Gramática pura. Juan Fernando Hincapié
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El viernes iré al cine.
Pero, de pronto, en una de esas puede suceder algo que me impida la feliz consecución de mi propósito, ir al cine el viernes siguiente (o sea en el futuro). Por tal motivo, otra opción, que además impide que se den por sentadas cosas que aún no suceden, es usar el futuro perifrástico, esto es, el verbo ir en presente (voy) más la conjunción «a», más la forma infinitiva del verbo a conjugar.
Es decir:
El viernes voy a ir al cine.
Aunque, como ya enunciamos, también es correcto, de hecho es más correcto, decir o escribir el viernes iré al cine.
(Como sea, el viernes voy al cine es incorrecto y debe omitirse. Incorrecto: he aquí una palabra que genera taquicardia entre los lingüistas; algunos suelen acomodar este caso como presente por futuro, pero convengamos que la gente instruida lo evitará. No quiero entrar en esta discusión, no por ahora, pero Voy al cine vendría a ser calco de I’m going to the movies, que es otro de los males que los anglos nos han hecho.
I’m going to go to the movies. Voy a ir al cine.
I will go to the movies. Iré al cine.)
De todas formas, debe quedar claro el futuro perifrástico, pues no se considera en el momento de hacer la tabla de los tiempos verbales, la cual siempre les ordeno a mis alumnos que copien en sus cuadernos o en alguna hoja. Así:
Para no confundir —y, al menos en este punto, esto sólo lo entenderá la persona culta—, nótese que omito dos tiempos verbales: en los futuros, el futuro de subjuntivo; y en la parte del presente, el imperativo. Son nueve, entonces, no siete. Prescindo del futuro subjuntivo dado su escaso uso (salvo en expresiones hechas como sea como fuere, o en algún que otro verso magistral, como el de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz: «Si acaso me contradigo/ en este confuso error/ aquel que tuviere amor/entenderá lo que digo»); también omito el imperativo, pues para todas las personas salvo para la segunda informal —tú— se conjuga de la misma manera que el presente de subjuntivo. Ya llegará el momento de ampliar sobre estos conceptos en «La parte del subjuntivo», cuarta y última entrega de este manual. Paciencia.
Concentrémonos pues en la tabla, en la parte del futuro. Primero está el futuro, también conocido como futuro simple o futuro indicativo o futuro imperfecto de indicativo, depende del libro o del académico, pero aquí, para simplificar, le diremos futuro a secas. Es una de las cosas de la gramática, que básicamente cada quien puede nombrar los distintos conceptos como le venga en gana. Al principio puede ser confuso, pero después, cuando uno más o menos va entendiendo, es hasta divertido.
Entonces, para dejar de lado este sencillo tiempo sencillo, diremos que el futuro es simplemente el futuro. Yo comeré, tú jugarás, él pensará, nosotros reiremos, ellos satisfarán. Fácil.
Antes de emprender la explicación del tiempo verbal llamado pospretérito por don Andrés Bello, condicional para nosotros, observemos nuevamente que han quedado cosas pendientes como los futuros compuestos, que aún no abordamos pues no es el momento.
El condicional, pues, como ya lo he advertido, es el «futuro del pasado». Para su feliz redacción, se debe pensar siempre en una situación que requiera una condición, y debe usarse el si condicional, que es el que no lleva acento gráfico, a diferencia del sí afirmativo o del pronombre personal de forma reflexiva para la tercera persona, ambos con tilde. Nunca está de más recordar estas minucias.
Entonces, la oración condicional siempre va a contar más de una cláusula. En la cláusula del si —la subordinada— estará el verbo conjugado en cualquier forma de pasado (generalmente en imperfecto de subjuntivo); en la otra cláusula —la matriz, la que controla— aparecerá el verbo conjugado en condicional. Veámoslo con ejemplos:
Yo comería si tú me invitaras.
Tú jugarías si nosotros te lleváramos al parque.
Él pensaría si pudiera hacerlo.
Nosotras reiríamos si nos estuviéramos divirtiendo.
Ellos habrían satisfecho su hambre si hubieran comido.
Dos breves notas. Dada la naturaleza de la oración condicional, generalmente la cláusula subordinada se antepone a la matriz. O sea que habría que invertir los ejemplos: si tú me invitaras, yo comería; si nosotros te lleváramos al parque, tú jugarías, etcétera. De otro lado, como se está invirtiendo su orden natural, es esa la razón de que al escribirla de esta nueva manera, después del verbo en pasado hay que poner una coma. Bueno, no solo por esto: se sabe (o debería saberse) que las comas marcan ciertas pausas y entonaciones del lenguaje hablado. Cualquier hispanohablante haría una pausa despues de invitaras en: «si tú me invitaras, yo comería».
En las personas plurales, primera y tercera, adviértase cómo inmiscuí tiempos compuestos (es decir, con verbo auxiliar y la forma no personal del verbo). Lo hice pues, a mi juicio, el condicional se ve mejor expresado con tiempos compuestos, al menos en su innegable naturaleza de futuro del pasado.
«Si me hubieras querido», dice la canción…
O sea, en el pasado (hubieras, imperfecto de subjuntivo, como ya advertí; querido, participio pasado del verbo querer) yo habría hecho algo. ¿Qué? No sé, pero algo. La canción no lo dice, lo deja abierto, pero la oración sólo puede ser completada con un verbo en condicional. Lo primero, no obstante, es que me hubiera tenido que querer, porque o si no, no hay nada.
Futuro concreto de una situación hipotética (subjuntiva, subjetiva) del pasado.
Hasta aquí lo que se denomina el «hueso» de la clase, hueso que acabamos de ruñir. «Ruñir» es un verbo muy popular en la generación de mis padres. Significa dejar el hueso en nada, y comienza a configurarse cuando el niño renuncia a la presa que le tocó, casi siempre de un pollo y casi siempre la pierna. Es en ese momento que el padre o la madre (en mi casa siempre fue mi padre) tomará el hueso y lo ruñirá, es decir, lo dejará en nada. Cabe anotar que esta acción infame avergüenza a los pequeños. Padres del mundo: ¡no lo hagan más!
Esto también está bien y siempre trato de hacerlo: terminar la clase con un comentario simpático.
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Finalmente retorné al colegio. No me quedó otra opción: el miércoles insistieron en llevarme al médico; tuve que asegurarles que el jueves asistiría sin falta y así lo hice. Wayne me condujo puntual en la mañana, música country escapándose por las bocinas de su carro. En cuanto llegamos, aturdida, caminé hasta un baño, donde permanecí quince minutos. Me encerré en uno de los retretes sin objetivo específico.
Pero salí, claro que salí y caminé con resolución hasta el salón de Historia Estadounidense. Si querían verme, pues me verían. Míster Jackson, que escribía algo en el tablero, exclamó hispanizando la voz:
—¡Emilia!
Sonreí parcamente y me senté en el primer puesto libre. Kirsten y Faustino estaban atrás, podía sentir sus punzantes miradas clavadas en mi nuca. Cuando la clase llegó a su final y yo esperaba que todos salieran para recluirme en la biblioteca, una mano se posó en mi hombro derecho.