Ciudad y Resilencia. Отсутствует
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Akal
Pablo Rabasco (ed.)
Ciudad y resiliencia
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Rogelio López Cuenca
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© de los textos, los autores, 2020
© Ediciones Akal, S. A., 2020
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
ISBN: 978-84-460-4990-6
Control Social, territorio y tecnopolítica en el mundo poscovid
Pablo de Soto
En diciembre de 2019 surgía un brote de casos de neumonía en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia china de Hubei. El foco se establecía en un mercado mayorista de marisco, pescado y animales salvajes. El doctor Li Wenliang, un oftalmólogo del hospital central de la ciudad, fue el primero en advertir a las autoridades y en redes sociales sobre el brote. La policía de Wuhan le amonestó por «falsos comentarios sobre un brote de SARS (Síndrome Respiratoro Agudo Grave) sin confirmar». El 7 de febrero Wenliang moría por el efecto de la enfermedad causada por el virus.
El 7 de enero de 2020, las autoridades chinas identificaron como agente causante del brote un nuevo virus de la familia Coronaviridae que fue denominado SARS-CoV-2. La secuencia genética fue compartida por las autoridades chinas el 12 de enero. La transmisión del SARS-CoV-2 se produce mediante las pequeñas gotas de saliva que se emiten al hablar, estornudar o toser. Al ser despedidas por un portador, que puede estar incubando la enfermedad o ser asintomático, pasan directamente a otra persona mediante la inhalación. O quedan sobre los objetos y superficies que rodean al emisor, y luego, a través de las manos, que lo recogen del ambiente contaminado, toman contacto con las membranas mucosas orales, nasales y oculares, al tocarse la boca, la nariz o los ojos.
La enfermedad causada por este nuevo virus se ha denominado por consenso internacional covid-19. Produce síntomas similares a los de la gripe, entre los que se incluyen fiebre, tos seca, disnea, mialgia y fatiga. En casos graves se caracteriza por producir neumonía, síndrome de dificultad respiratoria aguda, sepsis y choque séptico que conduce, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a cerca del 3,75 por 100 de los infectados a la muerte. No existe tratamiento específico; las medidas terapéuticas principales consisten en aliviar los síntomas y mantener las funciones vitales. Los síntomas aparecen entre dos y catorce días, con un promedio de cinco días, después de la exposición al virus.
El Comité de Emergencias del Reglamento Sanitario Internacional declaró el brote como una emergencia de salud pública de importancia internacional en su reunión del 30 de enero de 2020. A través del tráfico aéreo internacional y las cadenas globales de suministros el virus se comenzó a propagar masivamente, afectando a casi todos los países. La OMS lo reconoció como una pandemia global el 11 de marzo de 2020, con casos confirmados en 216 países, el 85 por 100 de las 251 entidades reconocidas por las Naciones Unidas. El 21 de junio de 2020 habían sido reportados más de 8,8 millones de casos en todo el mundo, con más de 464.000 muertes.
Para evitar la expansión del virus y ayudar a aplanar la curva de contagios, los gobiernos decretaron el estado de alarma e impusieron el distanciamiento social, con restricciones a la movilidad y medidas de aislamiento: cierre de las fronteras exteriores, controles internos, reducción drástica del tráfico aéreo, evacuación de ciudadanos extranjeros, cancelación de eventos, cierre de establecimientos, universidades, escuelas y servicios religiosos. El movimiento entre unidades territoriales quedó prohibido. Se imponía un estado de excepción transitorio, por la vía de los Estados nacionales.
Esta serie de medidas de control eran acompañadas de sanciones rigurosas en caso de incumplimiento. En lo que a España respecta, el estado de alarma por la pandemia del coronavirus llegó a su fin el 21 de junio con más de 9.000 detenidos y casi 1,2 millones de sanciones por desplazamientos no autorizados o por participar en actividades grupales.
Figura 1. Visualización geográfica de la propagación del virus SARS-CoV-2 a partir de su filogenia genética.
Fuente: NextStrain, disponible en [https://nextstrain.org/ncov/global?].
A medida que la covid continuó extendiéndose por todo el mundo y aumenta el número de víctimas mortales en muchos países, algunos gobiernos buscaron ayuda en la tecnología para controlar que el confinamiento domiciliario y las restricciones a la movilidad fueran cumplidas.
En Hong Kong, a partir del 19 de marzo, todos los que llegaron al territorio recibieron una pulsera electrónica para garantizar que cumplieran con la cuarentena obligatoria de dos semanas.
En Polonia, el gobierno impuso el uso obligatorio de la aplicación Home Quarantine para todos los que entraran en el país. La aplicación utiliza tecnología de geolocalización y reconocimiento facial, y solicita selfies al azar. El usuario tiene veinte minutos para subir la autofoto desde el lugar de confinamiento, a riesgo de ser visitado por la policía.
En China, el gobierno empleó cámaras térmicas en los espacios públicos para vigilar la temperatura de los ciudadanos. Se instalaron sensores de movimiento en las puertas del domicilio de personas contagiadas para controlar el confinamiento. Se estableció un código de salud a través de la plataforma de mensajería WeChat y la de pago Alipay para valorar y etiquetar cuán «segura» es una persona. Empleando un conjunto de datos personales entregados de manera voluntaria y datos municipales, se genera un código de tres colores: verde, para «seguro»; amarillo, que exige un periodo de cuarentena de una semana, y rojo, para una cuarentena de catorce días. El programa envía la ubicación y el código de identificación del usuario a un servidor conectado con la policía para permitir a las autoridades rastrear los movimientos de las personas a lo largo del tiempo.
Bélgica,