Para Siempre, Contigo. Софи Лав

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Para Siempre, Contigo - Софи Лав

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no podía imaginar la clase de hombre que Daniel debió haber sido una vez para hacer que alguien pensara tal cosa. Para ella, Daniel sería el padre perfecto. Ella sabía que había tenido una mala racha de chico, unos pocos años de juventud rebelde, pero estaba segura de que esa no podía ser la verdadera razón por la que Sheila le había ocultado su embarazo, o por la que mantenía en secreto la existencia de su hija. Era una excusa, una mentira pronunciada por un consumidor de drogas que apartaba la culpa de sus propios fracasos.

      —No crees eso, ¿verdad?—Emily preguntó.

      Sintió que la mano de Daniel comenzaba a acariciar su cabeza de nuevo—. No sé cómo me habría comportado hace seis años cuando ella nació. O incluso cuando Sheila estaba embarazada. No era exactamente del tipo comprometido. Podría haber huido.

      Emily se movió para estar de frente a Daniel, y le envolvió los brazos alrededor de su cuello—. No, no lo habrías hecho—le imploró—. Te habrías convertido en el padre de esa niña, como lo estás haciendo ahora. Hubieras sido un buen hombre, hubieras hecho lo correcto.

      Daniel la besó suavemente—. Gracias por decir eso—dijo, aunque su tono traicionó su incertidumbre.

      Emily se acurrucó de nuevo en él, apretándose un poco más. Ella no quería verlo así, con dolor, lleno de dudas. Parecía nervioso, pensó Emily, y se preguntó si estaba luchando con el reajuste de estar en casa, de ser padre de repente. Daniel debió haber estado tan concentrado en Chantelle que se había olvidado de prestar atención a sus propias emociones, y sólo ahora, en la cálida, acogedora y segura cochera, pudo darse a sí mismo el espacio para sentir.

      —Estoy aquí para ti—dijo ella, acariciando suavemente su pecho con su mano—. Siempre.

      Daniel suspiró profundamente—. Gracias. Es todo lo que puedo decir.

      Emily sabía que venía de su corazón. Gracias era suficiente para ella por ahora. Ella se hundió contra él y escuchó el sonido de su respiración ralentizándose mientras él caía en un sueño. Poco después, sintió que el sueño también la inundaba.

      *

      Se despertaron abruptamente por el sonido de Chantelle agitándose en la cama en la habitación de al lado. Emily y Daniel saltaron del sofá, desorientados por el repentino brillo de la habitación. En la chimenea, las brasas aún ardían.

      Un momento después, la puerta del dormitorio se abrió un poco.

      — ¿Chantelle?—Daniel dijo—. Puedes salir. No seas tímida.

      La puerta se abrió lentamente por completo. Chantelle estaba allí de pie, usando una de las camisas grandes de Daniel, su cabello rubio enredado en su cara. Aunque no compartía el pelo oscuro de Daniel ni su piel de olivo, su parecido era irrefutable. Especialmente sus ojos. Ambos tenían el mismo tono de azules lirio, penetrantes.

      —Buenos días—dijo Emily, dándose cuenta de lo rígida que estaba por las pocas horas de sueño que ella y Daniel habían tenido en el sofá—. ¿Quieres que te haga el desayuno?

      Chantelle se rascó la barbilla y miró tímidamente a Daniel. Él asintió con la cabeza, enseñándole que estaba bien usar su voz aquí, que no le gritarían o le llamarían una molestia en este lugar.

      —Ajá—dijo Chantelle con voz tímida.

      — ¿Qué te gusta?—Emily preguntó—. Podría hacer panqueques, tostadas, huevos. ¿O prefieres cereal?

      Los ojos de Chantelle se abrieron de par en par con asombro y Emily se dio cuenta con una punzada dolorosa de que probablemente nunca antes le habían dado una opción. Quizás ni siquiera le habían dado el desayuno.

