Pequeño circo. Nando Cruz
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Las siguientes veces que coincidí con él ya vestía de punta en blanco, ya estaba a la altura. Y su encanto fluía más con la conversación. Lanzaba las frases lapidarias propias de alguien que lo tiene todo muy claro. Con diecinueve años eso siempre te impresiona, porque, claro, tú no tienes las cosas tan claras.
GERMÁN CARRASCOSA: Éramos unos críos y, cuando lo veíamos en los bares, gritábamos, «¡es Josetxo! ¡Es Josetxo!». Le decíamos, «¡tío, tengo todos tus discos!». Y él encantado, «¡por dios, alguien que escucha mi música!». Le preguntábamos por Neon Provos y por sus proyectos anteriores. Aunque fuéramos dos quinceañeros llenos de acné, nos contaba sus batallitas. Era muy dogmático, pero de una manera muy graciosa. Decía cosas como «¡alguien a quien no le guste “The Last Time” de los Rollings es un anormal!».
JAIME CRISTÓBAL: Se le ha asociado mucho al rock australiano y a los Cramps, pero su primer gran amor y escuela fueron los 60: los Rolling Stones, los Beatles y Bob Dylan. A Josetxo le molestaba mucho que se despreciara a los Beatles, un grupo tan trillado que la gente ni menciona. Eso le repateaba porque, puestos a ser pedante, él podía ser el más pedante del mundo. Y defendía a Dylan a capa y espada. Incluso al de los 80. Le gustaba Infidels, un disco de su etapa cristiana producido por el denostado Mark Knopfler. Me encantaba que dijese que era cojonudo y que «Jokerman» era una de las mejores canciones de Dylan, porque a mí me flipaba.
Toda la parafernalia de los Cramps, Iggy Pop y Nick Cave, esa especie de Santa Trinidad a la que él se refería, vino después. Un mismo año vio a los Cramps y a Nick Cave, y dijo: «Hay que dejarse de experimentos y tirar por ahí». Tuvo una revelación: «Hay que hacer rock and roll».
UN IMÁN DE GENTE EXTREMA
FERNANDO PARDO: Se habla mucho de Josetxo, pero el resto de Los Bichos también eran bastante peculiares. Cuando hay un tipo así en una ciudad, acaba atrayendo a los demás. Josetxo era un imán de gente no necesariamente parecida, pero con la que bastaba que pudiese encajar. Es la atracción de los opuestos, pero opuestos dentro de una misma rama de personalidad. Gente un poco extrema a la hora de percibir las cosas: cómo sienten el arte, cómo les sientan las drogas, qué esperan de la vida, qué consiguen a cambio, cómo se desesperan, cómo se desaniman, cómo caen…
GERMÁN CARRASCOSA: Asio era muy bonachón. Era más accesible. Josetxo también era accesible, pero estaba más en su posición de artista. Asio trabajaba en un restaurante mexicano y, cuando íbamos a verle y estaba cerrando, nos invitaba a una cerveza o a unas gambas. Curró de muchas cosas. Incluso de conserje. Luego montó un estudio de grabación.
Sin Asio, Josetxo no hubiese sido Josetxo. Era un estupendo bajista y controlaba muchísimo de sonido. Todos los pedales de efectos de Josetxo se los recomendaba Asio. Mucho del sonido del Bitter Pink y del de Josetxo en solitario fue gracias a Asio. Era un romántico del sonido y la grabación.
JAIME CRISTÓBAL: Roberto C. Meyer28 siempre cuenta que conoció a Charly29 en un piso en lo viejo de Bilbao. Josetxo le presentó a Charly, este le dio la mano, se dio la vuelta y, sin mediar palabra, se tiró por la ventana. Cayó sobre un coche. Era un primer piso. Charly era esquizofrénico. Todos eran unos elementos. Asio tenía su tema, y los baterías… El primer batería, Fermín [Belloso], murió de sida, aunque eso no implica necesariamente una vida salvaje, porque en los 80 podías morir de sida por mil razones. Fermín tenía mucha fama por su pegada tan cañera. Su mote era «Ekaitza Ba Dator», «Se Avecina Tormenta», porque era muy bruto. Hubo otro batería entre medio, Rubén, que tocaba en Tijuana In Blue. Y luego llegaría Jesús Suinaga.
