, en los muchos epigramas dedicados a la herencia.

      En resumen, la postura de Marcial es titubeante, como parece sucederle en todo; a veces enjuicia los sucesos y realidades en tono moralizante, y entonces alaba el pudor, la castidad, la religiosidad y sugiere otra vida, que, al cabo, sería deseable. Otras se olvida de todo eso y toma las cosas a chacota, dejándose llevar del sentimiento de lujuria o de dolor, y sólo enuncia los hechos festivamente, o da a entender, más o menos claramente, su aprobación.

      Mañana quiero ir por la mañana a Madrid, para ir completando la colección de clásicos, con un Marcial latino, un Juvenal latino y Propercio y Catulo castellanos - o franceses. Las obras de Cicerón que me faltan, y los Fastos de Ovidio. Las guerras judaícas de Josefo y las fábulas de Fedro y Esopo. Luego los historiadores griegos, y alguna obra histórica sobre la época. Creo que estos estudios están realmente en marcha, y que el paso es seguro.

      III. AULO PERSIO FLACO

      Día 29 de junio 1967

      Pero estamos lindando con el alba. Vamos a embocar el pensamiento de Persio20. Veamos si puedo, entre estas primeras horas del día de hoy y la noche de mañana, substanciar a este fabuloso autor de hace veinte siglos, a quien me siento deudor de muchas sugerencias y no parvas confortaciones.

      PROLOGUS

      Con tono burlesco afirma el valor del oro. En la poesía misma, el dinero hace poetas:

      Magister artis ingenique largitor

      uenter, negatas artifex sequi uoces.

      quod si dolosi spes refulserit nummi,

      coruos poetas et poetridas picas

      cantare credas Pegaseium nectar21.

      SÁTIRA I

      La visión del hombre: La idea cardinal es la vanidad de los hombres del día. Vanidad enunciada en el verso primero (¡O curas hominum! ¡O quantum est in rebus inane!22) y desarrollada en torno a la poesía del momento. Pero al tocar su asunto capital desde diversos puntos de vista: perfección formal, hondura temática, ocasiones de exposición, reacciones de lectores y oyentes, disposiciones psicológicas y modo de vivir de los autores; va salpicando sus juicios acerca de muchas maneras mentales y ademanes de la cotidiana convivencia. En mínimo concierto ofrezco un índice temático con alusión a algunos ejemplos:

      Gula: Placeres de la comida: calve - pinguis aqualibulus propenso proceres crudi (50) scis ponere sumen (53)... 31, sequipede... (57)23

      Sexualidad: Reflejos de lascivia: 19-21, 79, 82 (probable alusión al afeminamiento), 86

      Tacañería: 54

      Lujo:

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