Pequeño circo. Nando Cruz

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Pequeño circo - Nando Cruz

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Jon no le conocí nunca, pero he tocado con Josetxo, que será de las personas que más daba en el escenario. Era un lujo tocar con una persona que sabes que lo va a dar todo, con la que sabes que no hay cinturón de seguridad ni vuelta atrás. Eso es algo que rara vez encuentras.

      IBON ERRAZKIN: Había algo de doble personalidad en Josetxo, y esa otra personalidad era la que salía a luz en los conciertos. Y no solo en los conciertos. Yo la he conocido también fuera de los escenarios. Salías con él de noche y había un momento en que se adueñaba de él otra personalidad. Era muy educado y amable, y precisamente por eso era muy curiosa esa transformación, el paso de esa persona amable y reservada a una especie de fiera salvaje. Era digno de verse.

      MATTIN: Tampoco sabías cuándo era ese personaje que se creaba en el escenario y cuándo era él de verdad. Era muy difícil saber hasta qué punto había un juego performativo o no. No era solo el escenario, era la música. Era una válvula de escape que le permitía ser diferente. En la música no había restricciones. Era muy, muy a saco.

      Josetxo en la música buscaba maneras de pensar y percibir menos superficiales que las que te encuentras en el día a día; formas de llegar a comprender o relacionarte, formas de expresión que fuesen más allá de la reproducción de estereotipos: ir más allá. También sus textos iban más allá de convenciones: iban más allá de la comprensión. Pero al ser música —sobre todo el rock y formas musicales bastante viscerales—, buscaba generar un punto de encuentro en el que la comprensión y el sentimiento rompieran cualquier tipo de estrangulamiento o concepción cerrada.

      Se consumía en la música. Le ayudaba a expresar cosas que de otra manera no podía. Y por eso se convertía en una necesidad vital. De ahí que agradeciese como nadie cualquier tipo de intención musical que animase esa apertura.

      Lo racional en él… no sé cómo expresarlo. Había momentos en los cuales no sabías hasta qué punto estaba… En los momentos más brutales, dejaba la razón en entredicho. Lo digo de forma metafórica, pero también literalmente.

      El mejor concierto que dimos fue en el Antzokia de Bilbao. Ese día se produjo una conexión entre nosotros brutal. Y fue determinante cómo jugamos con el espacio. Para Josetxo fue muy especial tocar en un lugar en el que había trabajado tantos años y con el que tenía una relación tan directa. Siempre lo daba todo, pero ese era un espacio que controlaba a la perfección. Lo conocía, conocía a la gente y se tiró a saco. También se tiró, literalmente.

      ROBER!: Recuerdo verle tirarse por las escaleras, hacerse daño físicamente, sangrar… A veces hasta pienso que este tipo de rollos le revolvió cosas que no debería haberle revuelto… Era muy autodestructivo.

      FERNANDO GEGÚNDEZ: Lo recuerdas, lo hilas con su muerte y… ¡joder! De lo que vi aquel día a que se suicidara solo había un paso: estaba fuera del escenario, desencajado completamente, con el micro pegando en todos sitios, metiéndose en la caja del bombo, desquiciado, reptando por el suelo… Mattin pegando guitarrazos inverosímiles por la sala. Y «Piji», el batería, manteniendo el ritmo. Claro, no era para todos los públicos. Estaríamos veinte o treinta personas.

      Jon Zamarripa, Jesús Suinaga y Josetxo Anitua, de Cancer Moon. (Cedida por Antón López / Libros Crudos.)

      MATTIN: Como era improvisación, cada uno iba a su rollo. Yo le oía, pero no veía qué estaba haciendo. Luego me lo contaban. La novia de un amigo salió corriendo de ese concierto. Le pareció muy violento.

      IBON ERRAZKIN: Josetxo estaba usando la música para… no sé cómo llamarlo… no sé si exorcizar cosas o sacar cosas de dentro. Quizá todos lo hacemos, a cierto nivel. Es difícil hablar de esto. Puedes abordar la música desde sitios distintos, pero hay una época en la vida en que sí es algo parecido a una salvación. En el caso de Josetxo creo que siempre la vivió así.

