Pequeño circo. Nando Cruz

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Pequeño circo - Nando Cruz

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de empezar el fanzine.

      JUAN HERMIDA: Conocí a Carlos y Gema cuando Carlos aterrizó en Madrid desde Alicante. Escuchó a Los Macana y se convirtió en fan del grupo. Él pretendía editarles un álbum, pero el nivel de exigencia del grupo hacía que siempre lo retrasasen. Al final, el grupo se disolvió y no grabó más que los cuatro temas del disco compartido con Sex Museum.

      CARLOS GALÁN: Como me interesaba el cine, les hice un videoclip. La canción se llamaba «Subterfuge». Hicimos una reconstrucción de una cueva, muy estilo garaje. Es un plano fijo, pero estuvimos todo el día para rodarlo. Yo tenía cien millones de nombres para el fanzine y no sabía por dónde tirar. A Gema todos le parecían una macarrada y al final cogí Subterfuge.

      Lo primero que intenté en Madrid fue conocer a Iñigo. Él no salía mucho en esa época, pero pinchaba en el Rock Club, fui un día, lo identifiqué y al final nos conocimos. Un día quedamos para desayunar en El Palentino, un bar de Malasaña. Iñigo llegaba del apartado de correos. Sonic Boom le había mandado un sobre con unas cintas y unos juguetitos. Iñigo me hablaba de cómo hacer la venta por correo, de la tarjeta de crédito que debía usar…

      Yo iba a sentarme en su oficina a ver lo que hacía. Allí veías al de los Celibate Rifles, al de los Interstellar Villains… Eran amigos de Iñigo que estaban de paso. Allí conocí también a Josetxo Ezponda de Los Bichos, a Josetxo Anitua de Cancer Moon… Era una oficina underground a más no poder: con su habitación para los cartones, una mesa para hacer paquetes… Todo era fascinante. Era un referente de todo lo que yo quería tener.

      La primera vez que vi la expresión «No art» fue en una cinta de Munster. Era un recopilatorio de grupos americanos de hardcore: Germs, Black Flag, Circle Jerks… La expresión salía en una esquina de la portada y no tenía ningún protagonismo, pero me gustó muchísimo. Yo estudiaba Historia del Arte y me parecía muy descriptivo porque había empezado con mucha ilusión, pero acabé asqueado del sistema. El primer logotipo de Subterfuge fue un troglodita haciendo skate.

      El primer fanzine lo imprimí con el dinero que había ahorrado. En Alicante habría hecho veinte o treinta copias, pero esta vez imprimí quinientas. Me salía más a cuenta, aunque estuve bastante tiempo con las quinientas copias en casa.

      En la calle de la Reina había una tienda de fotocopias. Le pedí al tío que me hiciera quinientas copias en blanco y negro y la portada en papel amarillo. Era lo más sofisticado a lo que podía aspirar. Cuando fui a recogerlo, me habían hecho la portada en papel blanco y, claro, así el fanzine no tenía el mismo valor. El dependiente era un ultrasur malísimo y me dijo, «o te los comes o aquí tienes la hoja de reclamaciones». Y me señalo el típico bate donde pone «hoja de reclamaciones». Salí machacado. Fui a casa de Gema y su tía me vio tan hecho polvo que fue a la tienda, puso firme al tío y a los tres días tenía el fanzine con el papel que quería. Fui a recogerlo… cagado.

      FERNANDO PARDO: En el primer fanzine Subterfuge ya había una entrevista con Sex Museum. La hicimos en El Palentino.

      Carlos llegó de Alicante con el rollo de «tíos, habéis montado justo lo que esperaba que hubierais montado para cuando yo llegara». Los más pequeños llegaban más sueltos, con una actitud muy libre y contagiosa… «¿Te ha costado mucho hacer esto? Da igual, tío, ya está hecho. Vamos a disfrutarlo.»

