Pequeño circo. Nando Cruz

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Pequeño circo - Nando Cruz

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a las cinco de la madrugada y leyendo la prensa italiana. Hacíamos el tonto, pero lo pasábamos muy bien.

      ROBER!: Daba gusto hablar con Josetxo. ¡Cómo clavaba sus opiniones! Era muy bonito cómo expresaba las cosas. «Es lo que yo pensaba, pero no sabía cómo decirlo, Josetxo», le decía. Y cuando tenías un problema, era el primero que aparecía para ayudarte y preocuparse. Un tío de esos que dices, «como este voy a conocer uno en la vida».

      TERESA ITURRIOZ:Tenía una forma de mirar… Prestaba atención incluso a las cosas más pequeñas que dijeras. Prestaba una atención como yo no he visto nunca. Pero sin agobiarte. Era muy sensible, pero la sensibilidad máxima la mostraba hacia los demás. No hablaba mucho de sí mismo. Era un tipo bastante reservado. Tampoco se ocultaba en ningún aspecto, pero no era alguien que te diera la lata con sus cosas. Estaba muy para los demás. Era muy generoso. Y cuando hablaba, no decía tonterías, pero, si las decía, eran tonterías muy divertidas.

      IBON ERRAZKIN: A partir de ese momento, nos unimos todos mucho más. Venía a Londres a verme a mí, venía a Madrid a vernos a los dos… Con Josetxo hemos viajado mucho de vacaciones a todas partes.

      A Josetxo le gustaban mucho Suicide, Television, Lou Reed y todo el rollo de Nueva York, que a mí también me gusta mucho. También le gustaba mucho el jazz, y cuando viví en Londres, escuché mucho jazz, así que ahí teníamos otro punto en común.

      ROBER!: Josetxo curró pinchando en el Kafe Antzokia todos los fines de semana durante años y años. Allí no podía poner la música que quería. Tenía que poner mucha música de grupos euskaldunes porque la chavalería quería oír los hits de entonces en euskera. Y aun así, veías que se lo tomaba en serio. Estaba como un león enjaulado, pensando qué canción podía poner después, aunque tuviese esas cotas tan marcadas. Hacía lo que podía.

      FERNANDO GEGÚNDEZ: Estuvo diez años en el Antzokia. La de payasos vasquitos que le iban y le decían «ponme tal, ponme cual»… Josetxo era un santo de la hostia. Nunca se mosqueó con ninguno. A todo el mundo le decía que sí. Nunca quedó mal con nadie, por borracho que estuviera. Luego, con alguno se hacía el loco y no se la ponía.

      Era excelente pinchando. Le obligaban a que una de cada tres o cuatro canciones que ponía fuera en euskera. Y sacar tanta música en euskera digna para una sesión de tres o cuatro horas era complicado. Un momento álgido en sus pinchadas era Suicide. En esa nave gigante como es el Antzokia y con esa reverberación, sonaba…

      A veces me acompañaba a la radio y me decía, «un día tenemos que hacer un programa, pero de puro terrorismo, puro terrorismo de verdad».

      ROBER!: Un día me llamaron del Ruta para que Atom Rhumba hiciésemos un concierto de versiones en su fiesta de aniversario. ¡Qué pereza! A los conciertos de versiones y tributo les tengo bastante manía. Es como ir a un museo de cera. Vale, las figuras se parecen, pero dan dentera. Y cuanto más se parecen, más dentera dan.

      Tanto con Anitua como con Josetxo «Bicho» siempre hablábamos de hacer algo juntos. Y se me ocurrió hacer un concierto con «las dos Josetxas», como los llamaba yo. Los dos eran mis referentes, y también era una manera de pincharlos para ver si volvían a hacer cosas. Los llamé, pero Josetxo «Bicho» al final no aceptó. En cambio, el otro Josetxo se apuntó como un loco. Tenía ganas de hacer cosas y fue todo muy rápido. Dos ensayos y el concierto.

      Con Josetxo siempre hubo muy buena conexión, personal y musical. No hablábamos, hacíamos. Nos juntamos una tarde a hacer una lista de versiones, y yo las conocía todas. Teníamos un background parecido. Pensando en la versión de Caetano Veloso57, él decía, «yo la haría en plan Soft Boys». Y yo, «¡claro, con esa guitarra!». Nos pisábamos las frases.

