Las niñas prodigio. Sabina Urraca
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13 Paella, pizarra, Mark Stammer
Las niñas prodigio
© 2017 Sabina Urraca
© 2017 Fulgencio Pimentel para todo el mundo
www.fulgenciopimentel.com
ISBN edición en papel: 978-84-16167-62-3
ISBN edición digital: 978-84-17617-37-0
Primera edición: junio de 2017
Segunda edición: septiembre de 2017
Editor: César Sánchez
Editores adjuntos: Joana Carro y Alberto Gª Marcos
Rotulación en cubierta delantera: Nacho García
Fotografía de cubierta delantera: Marta Altieri (24.05.1995)
Diseño de cubiertas: César Sánchez y Daniel Tudelilla
Fotografía de la autora: Guillermo Latorre
Muñeca: Eva Zaragozá
Espero
a que alguien
me pregunte
qué vi, con quién,
dónde estuve.
nika turbina
1
Parto
Todo empieza cuando me invitan a ver un parto. Una mujer a la que casi no conozco me deja que la vea echar al mundo a su segunda hija. Todos deberíamos ver partos, pienso. Quiero escribir un artículo sobre el tema. Quiero derribar esos falsos mitos del nacimiento aséptico, con una madre preciosa cogiendo a un bebé redondo y perfecto en brazos. Tengo treinta y un años. No he parido nunca y no sé si lo voy a hacer, pero aun así quiero verlo. He nacido en el sistema capitalista. Quiero tenerlo todo, verlo todo, vivirlo todo. No puedo perderme nada.
La mujer que está a punto de parir vive en un pueblo cercano al valle. Hace dos meses que me he mudado al campo. Ocupo un cortijo ruinoso y centenario en el sur de España. Es una casa aislada sin baño ni agua corriente, a la que solo se puede llegar caminando por senderos intrincados que corren en paralelo a una acequia construida por los árabes. Los días se me van en paseos por el bosque, baños en la alberca, conversaciones esporádicas con los habitantes del valle y gruñidos de jabalí al anochecer. Hay mucha belleza, aunque la soledad oprime a ratos. La vida entera me parece un gran propósito de Año Nuevo: hay una ilusión y una confianza plenas, pero al mismo tiempo, día tras día, la falta de voluntad y el acostumbrado caos mental me impiden hacer nada productivo. He vuelto al campo porque pasé largos periodos en el campo cuando era pequeña. Me veía con seis años y un pijama sucio de tierra, hablando sola, vistiendo con ropa de muñeca a los gatos salvajes, en un estado de introspección pacífica que quería volver a vivir. Tengo la esperanza de que una vuelta a lo primigenio me salve, me haga volver a mí.
Cuando ya llevo un mes, me doy cuenta de que la neurosis va por dentro. Da igual el campo, dan igual los pájaros. No importa que estés en una playa paradisíaca: si eres un neurótico, te angustiará la idea de no estar sacándole el suficiente jugo al paraíso, y eso empañará tu paraíso.
Escribo en Facebook: «Si le gustó el capítulo en el que apagué el cigarro en un minijardín zen de Natura Selection pensando que era un cenicero, le encantará el episodio de hoy, en el que machaco ajos en un cuenco tibetano pensando que es un mortero».