      MATTIN: Las últimas veces que lo vi parecía que estaba mejor. Por eso nos sorprendió. No sabías realmente si lo estaba pasando mal o si la mente le estaba jugando malas pasadas. Estoy intentando ser delicado y a la vez expresarme con claridad. Pero es difícil.

      UNAI FRESNEDO: La noche anterior yo había montado el concierto de Patti Smith en Madrid. Al despertar tenía un mensaje del técnico de sonido del Antzokia: «Josetxo Anitua hil da».

      TERESA ITURRIOZ: Estaba en el trabajo y me llamó Ibon por teléfono. Me quedé en estado de shock. Era un 23 de abril, hacia las once de la mañana.

      FERNANDO GEGÚNDEZ: Me llamó Gotzon del Antzokia: «Josetxo… que ha fallecido». En ese momento no me dijo la causa. Yo estaba conduciendo. Tenía que ir a algún lado, pero lo suspendí todo y me fui al Antzokia a averiguar más. Yo iba ya con la mosca… Recordé que días antes no apareció en conciertos en los que debía haber estado. Y tres días antes me había llamado. Llamó a mucha otra gente. Y lo normal es llamar por algo. A Josetxo no le pegaba nada llamar para charlar. Charlamos, pero aquello para mí fue una despedida.

      IBON ERRAZKIN: Eso nos ha pasado a todos. Hemos repasado cosas y… Un mes antes estuvo en Madrid y nos trajo maquetas de Cancer Moon, conciertos grabados en directo… No sabemos si ya había tomado una decisión y nos los trajo para que los custodiáramos. No sé… No quiero especular.

      TERESA ITURRIOZ: Vino a Madrid a visitarnos a Ibon y a mí, a estar con nosotros. Vino a despedirse, pero yo no lo sabía. Así lo interpreté después.

      IBON ERRAZKIN: Lo de Josetxo nos dejó hundidos. Hablamos con él hasta dos días antes. Josetxo tenía sus espinas clavadas. Pero mucho no hablaba. Sabíamos que estaba mal, pero eso no nos lo esperábamos.

      ROBER!: Tengo un amigo, Ferdi, que también es amigo de Zamarripa. Josetxo era el padrino de su hijo. Un día antes, Josetxo le dejó en una tienda una Telecaster blanca para que se la quedase.

      Cuando pasa algo así con alguien tan cercano siempre piensas que pudiste haber hecho algo. Yo tenía una llamada perdida suya del sábado. El mensaje decía, «llámame». ¿Y si le llego a llamar? El «y si», «y si», «y si» te obsesiona. Y más cuando ha sido algo tan brusco. Porque fue brutal lo que hizo. Hay muchas maneras de quitarse de en medio, pero… Ese rollo intenso y excesivo sí lo tenía. Hay que tener cojones.

      FERNANDO GEGÚNDEZ: Cuando me dijeron el método que usó, me empecé a acordar que siempre había estado enamorado de ese puente. Siempre hablaba de ese puente. Le encantaba. A raíz de la construcción del Guggenheim, le habían puesto unos arcos rojos, y a él le moló esa remodelación. Era una obsesión suya aquel puente. No vivía lejos.

      ROBER!: El entierro fue… El cura, bien, pero cuando salió su hermana a hablar, todos nos vinimos abajo. El organista tocó «Yesterday». Josetxo era fan de los Beatles. No sé si fue deseo suyo, pero es de esas canciones de las que ya estás hasta los huevos y en esas circunstancias te llega a afectar. Y todos llorando…

      UNAI FRESNEDO: Hablando luego con gente en el funeral, nadie se lo esperaba. Rober!, que tenía más relación con él, me decía, «¡si habíamos quedado para ensayar la semana que viene», «¡si había comprado la entrada para ir a ver a Nick Cave hoy!»… Nick Cave tocó en Donosti el día de su funeral. No sé qué hostias le pasó por la cabeza, pero… Se fue a dar un paseo, empezó a andar y, cuando llegó al Puente de la Salve, se tiró. Hay una altura como de ocho pisos. Es un puente que cruza la ría, pero se tiró desde una parte que pasa por encima de la carretera. Y cayó

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