      —Quiero panqueques—dijo Emily—. ¿Y tú, Chantelle?

      —Panqueques—repitió.

      —Oye, ¿sabes qué?—Emily añadió—. Podríamos ir a la casa grande y desayunar allí. Tengo arándanos en mi nevera para poder ponerlos en los panqueques. ¿Qué opinas, Chantelle? ¿Te gustaría ver la casa grande?

      Esta vez Chantelle comenzó a asentir con emoción. Daniel parecía aliviado de que Emily hubiera tomado la iniciativa esta mañana. Emily podía darse cuenta de lo desconcertado que estaba por todo el asunto sólo por sus expresiones faciales.

      —Oye—sugirió en voz baja, tratando de no pisarle los pies—. ¿Por qué no vas a ayudar a Chantelle a vestirse?

      Asintió apresuradamente, como si estuviera un poco avergonzado de que ni siquiera se le hubiera pasado por la cabeza hacerlo, y luego condujo a la niña al dormitorio para que se cambiara. Emily los vio irse, notando lo incómodo que parecía Daniel por esta simple tarea de ser padre. Se preguntaba si parte de las dificultades que había experimentado durante su estancia en Tennessee también habían sido en la adaptación al papel de padre, si había estado tan preocupado por los asuntos prácticos -vivienda, escuela, alimentación- que aún no había tenido la oportunidad de concentrarse en el hecho de que ahora tenía que ser padre.

      Una vez que todos estaban listos, salieron de la cochera y subieron por el camino de ripio hacia la posada. Chantelle pateó las piedritas a lo largo de la entrada, riéndose de los ruidos que podía hacer con sus zapatos. Durante todo el camino se aferró a la mano de Daniel, aunque no había nada cómodo en el gesto de ninguno de los dos. Daniel parecía rígido e incómodo, como si estuviera tratando desesperadamente de no hacer nada malo o romper a la frágil criatura ahora confiada a su cuidado. Chantelle, por otro lado, parecía desesperada, como si nunca quisiera perder a Daniel, como si hacerlo le causara una enorme pena.

      Emily no estaba completamente segura de cuál era el mejor curso de acción. Vacilante, tomó la otra mano de la niña y se sintió complacida y aliviada al ver que Chantelle no se acobardaba ni se alejaba. Daniel, también, parecía mucho más cómodo con la participación de Emily y se veía más natural. A su vez, Chantelle se aferró a su brazo.

      De la mano, los tres subieron por los escalones del porche hasta la puerta principal, y Emily los llevó adentro.

      Chantelle flotaba en la puerta, como si no estuviera segura si pertenecía a un lugar así. Ella miró hacia atrás, hacia Daniel, en busca de aliento. Sonrió suavemente y asintió. Vacilante, Chantelle entró y Emily sintió que su corazón se estremecía de emoción. Luchó contra las lágrimas.

      Inmediatamente, Emily tuvo la sensación de que Chantelle estaba asombrada por la casa en la que se encontraba. Miró a su alrededor, a la gran y ancha escalera con sus barandillas pulidas y alfombras de color crema, al candelabro y al enorme mostrador de recepción antiguo que había sido comprado en Rico's. Hasta parecía asombrada por las ilustraciones y fotografías en el pasillo. Lo único con lo que Emily podía compararlo era con un niño que entraba a la casa de Papa Noel por primera vez.

      Emily la llevó a la sala de estar y Chantelle hizo un pequeño ruido al ver el piano.

      —Puedes tocarla si quieres—la animó Emily.

      Chantelle no necesitaba escucharlo dos veces. Se dirigió directamente al piano antiguo, que se encontraba en la alcoba del mirador, y comenzó a pulsar las teclas.

      Emily le sonrió a Daniel—. Me pregunto si tenemos un músico en ciernes en nuestras manos.

      Daniel miró a Chantelle casi con una mirada de curiosidad,

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