Pequeño circo. Nando Cruz

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Pequeño circo - Nando Cruz

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porque era doble y se promocionó muy mal. A nivel de composiciones y concepto, es una cascada exuberante. Y en las entrevistas de la época decía que, si hubiera tenido más tiempo, hubiera metido más canciones. De hecho, luego grabó My Deaf Pink… Love, aunque casi todo son versiones.

      IÑIGO PASTOR: Cuando venían a la oficina de Munster, era una fiesta. Era muy divertido, pero también muy naíf. «¡Vamos a sacar un doble!» «¡Un triple!» «¡Vamos a tocar con Johnny Thunders!» «¡Botella de champán!»

      El doble coincidió con que los hermanos Goñi33 se fueron del sello para montar su propio negocio y Oihuka quedó descabezado. De hecho, estaba Asio al frente del sello. Y era una locura. Era como si le das a un niño a manejar un revólver. Era una situación un poco grotesca.

      En el año 91 fuimos a grabar a Burdeos. Por allí aparecieron las novias de Josetxo, también Josetxo de Cancer Moon… Fueron unos días muy entrañables. Y le saqué un disco a la vez que el doble Bitter Pink34.

      ALEJO ALBERDI: Josetxo se quejaba de Oihuka, pero le habían grabado un doble LP en un estudio de la hostia y con un ingeniero de la hostia, Jean Phocas. Sacó un doble LP y, al mismo tiempo, otro en Munster, inundando el mercado. Le ofrecieron unas condiciones de grabación extraordinarias para un disco en inglés, de una música difícil. Se quejaba de vicio. ¿Cuánta gente ha grabado un doble LP en España? Poquísima. Era muy de echar la culpa a los demás, pero los hermanos Goñi se portaron estupendamente con él.

      En Color Hits, Josetxo demostró que podía hacer letras en castellano con una potencia increíble. Siempre se quejaba de que no le hacían caso, pero su gran baza era su capacidad de hacer rock arrasador en castellano, y la desechó: tomó la decisión de cantar el segundo disco solo en inglés. A mí me gusta mucho Bitter Pink, pero echo en falta un «Verano muerto», un «Me gustaría llorar». No puedes quejarte si se reduce tu abanico de posibilidades, porque, si renuncias al castellano, la culpa es tuya. Pero eso se enmarca en una tendencia de la época a reaccionar contra el pop-rock español.

      JAIME CRISTÓBAL: En los años 90 se hablaba mucho de la mala suerte de Josetxo. ¡La mala suerte de Josetxo! Él mismo achacaba muchas cosas a la mala suerte, pero en el fondo sabía lo que pasaba. En muchas entrevistas, hacía un análisis lúcido: «No salían conciertos y es mucho esfuerzo llevar entre cuatro personas una cosa si no hay ingresos». Ensayar para el disco sería guay, pero, después, ensayar para quizá no tener ningún concierto hizo que la cosa se fuera diluyendo. Después de Bitter Pink ya no ensayaban.

      Salió el single de «A Hell of a Girl» en Radiation pagado con crowdfunding cuando no existía esa palabra. La grabación la pagaron los colegas. Y quizá también la fabricación. Fue lo último que hizo como Los Bichos. La foto de la portada es de una película de Mirna Loy. En el interior del disco había una cartita escrita por Josetxo, muy melancólica: «Hola, guapa, qué tal estás…». Era muy bonito el texto. Está bien que exista ese single. Es un buen cierre. Así no se quedó todo en el Bitter Pink.

      UNAI FRESNEDO: Nunca tuvo mucha salida, la verdad. Él no entendía por qué no triunfaba, pero tampoco podías decirle nada. Yo nunca he hecho una canción, y las que él estaba haciendo para mí eran la polla. Te jodía que no vendiesen más o que les montases un concierto y viniesen veinticinco personas, pero yo estaba muy agradecido por sacarles un single. Hacían la música que más me gustaba.

      Era un tipo con unas circunstancias muy especiales: de pueblo y con una pasión suicida de la hostia por el rock and roll. Josetxo no trascendió el ámbito underground. Josetxo iba a hacerlo cada vez más difícil, más extremo. Los Bichos era más peligro, más suicida; más pose, también.