      TERESA ITURRIOZ: Nunca vi a Cancer Moon. ¡Qué rabia! Pero fui a verle tocar con Atom Rhumba en el Antzokia. Y me llamó mucho la atención ver cómo se metía en el papel. ¡Este es mi Josetxo! Lo veía fumar, con su americana, tan guapo, y pensaba, «¡qué bien se está haciendo mayor Josetxo!». Hicieron «Nature Boy» de Eden Ahbez. Fue maravilloso. Fue la única vez que le vi actuar. Tampoco lo vi como Josetxo Grieta.

      LAS CATARSIS DE JOSETXO GRIETA

      ROBER!: Entre Cancer Moon y Josetxo Grieta pasó un montón de años en los que lo que más hizo fue colaborar. Cantó una canción en nuestro primer disco, nos remezcló un tema y luego volvió a cantar en otro disco. También cantó en un disco de Le Mans. Y en casa seguía haciendo cosas, pero muy para él. Siempre nos íbamos prometiendo hacer cosas juntos, pero con quien más llegó a actuar fue con Josetxo Grieta, un grupo que montó con Mattin.

      MATTIN: Nací en Bilbao en 1977. En los 90 formé Inte Domine, un grupo en el que estuvo un año el guitarra de Lord Sickness, los hermanos pequeños de El Inquilino Comunista. Nosotros aún éramos más jóvenes. Teníamos menos experiencia y tocábamos mucho peor, pero compartíamos muchas inquietudes musicales. A los dieciocho años me fui de Getxo, acabé en Londres y me interesé por la música experimental, la improvisación y el ruido.

      Cancer Moon estaban en otra liga. Ellos eran mayores, venían de otras bandas y otras escenas. Nosotros llegamos después y éramos un poco la moda del momento. Era otro contexto. Lo pasábamos bien, pero tal vez no teníamos esa distancia histórica ni esa capacidad de comprender qué estábamos haciendo. Simplemente hacíamos música. Generalizo y solo puedo hablar de mi experiencia, pero lo nuestro era más trivial que lo que hacía Cancer Moon. Y si lees las entrevistas a El Inquilino o a Lord Sickness, ves que la intención no tiene ese peso que tenía para Josetxo.

      Mientras El Inquilino pretendía ser un grupo norteamericano y hacer la música que les gustaba sin ir más allá, en Cancer Moon había una intención mucho más potente, una intención clara de decir, «sabemos dónde queremos ir y dónde queremos estar. Es un lugar muy sofisticado, muy preciso, y muy poca gente nos podrá seguir, pero lo haremos». Eso ya lo ves desde los vídeos: en cada gesto, en cómo visten. No había otro grupo con esa altura de miras y sofisticación. Sabían que estaban generando algo verdaderamente especial. Era una música con mucho carisma.

      En la segunda mitad de los 90 ya no había actividad en Getxo, pero a principios de los 2000 empezó a crecer con fuerza una escena experimental. Xabier Erkizia organizaba el festival Ertz, Elektronikaldia presentaba cosas bastante experimentales y en Bilbao empezó el MEM58. Allí empecé a saber de Josetxo. Me decían que teníamos gustos parecidos. Josetxo estaba fuera de la música. Solo trabajaba de disc-jockey en el Antzokia y hacía colaboraciones esporádicas.

      FERNANDO GEGÚNDEZ: En cuanto Josetxo conoció a Mattin, se lanzó a por él. Pero ya sin intención de grabar. Mattin venía de un grupo del Getxo Sound y luego se metió de lleno en el mundo del ruidismo y la vanguardia. Él tenía un grupo, La Grieta59, y con Josetxo montaron Josetxo Grieta.

      MATTIN: No hacía falta repensar la música indie de los 90. Era de cajón que lo que hacíamos lo hacíamos porque queríamos tocar juntos y teníamos algo que creíamos que era especial. Hacíamos ediciones caseras. El número de copias era limitado y la repercusión, también. Ahí no había pretensiones, pero Josetxo nunca puso problemas a nuestra manera de funcionar. Había tenido malas experiencias con otros discos. En los CD poníamos la nota de anticopyright y Josetxo siempre estaba de acuerdo. Eso no significa dejar de ser parte de la mercantilización. Haces CD-R y se venden, pero no pasan por la SGAE o por ningún mecanismo de control de la propiedad intelectual. Es una retórica que pretende cuestionar la maquinaria que hay detrás de la propiedad intelectual.

      La música improvisada o el ruido cuestionan en sí mismos hacer un producto de la música. Es una crítica a la propiedad intelectual. Toda esta construcción del artista y del autor

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