GERMÁN CARRASCOSA: Josetxo estaba metido en un ámbito insano. De niño, yo no me podía acercar a él ni de coña. Josetxo daba conciertos y yo tenía unas ganas locas de ir, pero mis padres no me dejaban. Yo lo tenía encumbrado como si fuera Mick Jagger o David Johansen. Para mí, Los Bichos estaban a la misma altura.
JAIME CRISTÓBAL: En Pamplona, nadie sabía quién era Josetxo. Cuando sacó los discos de Los Bichos, alguno sabría que tenía un grupo. Y los días que iba de punta en blanco, la gente se lo quedaba mirando, como es propio de una ciudad de provincias. Pero él decía que Pamplona no le entendía.
Josetxo vivía con sus padres. Tenía ese punto «acomodado», aunque era una familia bien modesta y vivían en una casa que no era ningún lujo. Podía interpretarse como un apoyo y un respeto de sus padres hacia un hijo con esa sensibilidad e ideas.
FERNANDO PARDO: Chuparte el otoño y el invierno en Burlada cuando tú vas hecho un pintón con boas por la calle… Hay días que tienes fuerza para pensar que eres el rey del mundo, pero hay otros días que te hundes.
GERMÁN CARRASCOSA: Y no solo el invierno; todo el año es jodido. La gente va de otro rollo. Es más pueblo. La demanda de cultura es menor que en una gran ciudad. Cuando Josetxo iba a Madrid, flipaba en colores.
IÑIGO PASTOR: Conocí a Los Bichos en los bares de Madrid. Teníamos afinidad de gustos y personal. Josetxo y Asio eran gente muy entrañable y con una dedicación muy seria. No es común esa fijación, ese creérselo y vivirlo. Hoy parece que los chicos de los grupos vengan de escuelas de negocios. Te pueden soltar un discurso sobre la genealogía del rock inglés y el folk de Nick Drake, pero Los Bichos lo vivían. Lo llevaban encima y pagaban las consecuencias de ello.
UNAI FRESNEDO: Vi a Josetxo por primera vez en las oficinas de Munster. Su llegada generaba una expectación máxima. Un tío tan estrambótico, tan lunático, tan excéntrico, venido de Pamplona… Aparecían él y Charly con un cuelgue de la hostia… Eran muy majos.
FERNANDO GEGÚNDEZ: Los Bichos venían mucho a mi casa. Asio era encantador. Un yonqui que no parecía un yonqui. Un tío doméstico y majo. Y Josetxo era un puto vampiro, las cosas como son. El típico tío que te chupa la energía. Estabas un rato largo con él y decías, «¡que se calle ya!». Era muy vampírico, pero tenía esa mezcla guapa de arrogancia y deseo de saber. Se ponía a mirar mis vinilos con una avidez tremenda. Le descubrí a Kevin Ayers. Y él me grababa esas cintas tan guapas que hacía, todas decoradas.
CARLOS GALÁN: Josetxo colaboró en los cuatro primeros números del fanzine Subterfuge. Hacía tops de canciones, me mandaba cintas con cosas que no conocía… Era un tío entregadísimo, majísimo. Nos parecía nuestro Johnny Thunders, siempre con los ojos pintados. Era el punk, el glam, la actitud: todo junto. Y con una cultura aplastante. Era un tipo desbordante y muy creativo. Lo acribillábamos a preguntas sobre sus anteriores grupos.
IÑIGO PASTOR: Los Bichos era un grupo muy formado cuando sacaron su primer disco. Hay muchas grabaciones anteriores de Josetxo. Pero quién coño se atrevía a mover eso en términos de management. Era una locura. Hay casos extraños como los Sex Museum, que han cumplido veinticinco años a base de constancia y una personalidad más contenida. Son gente más seria. El caso de Los Bichos era más desparramado y pernicioso.
FERNANDO PARDO: La gente de Pamplona es muy peculiar. Hay sitios con un talento especial, y este es uno. Pamplona es una mezcla de mucha energía, bastante talento y una actitud muy loser. En Granada no son tan losers. Tienen más capacidad para enfocar su talento que en Pamplona. Eso podría explicar la diferencia entre Lagartija Nick y Los Bichos.
Pamplona es lo más australiano que puede haber en la península. Han salido cosas muy personales y peculiares. Allí son muy australianos sin pretenderlo. Te puedes encontrar un Kim Salmon, unos Scientists o unos Birthday Party porque allí comen chistorra en lugar de sopa de canguro.