      JAIME GONZALO: Llegaban dos divas de Pamplona, Asio y él, con rímel de ojos… Yo les decía, «vais proclamando a gritos lo que queréis ser, no lo que sois». Al principio se lo tomaron mal, pero luego hicimos migas. Eran adorables. Llevaban tan al pie de la letra el lema del rock que hasta las drogas formaban parte de la utilería. Tenían un cierto aire de decadencia que a mí me parecía un maquillaje grotesco.

      El histrionismo de Josetxo formaba parte de lo que ofrecía, pero era lo que menos me interesaba. Cuando hablabas con él, era diferente a la persona que veías en escena, y eso me reventaba. Josetxo Anitua sacaba sus demonios, pero Josetxo Ezponda sacaba sus delirios de grandeza y su vanidad. Para mí, potenciar el ego a través del ceremonial del rock era un concepto obsoleto. Eso de disfrazarse de otro y pretender ser una estrella del rock siempre me ha chirriado muchísimo, y más en aquella España que salía de las estrellitas de la Movida. Yo pensaba que eso se superaría. Sin embargo, le funcionó y fue lo que más llamó la atención de Josetxo. Había una vocación de malditismo. En el fondo, eso convenía a su imagen.

      JAIME CRISTÓBAL: En una entrevista explicaba que le había preguntado a Marino Goñi cómo era posible que lo pusieran tan bien en las revistas y que vendiera cuatrocientas o setecientas copias. Se le notaba cierta amargura pero también cierta aceptación, en plan, «si lo que hago no interesa, tanto da, no tengo que seguir con el grupo». Anunciaba un poco el final de Los Bichos.

      LA CAJA DE RITMOS Y LOS SPONSOR

      ALEJO ALBERDI: Josetxo recaló en [el sello] Triquinoise en una etapa tardía. A Glitter Cobweb35 es un disco un poco difícil. La producción era algo áspera, con esas cajas de ritmos intentando imitar una batería.

      JAIME CRISTÓBAL: Comparado con Bitter Pink, A Glitter Cobweb baja bastante de calidad, y creo que Josetxo también lo notó. No tiene unas composiciones muy brillantes. Lo grabó él solo, tocando él todas las guitarras y los bajos. Las canciones eran solo esqueletos, ese era su deseo: dejar las canciones esqueléticas. Igual no había otra opción.

      ALEJO ALBERDI: Josetxo era muy exigente, pero a la hora de hacer promo no hacía todo lo que debía hacer. Tenía una actitud de estrella, pero era una estrella que no vendía. Y el disco pasó sin pena ni gloria.

      FERNANDO PARDO: Josetxo «Bicho» siempre estaba muy pillado de pasta. Era romanticismo al máximo y practicidad cero. Cuando sacó A Glitter Cobweb yo trabajaba en la oficina de Roto36. Él venía a Madrid, dejaba su Marshall, su pedal Big Muff y sus cacharradas por ahí en medio. Era un puto desastre. Era la época en que hacía los conciertos sin banda.

      GERMÁN CARRASCOSA: Iba por los bares de Pamplona con la guitarra y la caja de ritmos. Cuando tocaba así, no le fallaba nadie. ¡Fallaba él! El truco de la lentilla era muy recurrido. Lo usó varias veces. No se sentía con fuerzas de tocar, se le venía encima todo, llamaba dos horas antes y decía,«lo siento, he perdido una lentilla: no puedo tocar». Y cancelaba el concierto.

      Hay fotos de Josetxo con gafas, pero son de adolescente. Luego llevaba lentillas. Y si no las llevaba, olvídate de que te reconociese. Veía cero. Pero jamás iba a llevar gafas.

      JAIME CRISTÓBAL: A mediados de los 90, la imagen de Josetxo es la de alguien que se queda solo: musicalmente, sobre el escenario…

      GERMÁN CARRASCOSA: A nosotros nos encantaba, pero se armaba tal caos de ruido y acoples… La gente se salía de los bares. Veías conciertos de Josetxo con cuatro gatos. Tenía muchos amigos, pero tus amigos también se cansan de verte. Tocaba en baretos de conocidos, que son los que le dejaban tocar y le daban de beber. Ese era otro tema; le daba mucho.

      JAVIER CORCOBADO: Josetxo Ezponda en solitario… Era un placer presenciar los exorcismos a los que sometía a su guitarra eléctrica.

      ROBER!: A Josetxo lo conocí cuando ya actuaba en solitario con los pedales. Lo fui a saludar al camerino y fue muy gracioso. Nunca había hablado con él,

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