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anteriores, con el agregado de una conceptualización para lo que puede ser una integración ajustada a las nuevas realidades del siglo xxi, en el objetivo de trabajar en una gradual convergencia de los procesos latinoamericanos de integración.

      Institucionalidad ejecutiva y a futuro para la integración

      Una de las principales causas del estancamiento y deficiente funcionamiento de la integración en América Latina es la falta de una institucionalidad mínima que permita hacer operativo lo decidido en el ámbito presidencial, pues con un manejo intergubernamental, lo acordado no tiene como implementarse, hasta que se convierta en normas aprobadas por los legisladores de cada país. Una razón para no poder lograr la institucionalidad necesaria para hacer operativa la integración en América Latina es la existencia periódica a través de su historia, del caudillismo nacionalista que prioriza las posiciones nacionales y no las comunitarias de unas soberanías compartidas y, como comenta Detlef Nolte: “Esta orientación soberanista frena el surgimiento de una integración más profunda y la creación de instituciones regionales que sean fuertes y tengan cierto grado de independencia” (Nolte, 2019, p. 140).

      Los temas claves que inhiben a los procesos de integración continúan siendo de naturaleza política en relación con los liderazgos regionales, el hiperpresidencialismo, la ausencia de incentivos lo suficientemente grandes y los mínimos comunes denominadores, como para vencer la falta de voluntad de los países de la región de trasladar a entidades supranacionales potestades que hasta la fecha siguen siendo preservadas como parte del fuero interno del Estado-nación, definido este en su acepción más tradicional del siglo xix. (Altmann, 2016, p. 39)

      Es evidente que ante la sensibilidad mostrada por los hiperpresidencialismos latinoamericanos cuando se plantea la conveniencia de escenarios de supranacionalidad para tener una institucionalidad fundamental para la buena marcha de la integración, la solución no está en insistir en la supranacionalidad por sí misma, que no tiene posibilidades en el corto plazo de ser aceptada, pero sí en insistir en un mínimo de institucionalidad ejecutiva, aunque no propositiva, que sea responsable de poner en marcha y de desarrollar los mandatos que los propios mandatarios establezcan en los procesos de integración, para instrumentalizar lo acordado.

      Se deben considerar entonces diferentes escenarios de apoyo institucional, soportados tanto en la institucionalidad existente, como en la posible desaparición de algunas instituciones y la creación de otras. Esto podría implicar asignar mayores responsabilidades a organizaciones como la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), para acciones de convergencia en el campo comercial, la fusión o la desaparición de otras, como la Comunidad Andina (can) y el Mercado Común del Sur (Mercosur), ante diferencias ideológicas irreconciliables de sus miembros y la definición de algún marco mínimo institucional para organizaciones carentes de este como la Alianza del Pacífico (ap).

      En las negociaciones y en la elaboración del proyecto de creación respectivo, intervino activamente el Parlamento Latinoamericano (Parlatino):

      Vale preguntar: ¿por qué la creación de la Comunidad Latinoamericana de Naciones (clan) no aprovechó a organizaciones como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) o la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur)? Porque la diferencia es clara: en la clan, el énfasis estaría en ser un organismo de integración, una comunidad latinoamericana para la integración antes que una comunidad de naciones; mientras que la Celac es comunidad de Estados para la coordinación política y la Unasur es unión de naciones, en las cuales los intereses nacionales de los Estados nación, de sus soberanías nacionales son la primera prioridad y desde allí se pretende el entendimiento para avanzar hacia la integración, en un proceso dispendioso que no ha dado resultado al no permitir una soberanía compartida, cuya inexistencia tiene paralizados los procesos de integración latinoamericanos.

      Apoyo institucional a la convergencia

      Fuera de las consideraciones sobre una eventual creación futura de una clan, los trabajos para ir adelantando una convergencia gradual de la integración latinoamericana se pueden realizar a través de diversos organismos existentes, unos, responsables de la instrumentalización de la integración, como son los procesos regionales de integración (Aladi, can, Mercosur, sica, Sieca, Alianza del Pacífico), pero en particular la Aladi y el sica; y otros, organismos internacionales que de manera especial se han ocupado de la integración, como son la Cepal, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe bid/intal, la caf-Banco de Desarrollo de América Latina y el Sistema Económico para América Latina (sela).

      Se plantea la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), pues es el organismo responsabilizado desde su tratado constitutivo para realizar la convergencia de la integración, pero que, por tener una presencia limitada en Centroamérica, estaría acompañada del sica, que debería complementar su accionar regional centroamericano con un trabajo de convergencia de toda Latinoamérica.

      En su tratado constitutivo, la Aladi tiene aspectos especialmente relevantes para los propósitos de este capítulo en el inciso b del artículo 3.°, que dice en relación con la convergencia que esta se “traduce en la multilateralización progresiva de los acuerdos de alcance parcial, mediante negociaciones periódicas entre los países miembros, en función del establecimiento del mercado común latinoamericano” (tm80, art. 3.° inc. b). Multilateralización para lograr la convergencia y el objetivo de largo plazo de mercado común latinoamericano son las ideas centrales.

      Esto

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