Pequeño circo. Nando Cruz
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JAIME GONZALO: Polar era una subsidiaria de Max Music, que se había forrado haciendo maxis de música dance y de discoteca, y también se dedicaba a la distribución. Allí entró a trabajar Josep [Fontdevila], un personaje que tenía una tienda de discos por la Sagrada Familia de Barcelona, Hardcore Records, una de las mejores tiendas de aquellos tiempos. Había mucho garaje, mucho Sonic Youth… Este personaje se convirtió en el brazo derecho del capo de Max Music. Se decía que uno de los socios tenía la empresa para lavar dinero de la construcción. Era un cretino peligroso con ínfulas de gánster. Iba con pistola, con matones. El de Hardcore Records le convenció para que montase un sello para publicar rock independiente español. Era una persona deseada y admirada en la empresa: iba de mariscadas y putas con el jefe.
Cancer Moon me ofrecieron trabajar con ellos a través de Fernando. Y el tipo de Hardcore Records, a quien también conocía, me dijo que quería poner en marcha el sello y necesitaba un productor. Podía haber cierto interés musical, pero el tal Josep no era una persona especialmente puesta en la materia. Por eso se hizo como se hizo.
FERNANDO GEGÚNDEZ: Sacaron solo cuatro grupos: The Del-Hoyo, Vancouvers, Cancer Moon y Los Bombarderos.
JAIME GONZALO: Yo tenía cierta experiencia. Había trabajado con The Pantano Boas, Desechables, Loquillo, Los Rápidos… Ante todo era una oportunidad de aprender, de ayudar a la gente a cumplir sus cometidos de tiempo y presupuesto, de aportar las ideas que pudiera y de que me aceptaran.
Un problema de la época era la visión de los técnicos y los estudios. Se trabajaba con sonidos muy uniformes. No había diferencias entre un estudio y otro, entre un técnico y otro. Y yo me oponía a eso.
Surgió la oportunidad y grabamos en Barcelona, en el mismo estudio en el que había grabado a The Pantano Boas. Tuvimos una semana para hacer el disco y había que ir a por todas, aun contando con el lastre que ellos mismos suponían para el proceso: discusiones constantes entre ellos, con el técnico de sonido y conmigo. Había una falta de comunicación absoluta, una mirada muy aldeana, muy suspicaz, muy de «¿qué haréis con mi pureza?». Ahí nadie quería hacer nada: solo resaltar esa pureza.
FERNANDO GEGÚNDEZ: La producción tuvo sus más y sus menos. Josetxo no ponía pegas, pero Jon y Jaime chocaron mogollón. Jon era más discutidor.
JAIME GONZALO: Cancer Moon nunca te decían las cosas claras al principio. Zamarripa ya había tenido brotes psicóticos y se estaba medicando. Tenía un historial y lo notabas clarísimamente. Josetxo era otro caso: muy tímido y nervioso.
FERNANDO GEGÚNDEZ: Josetxo era transparente, era tal como lo veías. Era tremendamente tímido, reservado. Tenía dificultades de expresión. Se ponía a tartamudear. Tenía problemas de comunicación y una sensibilidad exacerbada. Si estábamos en un bar y sonaba algo que a Josetxo le gustaba, se le transformaba la cara. Es como si tuviera unos receptores especiales para la música.
ROBER!: Al que había que aguantar era a Jon. Era de familia de pasta, tenía maneras burguesas, le tenían que ir a buscar a casa para ensayar… Era una señorona. Y era muy vacilón y muy hijo puta. Pero entre Josetxo y Jon había una relación que iba más allá de la amistad.
UNAI FRESNEDO: Josetxo y Jon no se parecían en nada. Aunque Josetxo era muy introspectivo, le gustaba salir y relacionarse con la gente de Bilbao. Jon no salía nunca. Ibas en la furgoneta con él y los comentarios eran siempre para tocar los huevos. Jon era más marrullero, más borde. Josetxo era todo simpatía y buen rollo; un pedazo de pan. Pero nunca les vi enfadados. O no tengo ese recuerdo. Jon era especial, pero Josetxo le llevaba bien. Se arreglaban muy bien entre ellos el rato que estaban juntos haciendo música.
