Juramento de Cargo. Джек Марс
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–Vamos.
Luke escuchó el distintivo sonido hueco del lanzagranadas.
¡Dunk!
Un misil voló desde detrás de la línea de coches al otro lado de la calle. No dibujó un arco, solo una línea recta y nítida que se acercaba en diagonal. Impactó justo donde estaba la ventana. Pasó una fracción de segundo, luego:
BUM.
El costado de la casa voló y expulsó hacia afuera trozos de madera, cristal, acero y fibra de vidrio. La pistola en la ventana quedó en silencio.
–Buen disparo, Ed. Realmente bueno. Ahora, hazme ese agujero en la pared.
–¿Qué dices? —dijo Ed.
–Grande, por favor.
Luke corrió y se agachó detrás de un coche.
¡Dunk!
Otra línea recta se acercó, a un metro del suelo. Impactó en el costado de la casa como un coche estrellado y abrió una brecha a través de la pared. Una bola de fuego estalló dentro, escupiendo humo y escombros.
Luke estuvo a punto de saltar.
–Espera —dijo Ed—, falta otro.
Ed volvió a disparar y este entró profundamente en la casa. Rojo y naranja brillaron a través del agujero. El suelo tembló. Bueno, era hora de irse.
Luke se puso de pie y comenzó a correr.
La primera explosión fue por encima de su cabeza. La casa entera se sacudió. Brown echó un vistazo al pasillo de arriba en su pantalla.
El extremo más alejado había desaparecido. El lugar donde Smith estaba posicionado ya no existía. Solo había un agujero irregular donde antes estaban la ventana y el Sr. Smith.
–¿Señor Smith? —dijo Brown—, Señor Smith, ¿estás ahí?
Sin respuesta.
–¿Alguien ve de dónde vino eso?
–Tú eres los ojos, Yank —dijo una voz.
Tenían problemas
Unos segundos después, un cohete golpeó el frente de la casa. La onda expansiva derribó a Brown. Las paredes se derrumbaban. El techo de la cocina se hundió de repente. Brown yacía en el suelo, entre los escombros que caían. Esto era lo contrario de lo que esperaba. Los policías derribaban puertas, no disparaban cohetes a través de las paredes.
Otro cohete, este llegó hasta el fondo de la casa. Brown se cubrió la cabeza. Todo se sacudió, la casa entera podría derrumbarse.
Pasó un momento. Alguien gritó, por lo demás, estaba tranquilo. Brown saltó y corrió hacia las escaleras. Al salir de la habitación, agarró su pistola y una granada.
Pasó por la sala principal. Era una carnicería, un matadero. La habitación estaba en llamas. Uno de los Barbudos estaba muerto. Más que muerto, hecho pedazos esparcidos por todas partes. El Australiano había entrado en pánico y se quitó la máscara. Su rostro estaba cubierto de sangre oscura, pero Brown no podía decir dónde le alcanzaron.
–¡No puedo ver! —gritó el hombre— ¡No puedo ver!
Sus ojos estaban muy abiertos.
Un hombre con chaleco antibalas y casco atravesó tranquilamente la pared destrozada. Calmó al Australiano con una horrible serie de disparos automáticos. La cabeza del Australiano se abrió como un tomate cherry. Permaneció sin cabeza por un segundo o dos y luego cayó desplomado al suelo.
El segundo Barbudo yacía en el suelo cerca de la puerta trasera, la doble puerta reforzada de acero de la que Brown estaba tan encantado hace unos momentos. Los policías nunca iban a pasar por esa puerta. El Barbudo nº 2 fue alcanzado por la explosión, pero aún presentaba pelea. Se arrastró hasta la pared, se enderezó y alcanzó la ametralladora que colgaba de su hombro.
El intruso disparó al Barbudo nº 2 en la cara a quemarropa. Sangre, huesos y materia gris salpicaron la pared.
Brown se volvió y subió las escaleras.
El aire estaba lleno de humo, pero Luke vio al hombre salir corriendo por las escaleras. Echó un vistazo alrededor de la habitación. Todos los demás estaban muertos.
Satisfecho, subió las escaleras corriendo. Su propia respiración sonaba fuerte en sus oídos.
Aquí era vulnerable, las escaleras eran tan estrechas que sería el momento perfecto para que alguien le disparara, pero nadie lo hizo.
Arriba, el aire era más claro que abajo. A su izquierda estaba la ventana y la pared destrozadas, donde el francotirador había tomado posición. Las piernas del francotirador estaban en el suelo. Sus botas de trabajo color canela apuntaban en direcciones opuestas. El resto de él había desaparecido.
Luke fue a la derecha. Instintivamente, corrió hacia la habitación del otro extremo del pasillo. Dejó caer su Uzi en el pasillo. Se quitó la escopeta del hombro y también la dejó caer. Deslizó su Glock de su funda.
Giró a la izquierda y entró en la habitación.
Becca y Gunner estaban sentados, atados a dos sillas plegables. Sus brazos estaban atados a sus espaldas. Su cabello parecía salvaje, como si un bromista los hubiera despeinado con su mano. De hecho, había un hombre de pie detrás de ellos. Dejó caer dos capuchas negras al suelo y colocó el cañón de su arma en la parte posterior de la cabeza de Becca. Se agachó, colocando a Becca frente a él como un escudo humano.
Los ojos de Becca estaban muy abiertos. Los de Gunner estaban cerrados con fuerza. Estaba llorando sin control. Todo su cuerpo se sacudía con sollozos silenciosos. Se había mojado los pantalones.
¿Valió la pena?
Verlos así, indefensos, aterrorizados, ¿había valido la pena? Luke había ayudado a detener un golpe de estado la noche anterior. Había salvado a la nueva Presidenta de una muerte casi segura, pero ¿valió la pena?
–¿Luke? —dijo Becca, como si no lo reconociera.
Por supuesto que no lo reconoció. Se quitó el casco.
–Luke —dijo. Ella jadeó, tal vez aliviada, quién sabe. La gente hacía sonidos en momentos extremos. No siempre significaban algo.
Luke levantó su arma, apuntando directamente entre las cabezas de Becca y Gunner. El hombre era bueno en lo suyo, no le ofrecía a Luke un blanco donde disparar. Pero Luke dejó el arma apuntando allí de todos modos. Él miraba pacientemente, el hombre no siempre sería bueno. Nadie era bueno siempre.
Luke no sentía nada en este momento, nada más que… calma… mortal.
No sintió alivio inundando su sistema. Esto aún no había terminado.
–¿Luke Stone? —dijo el hombre, gruñendo. —Increíble. Estás en todas partes a la vez estos últimos días. ¿Eres realmente tú?
Luke podía imaginar la cara del hombre desde