El sentido de la vida . Claudio Rizzo
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El sentido de la vida - Claudio Rizzo страница 3
• ¿Te animas a compartir con alguien y manifestar qué es lo que hoy prevalece en tu vida y por qué?
“Ya no soy yo sino Cristo quien vive en mí”
Gálatas 2, 20.
2ª Predicación: “Angustias y fobias II”
“Examínenlo todo, quédense con lo bueno”.
1ª Tesalonicenses 5, 21.
La objetividad nos propone la distancia psicológica de los hechos y personas con que nos topamos. Nos permite evaluar y clarificar, sin la influencia de “voces extrañas” (murmuraciones, fines personalistas…) que otros pueden pretender inculcar. La objetividad forma parte de la esencia del sentido de la vida… Y llamamos esencia a aquello que define, limita, pone fin y, por tanto, establece sentido.
Este verbo “establecer”, garantiza la fidelidad a la opción hecha. La continuidad en aquello que entendemos, nos genera felicidad y ayuda a crecer como seres humanos y en Cristo. Por eso, Santa Teresa, nos recuerda que “al que tiene a Dios nada le falta, solo Dios basta”. No obstante, a esto hay que llegar, no es una mera emoción, es una determinación de nuestros sentimientos. La finalidad siempre es indispensable para completar el sentido de la vida, el siempre presente ¿para qué?, pregunta que tiene que ver con la moralidad teológica.
Cristo el Señor constantemente en su conducta nos señala la importancia del para qué. Él se encargó de mostrarnos en él mismo, el camino que conduce al Padre. Ese Padre es el Autor, Creador y Dueño de nuestra vida.
En esta perspectiva es que sugiero integrar a la vida una mirada escatológica (ver la eternidad como un espejo según dice Santa Clara de Asís) y no ver la vida desde el prisma apocalíptico. Jesús valoró la tierra, de ahí que fue enviado por el Padre.
Esforzarse por descubrir y encontrar el sentido por el aquí y ahora es muy importante para el allá y el después. Esto es Evangelio.
Para poder ayudarnos a elaborar interiormente el sentido de la vida, esclarezcamos cuatro posibilidades que nos permiten acceder a un proceso de priorización y a la respuesta en nuestro caminar, a saber:
a. Sentido semántico (de nuestras palabras y actitudes): es la relación entre signos y objetos.
b. Sentido télico (final): con algo que es un medio que persigue un fin. La relación es entre un acontecimiento y otro.
c. Sentido lógico o fundamentante: relación entre un enunciado y su fundamentación.
d. Sentido de motivación: relación entre comportamiento y su motivación.
Alguna vez Freud sostuvo que “el subconsciente ni miente ni envejece”. Algunos no aceptan a Freud y rechazan de plano sus teorías. Entiendo que eso viola el principio bíblico en el que San Pablo nos dice: “Examínenlo todo, quédense con lo bueno”, 1ª Tesalonicenses 5, 21.
Cuando Freud escribió esas palabras significó sencillamente que las experiencias ocultas de nuestro pasado influencian nuestro presente, incluso nuestro futuro. Por supuesto, un punto de vista espiritual no tiene pasado, presente ni futuro. Es una terminología que aconsejo tener presente porque el pasado es activo, lo cual significa que la persona no olvida lo que le ocurre. Puede ser que no lo recuerde y llame a eso olvido; lo que en realidad hace es empujar las experiencias dolorosas hacia la mente subconsciente. En lo emocional y en lo espiritual, no existe el tiempo ni el espacio. Los dolores hay que tratarlos para erradicarlos en Cristo, definitivamente. No tocarlos es un grave error porque generan represión. Si uno lo libera las represiones acumuladas, corremos el riesgo de entrar en trastornos mentales.
Nos preguntamos y nos respondemos:
• ¿Qué cosas en mi vida aún no han sido resueltas? ¿Por qué?
• ¿Qué impide que hoy seas lo que desearías ser?
• ¿Qué importancia genera Jesús con su Evangelio en tu presente? ¿Cómo calificarías: indispensable, saludable, liberadora, contenedora, protectora, alentadora?
• ¿Adviertes la necesidad interior de entregar en el retiro de hoy algún dolor del pasado o inquietud del presente? Si la respuesta es sí, no dudes en decirle: “Señor Jesús, aquí y ahora te entrego esto que tanto me ha pesado o pesa actualmente:
“Tu, Señor, reinas para siempre,
y tu nombre permanece eternamente”.
Salmo 102, 13.
3ª Predicación: “Angustias y fobias III”
“Porque mis días se disipan como el humo,
y mis huesos arden como brasas”.
Salmo 102, 4.
Aceptemos benignamente las pérdidas inevitables de la vida. Dios, en su misericordia, nos ha suministrado capacidades, entre ellas la eficiencia. Al conceptuar esta palabra nos aproximamos a descubrir habilidades, actitudes predisponentes, inclinaciones hacia el progreso, apertura de caminos, etc.
Siempre comprendamos que la personalidad está integrada por la constitución (lo físico, lo heredado genéticamente), el temperamento (características afectas estables predominantes) y el carácter (conducta habitual).
Nosotros inmiscuyámonos en lo que hace a aquello que es modificable desde un punto de vista psico–espiritual: la conducta.
El sentido de la conducta radica en el contexto del cual ésta emerge, es decir, en el conjunto de relaciones que hemos establecido en la vida. Distintos tipos de relaciones establecen distintas modalidades de sentido. Estas se refieren a las distintas relaciones que tiene una conducta o una situación con otras conductas o situaciones, ubicadas, estas últimas, en el presente, en el pasado o en el futuro.
Prestemos nuevamente oídos a aquella enseñanza de Freud y es que “el subconsciente ni miente ni envejece”. Con esto se sostiene que las experiencias ocultas influencian nuestro presente e incluso nuestro futuro.
Claro está que el Señor Jesús vino a “liberar a los oprimidos; a los cautivos” (Lucas 4), lo cual está en concordancia con nuestro pasado. Y podemos preguntarnos ¿cómo se activa el pasado? Y la respuesta es: por asociación. Vemos imágenes que nos recuerdan situaciones vividas, aunque no iguales, pero sí similares. La similitud es un instrumento de la razón para asociar. Otras veces, palabras, dichos, actitudes, tonos de voz…
En la vida, a pesar de que pueda no haber dolor sino interrogantes, existen “transacciones incompletas”. Dios, en su gran sabiduría, nos creó para que fuéramos seres completos, tanto física como emocional y espiritualmente. Este es el principio que se denomina homeóstasis por el cual todos los organismos tratan de mantener un equilibrio interno. Por ejemplo, cuando sentimos la necesidad de comer algo dulce, el cuerpo necesita azúcar, lo mismo en otras situaciones. Muchas personas están desequilibradas debido a un “negocio” inconcluso o a una transacción incompleta o alguna deuda de amor.
Todo conlleva a que en el presente nos encontremos con un