90 millas hasta el paraíso. Vladímir Eranosián

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90 millas hasta el paraíso - Vladímir Eranosián

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muchos errores. Debido a mi propia inexperiencia, influencia del ámbito que nos rodea. Te parecía imposible llevarlo a cabo de otra manera. Luego me arrepentía. A veces ya era tarde. Uno de estos casos es la invasión de las tropas soviéticas en Checoslovaquia. No supe encontrar fuerzas para condenarla. Otro caso aún peor, a partir de la segunda etapa de nacionalización, cuando nosotros según el modelo estereotipado soviético comenzamos a expropiar los bienes de los guajiros. Entonces ofendimos a la gente. Luego largo tiempo pagábamos el pato. Pero el error más grande de mi vida yo creo que es una historia muy antigua, que no figuró en ninguna de las crónicas. En aquella época yo era demasiado joven, era muy iracundo y egoísta. Te lo relataré. Ha de ser un gran secreto… A mi hijo Fidelito se lo llevaron a los EE.UU. sin autorización mía. Eso lo hizo su madre natal, mi primera esposa Mirta Balart. Era una buena mujer y una esposa fiel. Su tío, cómplice de Batista, la obligó a cometer tal tontería. Entonces enviamos a Miami a unos muchachos atrevidos. Ellos trajeron a Cuba a mi chico. Hasta hoy día estoy lamentando ese episodio. No se debía privar a la criatura del amor maternal. Ofendí a la mujer, la cual me quería sinceramente, pero al mismo tiempo estaba muy apegada a los suyos y se hallaba entre tenazas de su procedencia noble.

      Creía que costara lo que costase me pondría en razón. Y siguiendo los consejos de su familia hizo una estupidez. ¿Y yo qué? Le contesté con una estupidez a la suya, lo que reconozco solamente hoy día, transcurridos muchos años. Estoy castigado por eso.

      Cuando Fidelito creció, se hizo insoportable. Todo el tiempo me reprimía porque no tuve en cuenta la opinión de su madre. Pero el peor castigo fue que mi pequeña Mirta nunca, jamás, hasta la misma muerte, no se permitió decir ni una sola mala palabra en cuanto a mí. Nada malo acerca de la persona que le privó del hijo para siempre. Ella no hizo ninguna declaración sobre el secuestro a las autoridades. Hasta se enteraba de los éxitos de su criatura mediante personas ajenas, temiendo que de algún modo podría causar daño con su atención a su hijo natal. Por eso la historia no fue de dominio público.

      Otros no podían perder una ocasión sin que se ganaran algún dinero, denigrando a Fidel Castro. En los Estados Unidos eso lo hizo Juana, mi hermana natal. De España se oía llegar acusaciones de la hija natal Alina. Me llamaba demente y difundía rumores increíbles. Permanecía callada solo Mirta, la única mujer ante la cual yo me siento culpable…

      La Habana, Cuba,

      Agosto del año 1947

      El Malecón como había prometido el presidente Grau San Martín a sus protectores norteamericanos se llenó de gente apasionada justo para el mediodía. Hasta que expirasen sus plenos poderes quedaba un año, pero la suerte del “demagogo de las Antillas” ya estaba predestinada. Su trono ya se tambaleaba. Los “gringos” consideraban al “colega Grau” demasiado cobarde porque este intentaba ganarse los favores no solamente ante ellos, sino ante los jefes de las bandas locales. Los gánsteres intrusos no podían admitir la dualidad de poderes. Deberían entronizar una marioneta mucho más segura.

      El acompañante del presidente, “el pequeño sargento”, llevaba hombreras de coronel, el ambicioso mestizo Fulgencio Batista, con todas sus entrañas arrastrantes presentía que los planes grandiosos de los “gringos” de convertir su país en un súper-prostíbulo no han de llegar a materializarse sin su muy activa participación. Por lo consiguiente, en Grau ya es hora de poner cruz y raya.

      – Que empiece la marcha – San Martín dio la señal a los jefes del carnaval a través de su encargado.

      El crucero níveo “Benjamín Franklin” con los influyentes yanquis a bordo se encontraba a doscientas yardas de los bolardos de amarre. En el amarre, en el lugar determinado donde bajarían los huéspedes de alto rango, por la escalerilla del buque tendieron una alfombra de pasillo, una copia alargada de la bandera nacional. A nadie se le habría ocurrido que, en una situación de tal índole se pisoteaba la bandera nacional, hubiera un subtexto político. Y cinismo, por añadidura. Sea como sea, el suceso prometía ser algo simbólico.

