Atenas y Jerusalén en diálogo. Alberto F. Roldán
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A modo de síntesis: Wolfhart Pannenberg representa un esfuerzo deliberado y sólido para articular una teología que él denomina “filosófica”. Tal vez esa nomenclatura es algo ampulosa porque habría que preguntar qué significa una teología que es adjetivada como “filosófica”, y si tal empresa es posible. No queda explícito si Pannenberg se adhiere al último modelo en el sentido de elevar la representación religiosa a la categoría de concepto filosófico. En tal sentido, su planteo pareciera ser una continuación de la filosofía de Hegel, autor que es tomado como un referente en muchas de sus obras. Por ejemplo, al encarar una crítica a Martín Heidegger y su rechazo de la metafísica, Pannenberg sostiene que “Hegel dijo ya, con más acierto, que, históricamente, la filosofía está siempre en relación con la religión, y que trae al concepto la verdad que ya previamente ha hecho su aparición en la religión”.51
Lo importante de la obra de Pannenberg en lo que se refiere a nuestro tema, es que recupera una dimensión histórica que de algún modo quedó obturada con la Reforma Protestante, es decir, reconocer el aporte de la filosofía para la articulación de un pensamiento teológico coherente y en diálogo fluido con la filosofía. Quizás los párrafos finales de la obra que hemos citado ampliamente, aclaren su posición al respecto. Dice: “Teología y filosofía coinciden en el esfuerzo por procurar al hombre una orientación sobre su propia realidad y sobre la realidad del mundo como un todo”.52 Particularmente, en lo que se refiere a Dios y la revelación aclara:
La teología necesita ahí de la filosofía, de sus reflexiones críticas y orientadoras, pero la filosofía necesita también de la teología, pues sin tener en cuenta la religión o la significación que las distintas religiones tienen para la naturaleza del hombre y para la construcción de una totalidad que englobe hombre y mundo —verdadero objeto de la religión—, nunca podrá elevarse a una comprensión verdaderamente global del ser humano y de su lugar en el mundo.53
Por su parte, Carlos Cásalle Rolle ha analizado con profundidad la importancia de la filosofía en la articulación de la teología sistemática de Pannenberg. Mientras pondera su enorme trabajo, señala que el teólogo de Múnich no puede ser sin más definido como un racionalista. Explica:
Es difícil encontrar entre los teólogos protestantes del siglo pasado —quizá con la excepción de Tillich— un abogado de la filosofía tan entusiasta como Pannenberg. Su deseo primordial es que la teología, hecha en íntimo diálogo con el pensamiento filosófico, permita a los creyentes comprender hasta qué punto la fe cristiana es verdaderamente razonable. […] Pero el entusiasmo de Pannenberg por la razón no le convierte, como algunos críticos han pretendido, en un racionalista. La razón y la filosofía no son para él ni el principio ni el fin de la labor del teólogo. Un buen teólogo sabe tanto de la necesidad como de la insuficiencia de la filosofía para su trabajo; insuficiencia que aparece allí mismo donde se mostraba la necesidad: en el nivel material, en el metodológico y en el pastoral.54
En suma: el verdadero y más íntimo deseo de Pannenberg es entrar en diálogo fecundo, respetuoso y abierto con la filosofía, no para convertir la fe en una especie de “filosofía cristiana”, sino para mostrar su racionalidad. Su teología se distingue de la filosofía como tal al afirmar los dos elementos particulares que la convierten en una ciencia distinta: la fe y la revelación en la historia. En ese sentido, el teólogo luterano se ubica en una posición contraria a muchas tradiciones del protestantismo, entre otras: Martín Lutero, Karl Barth y Rudolf Bultmann.55
Conclusiones:
Aunque desde los comienzos la teología cristiana recibió el influjo de la filosofía griega, siempre resulta necesario distinguirlas cuidadosamente. Mientras la filosofía implica una reflexión sobre “la totalidad de lo real”, “la realidad”, “el mundo”, “el ser”, sin un objeto de estudio que la convierta en una ciencia, la teología, si bien trata mucho de esos temas, lo hace siempre “desde la perspectiva de Dios”, siendo su tema central el Dios revelado.
Un asunto decisivo en la teología y ausente en la filosofía es la fe. Como dice Tillich, “el teólogo está determinado por su fe.” Por lo tanto, la teología es un pensamiento que se hace discurso a partir de la fe, realidad existencial o evento del cual no pueden decir nada ni la ciencia ni la filosofía, pues es de una naturaleza diferente de los temas abordados por esas disciplinas.
Los problemas surgen no sólo cuando ambos saberes dejan de distinguirse cuidadosamente, sino cuando la teología, procurando responder a los cuestionamientos filosóficos, elabora un pensamiento reflexivo que, en ocasiones, hasta puede tomar como soporte o punto de partida cierta escuela filosófica. En otras palabras, cuando la teología toma prestados conceptos de la filosofía, pueden sobrevenir equívocos y confusiones. En este caso los caminos se entrecruzan y, por momentos, no se sabe si estamos frente a un texto filosófico o teológico, o una mixtura de ambos. Esto ha sucedido desde los comienzos de la teología occidental, especialmente la alejandrina, pero también se ha podido percibir en San Agustín, en Santo Tomás de Aquino y, mucho más adelante en la historia, en Sören Kierkegaard, quien, definiéndose como “un pensador cristiano”, da un impulso nuevo al pensar filosófico centrado en la “existencia”, cosa admitida aun por el propio Martín Heidegger.56
En toda elaboración teológica sistemática es importante no mezclar ambas disciplinas o subsumir una disciplina a otra, pues no se trata de domesticar a la filosofía desde la teología ni viceversa. Tampoco se trata de que mientras la filosofía formula preguntas, la teología las responde, pues, como acertadamente dice Paul Ricoeur, “me cuido de aplicar a la relación entre filosofía y fe bíblica el esquema pregunta-respuesta. Como si la fe aportara sus propias respuestas a las preguntas que la filosofía plantearía o dejaría abiertas”.57
Por un lado, se trata de teologizar con mentalidad filosófica inquisitiva y crítica, y, por otro, de filosofar reconociendo el valor de la teología como disciplina y su influencia en la historia del pensamiento, incluyendo el filosófico. Hablar de “teología”, a secas, no define demasiado más allá de su etimología: “un λογος del θεο῀ porque, como se sabe, la teología puede ser elaborada aplicando distintas metodologías, que derivan en “teología bíblica”, “teología histórica”, “historia de las doctrinas”, “teología práctica” y “teología sistemática”, entre otras. En esta última modalidad se dan los puntos de mayor contacto y, a la vez, de mayor rispidez y conflicto, porque el teólogo que desarrolla una teología sistemática debe ser crítico de los presupuestos de la teología, aspecto que no siempre es reconocido por los filósofos.
En lo que se refiere a los conflictos entre ambas disciplinas, nos parece más realista la visión de Pannenberg. En efecto, mientras para Tillich no puede haber conflicto entre filosofía y teología, Pannenberg admite las tensiones que se producen entre ambas al señalar:
… filosofía y teología seguirán viendo caracterizadas sus relaciones por grandes tensiones, porque la teología está obligada a pensar la totalidad del hombre y del mundo a partir de Dios y de la revelación, mientras que la filosofía retrocede a un fundamento absoluto a partir de su experiencia del hombre y del mundo.58
La diferencia sustancial entre filosofía y teología radica en que, aun si las consideramos a ambas como una visión totalizante, mientras la segunda