      CARLOS GALÁN: Hacer entrevistas me permitió conocer gente y socializar. Kike Turmix era el motor de Malasaña, yo era un freak que quería hacer un fanzine y me dije, «a por él». Me propuso que llevara el club de fans de Pleasure Fuckers. Y también salir en el primer número del fanzine. Por supuesto, salió. La portada del fanzine era un monstruo que dibujé yo. Estaba inspirado en unos sobrecitos de chicles con monstruos de terror que salieron en el 87. Un monstruo muy garaje. Durante un tiempo intenté dedicarme al dibujo, pero era bastante mediocre y lo dejé. Kike me pidió unas copias del fanzine, que nunca vi reembolsadas, y le pasó una a Jesús Ordovás, que me hizo la primera entrevista en la radio. Yo estaba emocionado. Para mí la radio eran Ordovás, Juan de Pablos, Rafael Abitbol…

      En La herencia de los Munster y Romilar-D había publicidad de bares y tiendas de discos, y así lo hice yo. La Vaca Austera fue el primer sitio donde fui a pedir publicidad. Yo iba acojonado… «No… que… las tarifas son cinco mil pesetas una página…» Y ellos, «venga, pues una página». Y me daban cinco mil pesetas en mano. Iba al Agapo y lo mismo. De una tirada de dos mil fanzines, la mitad iba fuera de Madrid y así los bares se conocían fuera.

      Iñigo vendía su fanzine más por correo y tenía su red de ventas. Sus miras eran más internacionales. Mientras él hablaba de los Miracle Workers o los Hard-Ons, yo solo sacaba grupos de aquí. Imagino que con ese material solo en Australia ya vendería mil. Yo estaba mirando más al barrio.

      Veía una escena, pero realmente no había nada. Estaba Iñigo con La herencia, Juan Hermida con Romilar y nada más. Vi un nicho y tuve el apoyo total de La Vaca Austera, del Agapo… Del segundo número del fanzine ya había hecho mil quinientas copias. Del número cinco o seis llegué a vender cinco mil. Subterfuge se convirtió en el fanzine de Malasaña.

      INVENTOS, ENVIDIAS, FRAUDES Y CONSUMO NASAL

      JUAN HERMIDA: Una de las cosas que aprendí de BOMP! fue que, si colocaba mis discos en las tiendas junto con los de los otros grupos españoles, no se vendían. Yo jamás hubiese comprado un disco de la sección «grupos españoles» y no quería que los míos estuviesen ahí porque sabía que la gente que pudiera estar interesada en los discos de mis grupos no los buscaría allí.

      Hice una etiqueta con un cartoncito que ponía «ROMILAR-D». En Madrid Rock, era inviable colocarlo. «Para vender cuatro, no te damos ese espacio, chaval», me decían. Pero en las tiendas de discos independientes, sí pude. Y el secreto estaba allí. Las tiendas pequeñas eran las que recomendaban discos. Yo lo sabía como comprador. Esas tiendas fueron decisivas: Record Runner, Linacero, Discos Medicinales, Harmony Discos, Emily…

      Hasta entonces, ningún sello tenía cartoncito propio. Estábamos creando una barrera generacional: aquello era lo antiguo y lo nuevo era esto. Éramos francotiradores con escopeta de perdigones, pero, poco a poco, íbamos derribando ese muro. Años después, cuando llegó la explosión del sello Sub Pop, todas las tiendas pusieron el cartoncito de Sub Pop.

      CARLOS GALÁN: Juan Hermida me parecía otra liga. Yo apostaba a que acabaría de presidente de Sony o Universal. Era un tío con talante de empresario, pero no tuvo suerte.

      JUAN HERMIDA: Que Sex Museum se fueran de Romilar fue una decisión pactada. Yo no podía hacer nada más. Ya me veía de traje intentando conseguir un crédito imposible, porque no lo hubiera podido avalar. Y si me lo daban, iría de ahí a la cárcel. Hablé claro con ellos. El grupo se quedó completamente en shock, pero ya tenían un estatus y La Fábrica Magnética les ofreció sacar el Nature’s Way.

      FERNANDO PARDO: Como tocábamos mucho, podía parecer que se podía ganar dinero con Sex Museum. ¿Cómo nos fue con Servando? De puta madre: nos estafó. Todos los sellos nos han estafado, pero siempre hemos estado dispuestos a vivir con ello y a seguir adelante. Que te estafen en el mundo de la música es como mojarte jugando a fútbol en Inglaterra: es parte del negocio. No esperes que un sello independiente vaya a ser más honesto. Todos, llegado el momento, te pueden justificar por qué te engañan. Es más, si haces como si nada, pasas a la siguiente fase: les caes simpáticamente bien y están dispuestos a esforzarse más por ti que por otro grupo. Y nosotros, ante todo, queríamos mantener el barco a flote. Que te estafen y te toquen tanto los huevos hasta el punto de frenarte, a la larga, solo te viene mal a ti. Y cualquier banda independiente que pierda el impulso de la carrerilla

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