      A todo lo largo de la alfombra de pasillo sobresalían palmas decorativas, asperjadas con un spray dorado. De estas estaban colgados, como si fueran arbolitos de Navidad, pájaros disecados como colibrís, pájaros carpinteros y tocororos, así como cajas con cigarros cubanos, bananas, caracoles y botellas de ron “Paticruzado” con moños en los golletes.

      San Martín trajinaba en el muelle, como un escolar esperando a los severos y justos examinadores. Le presionaban las previstas salvas de bienvenida, la de dos cañones de grueso calibre. Estos habían sido fundidos en plena correspondencia con la época de Colón y transportados con tal motivo a la fortaleza Castillo del Morro, directamente de Madrid.

      El evento, en realidad, una reunión a celebrarse en la cumbre, no tenía análogos hasta ahora en la historia universal. Era un encuentro entre un vendedor y un comprador. Cuba servía de mercancía…

      El régimen corrupto de San Martín se hizo, aunque no del todo ideal, garante de blanqueo del dinero sin riesgo de la mafia estadounidense. Cuba en los próximos años tenía todo para convertirse en base de partida de un armisticio a largo plazo entre familias de gánsteres.

      Dieron inicio a “la reunión cubana” el antiguo amigo de “Lucky” Luciano, rey del gambling12, el genio financiero de la mafia Meyer Lansky y el mafioso de Chicago Salvatore Giancana. Al haberse iniciado la conquista de Las Vegas y las inversiones millonarias en Nevada no impedían a los clanes seguir pensando en el desarrollo paralelo del business. El futuro de Cuba se vislumbraba aún más risueño, que las ganancias a obtener del casino en el desierto.

      Los norteamericanos ricos, sin duda alguna, preferirían la isla de playas blancas, palmas reales y una fiesta eterna, al estado que tenía una reputación de polígono nuclear.       Estando alejados de la tutela de los omnipresentes federales y de la galantería servil del reyecillo local, esta situación real apresuraba a los mafiosos a tomar lo más pronto posible las principales decisiones tácticas, para que fuera aprobada la única tarea estratégica, Cuba se convertirá en un paraíso en la Tierra, con una sola reserva, que el paraíso es solamente para ellos.

      Constantine "Cus" D'Amato, tesorero de Sam Giancana, seguía por todos lados a su patrón, llevando en las manos dos pesados maletines llenos de dinero en efectivo. Ese dinero se suponía que ha de ser gastado en asuntos de la política. La comisión, el consejo superior consultivo de la mafia de Sicilia, aprobó la iniciativa cubana.

      Viniendo en calidad de pasajeros en el crucero “Benjamín Franklin”, la gente de “Lucky” Luciano, de Albert Anastasia, representantes de la familia de Banano, de los hermanos-extorsionistas Rocco y la estrella de “Columbia Records”, favorito de las jovencitas actrices hollywoodenses, Frank Sinatra, siempre actuando como titular de plantilla, eso mostraba la coordinación de todas las familias y una plena unanimidad en cuanto a la participación igual al repartir la torta cubana.

      Había un “pero” … Al otro lado de la bahía de Florida, el de sobra conocido Vito Genovese, hacía su propio solitario. Él había traicionado a Mussolini y volvió de Italia como héroe del desembarco. Vito se sentía defraudado, y es que él también echó el ojo a Cuba con su potencial gigantesco de un contingente de trescientas mil rameras… Pero el principal motivo de Vito era la muy remota enemistad hacia Albert Anastasia y el deseo de ocupar la sólida posición en la jerarquía mafiosa, que él había cedido debido a la forzada “comisión de servicio”. A su ex patrón Lucky Vito no lo tomaba en serio. En primer lugar, porque a Luciano lo deportaron a Italia, y segundo, aquel bailaba al son que le tocaba el judío Lansky, el cual convenció al “capo de todos los capos”, que Vito apunta al puesto del rey… ¡Pues que sea así! Con qué satisfacción Vito le agujeraría la frente a este pícaro zorro Lansky. Pero este se ocultaba tras la espalda del matón «Bugsy»

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<p>12</p>

Gambling – los juegos de apuestas implican arriesgar una determinada cantidad de dinero o bienes materiales en la creencia de que algo, como un juego, una contienda deportiva, etc., tendrá un resultado predecible.