Para Josetxo la música era una obsesión, un pozo sin fondo. Siempre te hablaba de música, y si le venías con algo que no controlaba, en seguida lo asimilaba. Estabas en el gaztetxe de Laudio viendo a Cerebros Exprimidos, aparecía y lo gozaba. Le iba un rollo totalmente diferente, pero iba donde fuese para ver un concierto y estar en ese ambiente.
Jon no tenía tanto interés en la música como Josetxo. Lo suyo eran Chris Spedding, J.J. Cale, dos cositas supersimples con la guitarra y venga. Eso sí, era superobsesivo. Pero no era como Josetxo, que quería ver todos los conciertos. Jon estaba más encerrado en sí mismo.
JAIME GONZALO: Se intentó conseguir un sonido absolutamente apátrida, que no fuera reconocible como una producción española ni de aquellos años, pero hubo grandes conflictos. No fue una grabación agradable. Fue de lucha y de presión. Quizá de ahí ese gran resultado; por la parte que le toca al grupo, no por la mía.
Cancer Moon es un punto y aparte. Quizá sea la excepción a la regla, el reverso tenebroso a ese indie asténico y romántico. Burbujeaban unos conflictos interiores tremendos y tenían una capacidad de síntesis de una serie de referentes muy amplios. Hasta hoy nadie ha conseguido hacer lo que hizo Cancer Moon.
Es gente con una visión absolutamente estética y con unas estimulaciones sexuales —homosexuales— y unos juegos de poder entre ellos muy complejos. Eso los hace únicos en muchos sentidos, y ahí está el disco. Para mí es esencial y, sin embargo, no tuvo apenas repercusión. Entre otras razones, porque la discográfica era un desastre y se fue a pique.
Cuando salieron los discos, salió a la luz que el tipo de Hardcore Records había hecho un desfalco en el almacén. Lo pillaron con las manos en la masa a él y al contable, le dieron una paliza de muerte y los padres tuvieron que pagar la deuda. Le dijeron que, si volvían a verlo en Barcelona, lo mataban. Literalmente. El poco interés que había por ese sello desapareció. Ya ni distribuyeron los discos de Cancer Moon, Los Bombarderos y demás. Hubo muy poca promoción y con este suceso se acabó todo.
JUAN HERMIDA: Hablé con Josep días antes de que desapareciese. Por el tono en que me hablaba, noté que había algo detrás, que estaba agobiado. Y me dijo, «del de Cancer Moon no he conseguido vender ni quinientos».
JAIME GONZALO: Al dueño de Max Music, Miguel Degà, lo pillaron después cuando intentó cargarse a su socio. Atentó contra él con tan mala fortuna que el sicario lo confundió con otra persona y se descubrió todo el pastel. Lo metieron en la cárcel, y en un permiso despareció. No lo volvieron a ver. Está en orden de busca y captura.
IÑIGO PASTOR: La historia de Polar fue el Scarface del indie. A Cancer Moon les pilló de por medio y fue un lanzamiento fallido, como un cohete que hace pum, se cae y adiós.
THE WORST AROUND, EL NUEVO ROCK VASCO
JUAN HERMIDA: Cancer Moon estaba a disgusto con la producción de su disco, que además era inencontrable. Yo conocía a Los Bichos, que trabajaban con Oihuka, y siempre hablábamos de trabajar juntos. Por otro lado, estaba La Secta, con Gorka, el hermano de Iñigo, como cantante. Y en San Sebastián surgió La Perrera con su punk-rock.
JAIME GONZALO: La Perrera recuperaba el espíritu de La Banda Trapera del Río y del rock de Detroit. A muchos les parecía poco sofisticado que tocasen en colegios y espacios autogestionados, pero a mí me parecía honesto. Eran de Buenavista, un barrio obrero. No me extraña que se cerrasen en un local a hacer música. Ahí no podías hacer otra cosa. Son una gran descarga de energía, igual que todo lo que deriva de ellos: Señor No, Nuevo Catecismo Católico… Es la antítesis al Getxo Sound.
JUAN