El Viento Del Amor. Guido Pagliarino

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El Viento Del Amor - Guido Pagliarino

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formada por sacerdotes y escribas que, habiendo conservado las tradiciones durante el exilio y habiéndolas transmitido a sus sucesores, del siglo VI al IV a.C. en parte las redactan ex novo y en parte las integran en los libros del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio), en los que Yahvé es, ante todo, aunque no exclusivamente, el Dios de la Ley que estipula un pacto de alianza (testamento) jurídica con Israel: un Dios legislador y juez, en varias escenas castigador, de forma similar al Yahvé ya presentado por Amós, profeta del siglo VIII a.C. La teología sacerdotal tiene una perspectiva en general optimista, con sacerdotes y escribas creyendo ser los favoritos de Yahvé y que era posible, al menos para ellos, vivir como «justos», lo que significaba para ellos practicar el culto y estar sometidos a las prescripciones legales. Los profetas son por el contrario radicalmente pesimistas, convencidos de que el egoísmo de los seres humanos tiene unos cimientos muy profundos y que solo Dios puede librarlos del pecado, que afecta a todos: quien confía en Dios es bendecido por Él y quien confía en sí mismo (se dirigen, sobre todo, a los hombres del gobierno político-religioso, justos sedicentes) o confía en otros hombres (en primer lugar, en los que pertenecen a su propio entorno de poder) es maldecido por Él.

      «Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! Es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! Es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto» (Je 17, 5-8). 1

      Las dos líneas, por una parte la aristocrática de la justicia inflexible y la primacía de las formas del culto y, por la otra, la profética del amor por los pobres y los extraños y la piedad para con los pecadores, coexisten y llegarán hasta Jesús, el cual, al seguir esta segunda vía y, según los cristianos, concluirla, revelará que Dios no es solo Amor que perdona, sino que sirve al hombre y quiere divinizarlo asumiéndole en Sí después de la muerte y por eso se enfrentará a los dirigentes de Israel, en particular a los sacerdotes saduceos que no creían en la vida eterna, jefes del pueblo defensor del Yahvé justiciero de la Ley, no del Dios-Amor.

      En las costumbres hebreas, los rollos que contienen los cinco textos básicos histórico-legislativos de Israel se llaman la Torá (Torah), palabra que deriva del verbo jaràh, enseñar, que significa precisamente enseñanza, pero también se los llama los Rollos de la Ley o la Ley de Moisés o sencillamente la Ley. La tradición hebrea indica los libros de la Torá con la palabra inicial de cada uno. La palabra española Pentateuco deriva del griego y se refiere a los cinco (penta) contenedores (teuchos = contenedor) de esos rollos. Los títulos de estos libros se deben a los llamados Setenta, número convencional de los muchos estudiosos, en realidad un número impreciso, encargados por Ptolomeo Filadelfo, soberano de Egipto, de traducir la Biblia del hebreo al griego hacia la mitad del siglo III a.C., que habrían completado el encargo en solo setenta y dos días.

      Según ciertos críticos, la traducción tendría que datarse en el siglo II antes de Cristo. La datación en mitad del siglo III a.C. deriva de un apócrifo en alabanza de Israel escrito en un entorno judaico alejandrino, la Carta de Aristeas, obra en realidad de autor desconocido, que habla precisamente de esta traducción: se atribuyó erróneamente a Aristeas, alto funcionario del rey Ptolomeo II Filadelfo entre los años 285 y 247 a.C. También el número 70 de los traductores y el número 72 de los días que tardó en completarse provienen de este apócrifo (cf. La bibbia apocrifa, Editrice Massimo s.a.s., 1990, p. 171 y ss.).

      

      Hablaré de los documentos o tradiciones que los estudiosos consideran fuentes tanto del Pentateuco como de los siguientes seis libros históricos bíblicos, aunque no estén exentos de idealizaciones, de acuerdo con el modo apologético antiguo de escribir la historia.

      Luego volveré atrás en el tiempo y me remontaré de nuevo a los años de Jesús, tratando el politeísmo entre los hebreos, el primer monoteísmo (no judío, sino ideado por el faraón Akenatón, por razones meramente políticas), la mejor comprensión del amor de Dios por parte de Israel, el nacimiento de la esperanza en un mesías profeta, sacerdote y rey y el resurgir de la idea de la vida eterna. La búsqueda teológica del pueblo hebreo, que según los fieles es una búsqueda de inspiración divina, descubre al avanzar en el tiempo un Dios distinto de los dioses paganos adorados antes por los hebreos junto a un Yahvé que mostraba a su vez la inquietante característica de pretender ser temido y servido bajo pena de graves castigos. En cierto momento, los redactores bíblicos empiezan a entenderlo como un Dios que sí castiga, pero solo con el propósito amoroso de corregir: igual que los padres que, en el pasado, trataban violentamente a sus hijos creyendo que así los hacían mejores. Finalmente, o paralelamente si consideramos las profecías de Oseas y algunos otros profetas, la búsqueda religiosa llega al conocimiento de un Yahvé esencialmente amoroso, de ese Dios que será revelado plenamente por Jesús como el Amor puro y, aunque hasta entonces lo había sido imperfectamente, ya estaba bien presente en el curso de los últimos dos siglos anteriores a Cristo, en los libros más recientes de la Primera Escritura, los llamados deuterocanónicos en la Iglesia latina y griega. Estos libros no forman parte de la fe de la religión hebrea y tampoco de la de los cristianos de la reforma protestante, que los califican de apócrifos.

      El lector encontrará partes no esenciales que he escrito gráficamente en cursiva: he tenido en cuenta al lector presuroso, que, si quiere, se las puede saltar. Para ayudar a las personas que acuden solo ocasionalmente a los Testamentos, he añadido un apéndice con las abreviaturas de los libros bíblicos.

Guido Pagliarino

      PREMISA – SOBRE LA INFLUENCIA DE LA HISTORIA SOBRE LA BIBLIA

      «Dios es amor», afirma más allá de cualquier duda el Nuevo testamento en la primera Epístola de Juan (1 Jn, 4, 8b), una imagen muy distinta de la fisionomía de un Dios enojado y terrible como el que podemos observar en el Juicio Final de Miguel Ángel. No se trata solo de un anuncio neotestamentario. Como veremos, las apariencias del Dios-Amor, presentadas de manera completa en Jesús de Nazaret con la palabra y el ejemplo, ya se estaban trazando antes, a lo largo de la historia del antiguo Israel, reflejándose, aunque todavía no plenamente, en el Antiguo Testamento gracias en primer lugar a los profetas inspirados. No obstante, en esos libros los rasgos del Dios amoroso no parecen absolutos, de hecho, se refieren a la figura del Yahvé de la Ley que encontramos en otros pasajes veterotestamentarios que, como veremos, se origina de la reflexión teológica, no de los profetas, sino de los sacerdotes y escribas del templo.

      Al leerlos, hay que tener siempre presente que el argumento del gobierno de la historia por parte de la Providencia, dirigido a la Salvación de la humanidad, abarca toda la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, y también que cada texto bíblico está influido por la situación histórica en la que se preparó y escribió. Por ejemplo, la esclavitud de los judíos en Babilonia y su liberación por parte del rey Ciro II, que encontraremos en el próximo capítulo y reaparecerá a lo largo del ensayo, influye en los versículos de la Biblia que hablan de la esclavitud en Egipto y del éxodo de los hebreos bajo la guía de Moisés, hechos históricos que se produjeron muchos siglos

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La mayor parte de las traducciones bíblicas se basan en la traducción de la Biblia que se ofrece en la web del Vaticano (http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM). N.d.T.